Raphael y Álex de la Iglesia: «Los cabreados cansan; nos gustan quienes hacen cosas»
El cineasta devuelve al cantante al cine, después de cuatro décadas, con una comedia sobre un programa especial de Nochevieja grabado en verano
Arropado por casi todo el reparto de su próximo largometraje, «Mi gran noche», Álex de la Iglesia se dio ayer un baño de multitudes con cantante de culto incluido. Raphael. Sobran las palabras. El director de «El día de la bestia», «La comunidad», «800 balas» y «La chispa de la vida» aparca los heavys satánicos, los vecinos codiciosos y los payasos violentos para adentrarse, de la mano del cantante de Linares –que volverá al cine después de cuarenta años–, en una comedia sobre el mundo de los artistas, la televisión, los extras y los egos. «Muchos me habían tentado, pero no me daban guiones. Querían que me comprometiera a ciegas. Álex fue listo: me dio un guión», cuenta la estrella de la canción. Silencio: se está grabando un programa especial de Nochevieja en pleno agosto y los ánimos se caldean entre los presentadores (Hugo Silva y Carolina Bang), los realizadores y sus ayudantes (Carmen Machi y Carmen Ruiz), los eternos secundarios (Pepón Nieto) y las estrellas de la gala (sí, Raphael, o sea, Alphonso, y Mario Casas, o sea, Adanne). Y con ellos, todo un bestiario cinematográfico: Carlos Areces, Tomás Pozzi, Terele Pávez, Enrique Villén... y rostros nuevos como Marta Guerras, Marta Castellote, Lucía de la Fuente, Luis Fernández o Eduardo Casanova. Muchísima gente, reunida en una mesa interminable junto con los productores, Enrique Cerezo y Domingo Corral (Telefónica Estudios). Y eso que falta aún todo: ayer presentaban, tan sólo, el rodaje, que arranca la semana que viene. Pero entre De la Iglesia y su estrella, que atendieron juntos a LA RAZÓN, ya hay química.
–Pregunta: Raphael, tiene una amplia experiencia en cine, aunque hace años...
–Raphael (R): ¡Pero no se me ha olvidado! (risas). Hice muchas películas, de «prota», «prota». No le tengo ningún miedo: me tiro a la piscina directamente.
–Álex, ¿será una comedia negra, como otras suyas?
–Álex de la Iglesia (Á. I.): Sí, es una película en la que hablamos de un programa de Nochevieja que se graba tres meses antes, y los figurantes están encerrados durante semana y media diciendo «¡feliz Navidad!», «feliz Año Nuevo» y riéndose y aplaudiendo a nadie, porque ya han grabado las canciones y lo que hay es un escenario vacío. Todos se quieren ir, no pueden más. En esa situación, la gente se vuelve loca: se enamora o se mata entre sí.
–El filme retrata el mundo del entretenimiento, la televisión, las estrellas... ¿Es tan oscuro como las películas de Álex?
–Á. I.: Hombre, no. Yo veo las cosas desde un punto de vista bastante esperpéntico. Y me gusta. En mis películas los personajes son muy caricatura, histriónicos. Las cosas no son así. Yo empecé siendo dibujante de cómics: veo la realidad silueteada, con trazo grueso. No quiero dibujarla, sino hacer una caricatura de ella.
–Pero el humor del filme tendrá mala baba. Sus películas a veces la tienen, ¿no?
–Á. I.: Ya nadie se ofende con nada. Me encantaría tenerla, pero a la gente ya le da todo igual. Lo que sí quiero es divertir mucho.
–R: Esta película se trata de eso.
–Raphael, ¿tiene vis cómica?
–R: Por eso hago esta cinta, porque es un palo que nunca he tocado. Tengo mucha vis cómica. Sobre todo, poseo una virtud, y es que me río de mí mismo. Yo sé muy bien lo que soy y lo que represento.
–Á. I.: Cuando la gente vea la película, sólo va a poder quererle. Va a pensar: qué locura, qué valor, qué maravilla de persona.
–Asegura que Alphonso, el protagonista, no es Raphael. Pero ya desde el nombre lanzan un guiño. ¿Seguro que no es usted?
–R: No, no soy yo. Pero conozco a muchos Alphonsos.
–Á. I.: Te puedo asegurar que no es él.
–R: Mis hijos me dicen: «Papá, tranquilo, que todo el mundo sabe cómo eres».
–Álex, ¿no ha querido hacer una caricatura ni un homenaje a Raphael?
–Á. I.: En absoluto. Quiero que la gente se ría con lo que piensa de nuestra profesión. Todo el mundo cree que los cantantes son gente pagada de sí misma, que viven en un mundo aparte, que están locos y matan si no les traes flores. Vamos a reírnos de eso. Ése es el valor y la valentía del personaje de Raphael.
–¿Y hay algo en él que sí sea suyo?
–R: Sí, cuando canto. Ése soy yo. La voz no me la han prestado. Hay trazos que puedo parecerme, que conservo míos e incorporo al personaje. Pero éste no tiene nada que ver.
–¿Cuánto canta? ¿Habrá mucha música?
–Á. I.: ¡Me encanta! Todo el mundo está preocupadísimo de si va a haber muchas canciones de Raphael. Y va a haberlas, pero no todas las va a cantar él. Aunque él lo hará. El tema es quién más las interpretará...
–R: Y lo hace fatal... (risas)
–Es que Raphael sólo hay uno, ¿no?
–R: ¡Eso es lo que yo digo!
–Á. I.: Y es algo que forma parte del guión.
–Como espectador, ¿es agradecido?
–R: Sí, en estos tiempos agradezco mucho una risa. Porque cada vez te hacen menos gracia las cosas, porque a su vez lo que ves cada vez la tiene menos.
–Á. I.: Como en la película, cuando todo a tu alrededor es un caos, lo único que te queda es bailar. O reírte a carcajadas.
–P: O hacer películas o canciones. No sé si ustedes dan rienda suelta a su cabreo a través de su cine o su música...
–Á. I.: No hablemos de cabreo, porque los cabreados también cansan. A mí me gusta la gente que hace cosas.
–R: El cabreado por cabreado cansa.
–Á. I.: Si estás en una situación dramática y alguien sólo se queja de cómo se podría haber evitado, eso me aburre. El que echa la culpa a los demás, también. El que dice «oye, ¿y si con la pata de la mesa rota nos hacemos un palo de golf?», eso me divierte.
–Álex, dentro de su filmografía, ¿es una película compleja, quizá diferente?
–Á. I.: Hay veces que la gente te pide, y a Raphael también le pasa: «¿Por qué no vuelves a ser tú mismo?». Y tú piensas: «¿Quién soy yo? ¿Qué es lo que queréis de mí?». Luego empiezas a indagar y nadie sabe muy bien cuál es aquella película que te define. Para unos es «La comunidad» o «El día de la bestia», a otros les gusta «Los crímenes de Oxford». Todos soy yo. En ésta he dicho: si queréis que haga una comedia, vamos a hacerla. Una total. La idea es hacer un filme que sirva para reírse, con el que te lo pases bien, no te preocupes, y no haya agobios ni moralejas.
–R: Que la gente salga del cine llorando de risa. Se nos ha olvidado reír.
–¿Se refiere a que se nos ha olvidado en los últimos años o en general?
–R: No, es que hacer llorar es mucho más fácil. Hacer reír lo encuentro complicadísimo. Puedo contar con los dedos de la mano los comediantes que me pueden hacer reír.
–Á. I.: Pero, incluso cuando canta, ves que Raphael es un comediante. Juega con la complicidad del público, entra y sale, cambia a una situación dramática... Noto que me parezco bastante a él.
–Aquel cine musical era todo un género en sí mismo que ya ha desparecido.
–R: Sí, lamentablemente.
–¿Funcionaría hoy?
–Á. I.: Funciona mirar hacia adelante. Lo que me gusta es que este hombre siempre es joven, siempre está en la vanguardia, toca en el Sonorama y canta canciones de Bunbury.
–R: Y voy al Madison Square Garden. No «iba». sigo yendo. Nunca hablo de lo que hice ayer. Eso ya pasó, no hay nada que lamentar, lo importante viene ahora. Como el Liceo.
–Á. I.: Va a cantar en el Teatro Real y va a ser espectacular.
–Suena a defensa. ¿Le han atacado?
–R: Soy un privilegiado. Si no, no llevaría 54 años al pie del cañón de esta manera.
–Á. I.: ¿Sabes a quién no atacan? Al que no hace nada. En España, la única manera de que no te critiquen es ser de fuera o estar muerto. Si haces algo, eres objeto de crítica y de polémica. Buena, mala y regular. Y no hay que quejarse, forma parte de tu profesión. Sólo hay que pensar: ¿cómo se menea, cómo se mantiene este tipo siempre en primera línea? Estando siempre en movimiento.