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Stephen King: Torres más altas han caído

Idris Elba y Matthew McConaughey protagonizan la primera entrega de la saga de ocho libros que escribió el maestro del terror. Una cinta que recoge la eterna lucha entre el bien y el mal que recupera para el cine a un grande del género
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Idris Elba y Matthew McConaughey protagonizan la primera entrega de la saga de ocho libros que escribió el maestro del terror. Una cinta que recoge la eterna lucha entre el bien y el mal que recupera para el cine a un grande del género.
Para comprender una época también hay que entender sus miedos y esperanzas. Y, probablemente, el escritor que mejor ha sabido leer los temores del hombre contemporáneo ha sido Stephen King, un escritor a contracorriente, que ha encontrado el estilo en el argumento más que en la «literaturización» de su prosa. En una sociedad que ha consagrado la adolescencia como una etapa más del crecimiento –los chicos que trabajaban en las fábricas del Londres decimonónico nunca pudieron soñar con una idea semejante– y que se ha sumergido en una modernidad moldeada por las sucesivas generaciones tecnológicas, el maestro norteamericano ha reconocido los monstruos y pesadillas que abruman nuestras conciencias diarias igual que, con anterioridad, los habían identificado Edgar Allan Poe (al que King siempre ha admirado y que es una de sus influencias más directas), Lovecraft, Mary Shelley con «Frankenstein» o el doctor John Williams Polidori, el célebre amigo de Lord Byron, con «El vampiro», una obra decisiva para que Bram Stoker acabara de pulir su «Drácula» (estos dos últimos personsajes representan, por un lado, la rebelión de la criatura contra el creador –de actualidad ahora que nos internamos en los pasillos de la inteligencia artificial– y el vampiro, en cuyo fondo se vislumbra el viejo anhelo de alcanzar la inmortalidad).
Stephen King inicia sus tramas con algo sencillo, como el atropello accidental de un gato, arrollado por un camión en una carretera, y que será el punto de partida de una de sus novelas más inquietantes: «Cementerio de animales». El novelista de Maine, tan popular como discreto, ha mirado en los sentimientos recónditos de las máquinas, como sucedía con «Christine», ese bonito «Plymouth Fury» del 58 con alma femenina y rasgos de mujer celosa que acaba poseyendo a su dueño; diseccionar mal, como deja entrever en «El resplandor» o explorar los diferentes pliegues de la amistad de la adolescencia en «El cuerpo» – que en su versión para el cine se tituló «Cuenta conmigo»–.
El final de este verano estará presidido por una doble cita con el rey del terror, que regresa a la gran pantalla con la adaptación de dos de los títulos más conocidos de su extensa bibliografía: «It» y «La torre oscura». Este último filme llega hoy a los cines y para el autor es su mejor obra, aunque no compartan esa misma opinión muchos de sus seguidores. «La torre oscura» es como una condensación del universo King, pero el resultado cinematográfico es un artefacto que se mueve en diferentes planos, pero no superpuestos, sino mezclados entre sí, y, de esta manera, el espectador pasa de los revólveres de calibre 45 a los ecos de la leyenda artúrica de «Excálibur» (esto no es broma) en cuestión de un par de planos.
Dirigida por Nikolaj Arcel y protagonizada por dos actores carismáticos, Idris Elba y Matthew McConaughey, la cinta, con vocación de «blockbuster» veraniego, transita por diferentes territorios y géneros (incluido el fantástico y la ciencia-ficción). El argumento, que cuenta con muy pocos rasgos humorísticos, se centra en la imprevista aventura que tiene que afrontar un chaval, que ha perdido a su padre durante un incendio, que padece pesadillas y tiene visiones nada tranquilizadoras. El chico (Tom Taylor), aunque no lo sabe, posee un don privilegiado, pero en nuestra sociedad materialista y sin capacidad imaginattiva no es más que un chiflado, un tarado, carne para los psicológos. La imposibilidad de distinguir entre lo que es ficción y lo que es realidad es justamente uno de los puntos más interesantes y divertidos de la cinta, pero es un espejismo que desaparece demasiado pronto para entrar en la acción y en una intriga de mínimos.
el baluarte de la maldad
A partir de ahí lo que se desarrolla es, básicamente, la sempiterna lucha entre el bien y el mal, encarnado en un pistolero, interpretado por Idris Elba –en el que algunos han identificado guiños al Clint Eastwood de «El jinete pálido»–, y un hechicero, en cuya piel se mete un hiératico y estoico Matthew McConaughey, que logra la proeza nada desestimable de no cambiar de expresión en los noventa minutos que dura la proyección. En el centro de este singular mundo existe una torre oscura (más que un recurso argumental, ya parece un topicazo: en la trilogía «El señor de los anillos» hay un par y en la versión del rey Arturo de Guy Ritchie, otra). En esta ocasión, la torre no es un baluarte de la maldad, sino un imprevisto y original pararrayos que protege al universo y, por tanto a la Tierra, y en especial la ciudad Nueva York, epicentro de todos los desastres cinematográficos desde hace ya unas cuantas décadas, de la oscuridad que reina al otro lado – que está habitada por desasosegantes y terroríficos seres que, faltaría más, desean invadirnos a toda costa–.
El relato, que está traspasado por la mítica norteamericana del Oeste, acaba incluyendo poderes psíquicos, puertas temporales y espaciales entre diferentes mundos, figuras de tintes demoniacos, suplantadores de humanos y todo un ejército de originalidades que, en el fondo, cumplen con un único objetivo: conquistar al público específico de los jóvenes, porque esta cinta, que ha sido maltratada por la crítica en otros países, parece que tiene bastante más que ver con la moda de las sagas protagonizadas por héroes adolescentes, como son «Divergente» o «Juegos del hambre», por citar un par de éxitos, que, por ejemplo, con la terrorífica «Carrie».
El proyecto de «La torre oscura», que es un conjunto de ocho volúmenes que Stephen King escribió basándose en un poema de Robert Browning («Childe Roland to the Dark Tower»), ha pasado por distintas fases y sufrido varios reveses. Esta producción, que no ha requerido una inversión millonaria, lo que, probablemente la salve, se planteó al principio a lo grande, pero, al final ha quedado en una película de presupuesto más modesto, lo que hay que traducir en este caso como un filme sin grandes riesgos. Planteada como una trilogía, ha sido objeto de algunas polémicas que han ido trascendiendo a lo largo del rodaje, como la elección definitiva de Idris Elba para el papel del pistolero: en los libros es un hombre blanco y, al comienzo, se había pensado incluso en Javier Bardem para que lo diera vida. Algunos «fans» protestaron, pero todo ha quedado en una anécdota, como, posiblemente, esta entrega.