Serge Toubiana: «Hitchcock tenía una visión del ser humano que asustaba»
Serge Toubiana / Guionista.. Es el papel que ocupa en «Hitchcock/Truffaut», pero además ha dirigido dos documentales sobre Chaplin e Isabelle Huppert. También es crítico de cine y desde 2003 hasta 2015 fue el presidente de la Cineteca Francesa
Es el papel que ocupa en «Hitchcock/Truffaut», pero además ha dirigido dos documentales sobre Chaplin e Isabelle Huppert. También es crítico de cine y desde 2003 hasta 2015 fue el presidente de la Cineteca Francesa
Cada película de Alfred Hitchcock es un autorretrato. Exponía en ellas sus miedos, sus obsesiones, sus traumas, sus incertidumbres... Y en un filme, «La ventana indiscreta», se mostró a sí mismo como cineasta. Lo hizo mediante el personaje protagonista, interpretado por James Stewart, un fotógrafo que se ve obligado a guardar reposo con la pierna rota pero, sin abandonar su trabajo, toma la cámara y los prismáticos, y a través de la ventana de su salón observa a los vecinos de enfrente hasta toparse con una historia perturbadora, la de un asesinato casero que hoy sería un caso más de violencia de género. Así, Stewart se convierte en un «voyeur» que con su cámara decide el encuadre, el enfoque y la iluminación de lo que le rodea. Es decir, Hitchcock se refleja en él como un técnico audiovisual de su propia vida, su ser se destina a la construcción de las imágenes, y desnuda en ellas sus sentimientos y dudas. Además, Stewart debate lo que observa con su futura esposa, Grace Kelly, al igual que hacía Hitchcock con su mujer, Alma Reville, también dedicada al cine ayudando a su marido en los rodajes. Pero hay algo que separa a Stewart del resultado de su trabajo, del asesinato que ha descubierto con su cárama. Es la ventana indiscreta, en el caso del magistral director británico, la pantalla. De este modo, Hitchcock no se concibe como autor, lo hace como un extranjero en su propias películas, el mérito no es suyo, sino del cine y sus técnicas.
Sin embargo, ese filme se estrenó en 1954, y un año más tarde, un joven francés de 23 años llamado François Truffaut, que había dirigido tres largometrajes («Los 400 golpes», «Tire-au-flanc 62» y «Disparad sobre el pianista»), se empeñó en defender que Hitchcock no era un mero fabricante de películas, como el mismo director y la crítica nortemaericana creían, sino que era un verdadero artista, una autor que imponía la firma sobre sus filmes mediante una visión particular. «En el 55 Truffaut propuso a su redactor jefe en la revista ‘‘Cahiers du cinéma’’ y padre espiritual, André Bazin, un artículo especial sobre Hitchcock. A Bazin no le gustaba la idea, pero Truffaut le dijo que estaba rodando con Grace Kelly y Cary Grant en Niza la película “Atrapa a un ladrón”. Va hacia allí y se entrevista con el estadouniense y Bazin termina convenciéndose de que Truffaut tenía razón y Hitchcock era un verdadero autor», comenta Serge Toubiana, coguionista de «Hitchcock/Truffaut», documental dirigido por Kent Jones, y basado en el libro de mismo nombre que recopila la entrevista que el director francés realizó al inglés durante ocho días de 1962 en la Universal City de Los Ángeles.
Lo que Truffaut hizo durante aquella semana en la Meca del cine, asegura Toubiana, «fue ayudar a Hitchcock (que en ese momento estaba en la cima de su carrera tras el éxito de ‘‘Psicosis’’ dos años antes) a decir cosas que normalmente no contaba: sus secretos, su visión del mundo y el hombre. El francés le comentó a Hitchcock que según lo que veía en su cine, comprendía que tenía una visión moral enorme y que su visión católica de la culpabilidad o la prohibición erótica le conducían a pensar que los humanos vivían en una pocilga. Todo esto tuvo un efecto enorme porque la crítica americana cambió de opinión y se tomó a Hitchcock en serio como un autor, algo que antes no pasaba. Ahora sucede el mismo fenómeno con Spielberg, es el rey del cine mundial y, sin embargo, lo que hace siempre es criticado».
Según Toubiana, para Truffaut lo que realmente hacía de Hitchcock un autor era «que inventaba nuevas formas de realizar el arte como las grandes figuras artísticas de los años 20». No obstante, se daba la paradoja de que, al contrario de los autores puros que trabajan con libertad frente a la dogmática industria, «Hitchcock se protegía en el sistema de estudio, incluso invirtió en televisión como si hubiera aceptado la ley del mercado». Y es que el cineasta británico, comenta Toubiana, «aunque tenía una idea altísima de lo que hacía, no deseaba el estatus de autor». Ese que le habían impuesto Truffaut y sus compañeros de la Nouvelle Vague: Alain Resnais, Jean-Luc Godard o Jaques Rivette. Ellos, declara Toubiana, «también defendían a Renoir, que estaba en América; a Rossellini, que no gustaba en su propio país, Italia; y a Buñuel, aunque con él se equivocaron porque le apoyaron menos, pues minusvaloraban ciertos aspectos de su cine».
- Gusto por la libertad
Precisamente, para el guionista, esta generación de cine francés es de la cual «los cineastas tomaron el gusto por la libertad al trabajar frente a lo que imponía el sistema americano de rodar en los estudios. Definitivamente, la Nouvelle Vague es de lo que han aprendido los directores contemporáneos». Como los que aparecen en el documental: Martin Scorsese, David Fincher o Wes Anderson. De ellos a Toubiana le sorprendió «el interés por el trabajo del resto de compañeros, y conozco cineastas que no ven ninguna película. Eso no lo entiendo, sobre todo porque hoy en día el cine es algo mundial. En la época de Hitchcock esto no era así, sólo estaba la industria americana, la europea y la india, y cada una era un mercado cerrado».
A Hitchcock no le correspondía, por edad, ver la globalización del cine. Murió en 1980 a los 80 años. Sin embargo, Truffaut sí debía haberlo hecho, pero falleció prematuramente cuatro años después que su amigo americano, en 1984, a los 52. Por la infancia de Truffaut (nunca conoció a su padre y su madre le abandonó) se intuía que podría ser una persona con bastantes sombras. No era así, era un hombre cargado de luces que arrojó sobre Hitchcock, quien, a pesar de haber disfrutado siempre de una vida acomodada (condición que le horrorizaba porque provocaba la mediocridad del ser humano), sí estaba lleno de oscuridad, como se demuestra en «Encadenados» (1946), en la cual «un hombre está dispuesto a sacrificar a la mujer que ama para obligarla a casarse con un nazi, es decir, para entregarla a los brazos del mal», dice Toubiana, que concluye admitiendo que «Hitchcock tenía una visión del ser humano tan negativa que asustaba». Menos a Truffaut, que al asomarse a la ventana indiscreta de Hitchcock, no encontró tras ella a un loco ni a un pevertido, sino a un artista con una percepción particular trasladada a la pantalla de un modo genial y visionario.
Un director totalmente original
Si hay un director contemporáneo y de masas cuyo cine resulta tan perturbador y controvertido como el de Alfred Hitchcock, ese es Quentin Tarantino. A Serge Toubiana le encanta su trabajo y considera que «es un cineasta muy inteligente». Sin embargo, añade que también «es un maestro de la citación, es decir, revisita lo que se ha realizado antes, las películas de Sergio Leone, por ejemplo. Hay en él un gusto por lo irrisorio, mientras que en Hitchcock no, su cine es totalmente puro y original».