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Robots a toda máquina

La cuarta entrega de «Transformers» llega a la pantalla con la irrupción de una nueva generación de robots capaces de adaptarse al medio. El futuro ya está entre nosotros
larazon

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La cuarta entrega de «Transformers» llega a la pantalla con la irrupción de una nueva generación de robots capaces de adaptarse al medio. El futuro ya está entre nosotros
La que se estrena hoy, «Transformers, la era de la extinción», habla de un futuro en el cual existen organismos cibernéticos capaces de transformar su configuración para adaptarse a su entorno, algo que ya está ocurriendo. El ejemplo más claro es el «Black Knight». Este vehículo, desarrollado por la empresa Advanced Tactics, parece un helicóptero. Gracias a su configuración, una vez en tierra, puede plegar sus hélices y transformarse en una ambulancia con capacidad para tres heridos. Es autónomo, no precisa piloto y su propósito es aterrizar cerca de una zona de conflicto y rescatar a los heridos para emprender luego el vuelo. A primera vista parece un «drome», pero su capacidad de mutación lo convierte en objeto de deseo del Ejército estadounidense, que ya está estudiando sus cualidades. Su precio, por si a alguien le interesa, asciende al millón y medio de euros. Y, claro está, incluye mando a distancia.
También en el aire se ubicaría el prototipo de la empresa BAE Systems. Se trata de utilizar la nanotecnología para componer un avión capaz de reconfigurarse en vuelo y repararse si resulta dañado en batalla. La nave, autónoma, estaría equipada con un líquido inteligente y adhesivo que serviría de «parche tecnológico» para impedir que el avión caiga y la misión se cancele. BAE Systems también trabaja en una nave formada por decenas de drones que se combinan para formar un avión. En caso de entrar en batalla, por ejemplo, los drones se dividen y pueden atacar desde diferentes sitios. Se usaría para tareas de espionaje o lanzar suministros a las tropas.
Lógicamente, la industria que más invierte en esta tecnología es la militar. Los fabricantes de «droides» Foster-Miller, responsables del primer robot que entró en una zona de conflicto, han desarrollado MAARS (siglas que responden a Sistema Robótico Armado Modular Avanzado). Se trata de un robot formado por módulos, un pequeño tanque que obedece las órdenes de su «piloto» y que puede pasar de ser una metralleta con ruedas, lanzagranadas o a cambiar la disposición de sus partes para convertirse en un auxilio para soldados heridos. Lo que antes eran los brazos que sostenían las armas se transforman en agarraderas capaces de llevar a rastras hasta 140 kilos de peso durante cinco horas.
El concepto más avanzado corresponde a los robots de bloques. En este sector primero está el proyecto de la NASA conocido como Superbots. Se trata de unos 100 cubos que se enviarían a otro planeta. Al caer en él se unirían para formar un «rover» capaz de recorrer diferentes ambientes. Puede hacer que sus orugas se transformen en patas y así escalar o trepar por nuevas superficies. Una vez hallado el lugar idóneo, los «superbots» se volverían a reconfigurar para convertirse en un pequeño invernadero en el que crecerían semillas que ya estaban a bordo de este verdadero «transformer» actual. El Superbot ha logrado escalar cuerdas, reformularse para tener dos, cuatro y hasta seis patas o moverse como una serpiente. Y, en caso de necesidad, si tiene que descender por una cuesta, se convierte en una esfera. Cada parte del Superbot se comunica con el resto por señales infrarrojas y con radio. El objetivo próximo de la Nasa es desarrollar la inteligencia artificial adecuada para que Superbot, analizando el entorno, tome por sí mismo las decisiones más adecuadas.
Los M-Blocks fueron creados por científicos del Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial del M.I.T. Como su nombre lo indica se trata de pequeños bloques de unos centímetros que no tienen piezas móviles en el exterior. Pero dentro está la magia. Una rueda en su interior, capaz de girar a 20.000 revoluciones por minuto, cambia la polaridad de los imanes que lo configuran. Gracias a ellos son capaces de moverse, saltar y girar sobre un eje. También logran unirse para formar cualquier diseño. Basta programarlos y pueden convertirse en una silla, una escalera, un escritorio... Un algoritmo les permite identificarse y unirse para formar cualquier objeto. El propósito del investigador principal, John Romanishin, es que los M-Blocks sean robots en miniatura que se puedan autoconfigurar de modo similar al metal líquido que formaba al androide en la película «Terminator II» o en un «transformer». En ese momento podría introducirse en nuestro cuerpo con cargas médicas y combatir directamente desde el interior diferentes dolencias. Ya no solo sería tener un Transformer...sino llevarlo puesto.

La película de Michael Bay que rompe la taquilla

Una franquicia cargada de efectos especiales
Por Rosa GAMAZO
Tras la cruel batalla de Chicago en la anterior entrega entre Autobots y Decepticons que dejó la ciudad en ruinas, la relación entre Transformers y humanos corre riesgo. Stanley Tucci, que se incorpora a esta cuarta entrega, da vida a un científico con demasiada ambición y poca ética que juntó a una operación encubierta de la CIA pretende acabar con los Autobots creando sus propios Transformers. La cinta está protagonizada por Mark Wahlberg que interpreta a un mecánico inventor que acaba viéndose envuelto en esta batalla al descubrir por accidente que Optimus Prime sigue vivo. Michael Bay se puso en contacto con Tucci hace un par de años pero por temas de agenda no pudieron trabajar juntos. «Mi agente me comentó que Michael quería contar de nuevo conmigo. Me pasaron el guión me gustó y decidí lanzarme a la piscina.» Y ha hecho bien, el filme a pesar de las terribles críticas se ha convertido en el primero en superar la barrera de los 1.000 millones de dólares este año. El estío está siendo muy flojo en lo que se refiere a la recaudación en EE.UU., de hecho ha bajado un 20% respecto a otros años. Los efectos especiales y las spectaculares batallas parecen ser suficientes para atraer a millones de seguidores de la saga. Para Tucci lo más complicado de trabajar en un filme de esta envergadura ha sido el dilatado tiempo de rodaje. «En total fueron unos cinco o seis meses y se hace un poco cuesta arriba porque estás alejado de tu familia, pero dejando eso a un lado es muy divertido», explica. El actor de origen neoyorkino, que también dirige y escribe, tiene una carrera salpicada por diferentes proyectos, que incluyen desde «Una gran noche» (1996) a la reciente saga de «Los Juegos de Hambre». Para el actor da lo mismo actuar en una película de gran presupuesto que en una independiente porque «mi método d etrabajo siempre es el mismo, la única diferencia es la duración del rodaje, aunque a Michael (Bay) no le gusta trabajar muchas horas al día. El rodaje es largo en meses pero no a diario». El personaje del científico que Tucci interpreta afirma que de niño quería cambiar el mundo, sin embargo, él no pensaba lo mismo. «Estaba muy centrado en mí mismo para pensar que quería cambiar el mundo», sonríe, «pero ahora de adulto sí me planteo aportar mi granito de arena para hacer de este planeta un lugar mejor. Nunca es tarde para hacer un cambio en tu vida. Aunque hayamos cometido errores en el pasado, es importante aprender de ellos para crecer como persona» Las mayores amenazas que nos acechan hoy en día según Tucci son la falta de agua y el calentamiento global. «El tema del agua es algo por lo que realmente nos tenemos que plantear un cambio importante. Cada vez somos más y el calentamiento global está poco a poco destruyendo nuestro planeta; ambas cosas van a la par, provocando multitud de problemas, hambruna, desertización...», explica.

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