Scott Eastwood: «El aura que posee mi padre hoy no se encuentra»
Vive en el mundo del cine desde niño y el camino no le ha sido fácil. Estrena ahora «Pacific Rim: Insurrección» con una misión clara: salvar a la humanidad. Steven S. DeKnight dirige la cinta.
Vive en el mundo del cine desde niño y el camino no le ha sido fácil. Estrena ahora «Pacific Rim: Insurrección» con una misión clara: salvar a la humanidad. Steven S. DeKnight dirige la cinta.
Ser hijo de una leyenda viva lleva aparejado el peaje de que tu trabajo se cuestione. Si este es Eastwood la cosa puede aún hacerse más cuesta arriba. Sin embargo, en el caso del hijo del actor y director no ha sido así. Su vástago nunca lo tuvo fácil y vio cómo se le cerraban puertas precisamente por ser quien era. No se desanimó y volvió a intentarlo. «Me han enseñado a ser tenaz. No me doy por vencido con facilidad», asegura este joven rubio y de ojos claros. Amante del surf y la vida tranquila de San Diego (adonde se marchó a vivir huyendo del bullicio ensordecedor de Hollywood), dedica la mayor parte de su tiempo libre a estar con su perro y disfrutar de la naturaleza. Cuando le toca viajar a Los Ángeles, enfila la autopista y pasa el mínimo tiempo que puede en la meca del cine para después regresar a su hogar.
A pesar de haber participado en filmes dirigidos por su padre, como «Invictus», «Banderas de nuestros padres» y «Gran Torino», el intérprete decidió que si por méritos propios no triunfaba antes de los treinta se dedicaría a otra cosa. Dice que en el momento en que se relajó los proyectos empezaron a aparecer. Ahora estrena «Pacific Rim: Insurección», secuela de la primera entrega dirigida por Guilermo del Toro. Aunque en esta ocasión el cineasta mexicano no está detrás de la cámara sí ha mantenido su papel de productor. El planeta sigue asediado por los Kaiju, unos alienígenas provenientes de un portal interdimensional y los Jaegers (robots gigantes pilotados por dos personas), deben evitar esta amenaza. Y ahí entra Eastwood.
–¿Había visto la primera entrega cuando le ofrecieron participar en la secuela?
–Sí, y me gustó bastante, sobre todo el concepto que encerraba. Sabía, además, que venía de Guillermo del Toro, a quien había dado forma a este universo y que era contenido original. Estaba seguro de que sería una idea estupenda y por eso acepté.
–Este filme está cargado de efectos especiales, que a usted no le son desconocidos porque los vivió en «Escuadrón suicida»; sin embargo, aquí parece que el trabajo se desarrolla a otro nivel.
–Así es. Los efectos resultan absolutamente increíbles. Solo pensar en ello me abruma, por eso no me gustaría estar en la piel del director. Como actor haces tu trabajo y después te vas a casa y hasta el día siguiente a que regresas al set; aunque, para el director y su equipo representa una ardua tarea que se realiza en conjunto, pues de otra manera no podría salir adelante.
– Kaiju es la amenaza en el filme para la raza humana. ¿Cuál es la de nuestro mundo actual?
–Es una buena pregunta. Diría quizá que la crisis del agua. Lo que es interesante es que tanto en el filme como en la realidad la amenaza no parte del hombre únicamente. Creo que deberíamos dejar a un lado nuestras diferencias y unirnos para sobrevivir.
–Da la sensación de que a lo largo de la historia no hemos evolucionado demasiado en ese aspecto. ¿Tiene fe en la raza humana?
–Tengo fe, es necesario tenerla, así como pensar que vamos a salir adelante.
–¿Cuál es el mejor consejo que ha recibido en su carrera?
–Que siga lo que mi instinto me diga, aunque he de confesar que no lo hago al pie de la letra a pesar de intentarlo. Mi padre siempre me ha dicho que trabaje duro y sea humilde porque un día puedes triunfar y al siguiente, perderlo todo. Y sabes, hoy arriba y mañana abajo.
–Imagino que su padre ha sido y es una figura de referencia en su carrera y su vida.
–Siempre ha llevado alrededor ese aura de grandeza que le ha distinguido. Ha sido capaz de rodar historias bastante interesantes porque en ellas contaba, daban que pensar y eso hoy es difícil de hallar por no decir imposible. Piensa que por su edad se ha codeado con lo más granado del mundo del cine.
–¿Comparten confidencias?
–Me encanta que me cuente sus experiencias y las pequeñas anécdotas que ha vivido. Él es un hombre, sin duda, chapado a la antigua, un caballero, un tipo con una admirable integridad. Jamás me dio un céntimo y me habló de este mundo tal y como es. Agradezco que me explicara la lección sin edulcorarla.
–Lleva expuesto desde que era casi un niño y conoce bien Hollywood. ¿Que es lo mejor y lo peor que tiene?
–Lo mejor, las películas, nuestro trabajo, me da lo mismo si es una comedia o un drama. Formo parte de este mundo y me siento orgulloso.
–¿Y lo que menos le gusta?
–No me tires de la lengua... lo peor creo que ya lo sabe cualquiera: todo lo que se pueden inventar de ti para machacarte y destrozar tu reputación. Lo mejor de trabajar en una película es sudar la camiseta y saber colaborar y coordinar a todo un grupo heterogéneo de gente. Eso es lo que me apasiona de esta profesión.
–Hace tres años decidió mudarse a San Diego. ¿No le gustaba Los Angeles?
–Adoro la tranquilidad de San Diego porque puedo vivir a mi aire y hacer lo que quiera sin tener que mirar atrás, algo que no va conmigo. Soy un loco delsurf y de realizar actividades al aire libre, pescar, viajar y pasar la mayor parte del tiempo con mi perro..., y esta ciudad es perfecta para eso. Los Ángeles es una locura en la que nunca me he acabado de encontrar. No creo que vuelva a vivir allí. Aquella etapa ya pasó, afortunadamente.
–En una industria tan competitiva como es la del cine, ¿cómo se consigue salir adelante sin perderse en el empeño?
–Intento comportarme como soy con quienes me rodean. Es la única manera que conozco de seguir adelante, aunque tampoco te garantiza nada. La lección la aprendí en casa. Miro al frente y de frente –esto también me lo enseñaron– y hasta ahora no me puedo quejar. Al principio cuando pedía trabajo había ciertas reticencias para contratarme por mi apellido y lo veo lógico. No me di por vencido y demostré que sabía trabajar. Me puse un plazo para no engañarme. Nadie me dijo que esto fuera fácil. Y me siento orgulloso de lo que he conseguido.