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Tengo que salir de aquí

Natalia de Molina protagoniza la nueva película de Paco R. Baños, en la que interpreta a una joven que padece agorafobia.
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • M.Moleón

    Marta Moleón

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Natalia de Molina protagoniza la nueva película de Paco R. Baños, en la que interpreta a una joven que padece agorafobia.
Cuentan que uno de los escritores más destacados de la Generación del 27 tenía la costumbre de escribir desde un lugar donde los miedos se derraman, los sueños se solapan y las inspiraciones empiezan a nacer. Escribía en la cama, y la «culpable» de tan inusitado hábito no era otra que su propia cabeza. Y es que la vida de Vicente Aleixandre estuvo condicionada por el padecimiento de una enfermedad que ya entonces se caracterizaba por el «miedo al miedo», por un temor obsesivo a los espacios abiertos y por la imposibilidad de moverse sin ser frenado por un ataque de pánico o ansiedad. Ese trastorno que paralizaba al premio Nobel y a tantos otros escritores y artistas conocida como agorafobia también lo sufre George, una sevillana interpretada por Natalia de Molina, a la que le resulta imposible salir de un perímetro de su casa que implique más de un número concreto de pasos y que protagoniza el segundo largometraje de Paco R. Baños; «522. Un gato, un chino y mi padre».
Esta compleja enfermedad marca la historia de una cinta que nace, en palabras del propio cineasta, «de mi pasión por la cotidaniedad, por la rutina y por la relación que establece la protagonista con el espacio. La contemplación y la capacidad de dejar pasar las horas era algo que me atraía desde el principio. Después de “Ali”, mi primera película, quería dejarme llevar por algo que me tocase, porque si hay algo que tengo claro después de hacer proyectos con bajo presupuesto es que las cintas que cuente tienen que removerte por dentro. Además, me une un sentimiento muy fuerte con Portugal y era algo que también quería volcar aquí», indica.
Fados y angustias
George vive en compañía de su gato, sus recuerdos y su fobia en un pequeño apartamento destartalado de la capital hispalense hasta que en un arrebato de valentía decide emprender un viaje en compañía de un vecino chino hasta el territorio luso para esparcir las cenizas de su compañero felino guardadas en un bote de ColaCao tras el fallecimiento trágico de éste en el Puente de Triana. A partir de ese momento, el temor de la joven y su deficiente interacción social empezarán a sufrir una serie de cambios que propiciarán un redescubrimiento de la persona que es y un impulso definitivo para convertirse en la que quiere ser.
«George es alguien que de primeras no intenta agradar y enseguida me sentí muy identificada con ese rasgo de su personalidad. Al principio no entiendes muy bien qué le pasa pero poco a poco consigues adentrarte en su cabeza y en sus traumas y empiezas a comprender por qué es como es. Al final las personas somos un poco así, contradictorias. Y creo que resulta importante conocer a la gente para saber de dónde vienen y porqué son como son», comenta la actriz doblemente galardonada con un Goya acerca de su personaje.
La tristeza soterrada de los fados ambienta esta «road movie» indie que transita entre el pasado y el presente de una mujer que aprovecha la nostalgia de la muerte de su mascota para volver a los orígenes de su pasado, recuperar la figura de su padre y superar sus temores más vivos con los escenarios de la costa del Algarve portugués y la bondad de su compañero de travesía como principales motores. Para encarnar a esta chica con agorafobia, asegura entre risas Natalia de Molina que «a nivel interpretativo me ayudó mucho el director, fue como si la propiciara; al usar primerísimos planos sentía la cámara encima todo el rato. Era un poco claustrofóbico trabajar así, notaba indicios de agobio y ansiedad y era algo que me generaba cierta inseguridad. En realidad, fue perfecto para George y para esta historia».