«Titli» levanta con su buena factura el tedio del festival de Cine Gijón
Esta edición, que toca a su fin, será recordada por la mediocridad de las cintas presentadas
De todo hay en el Festival de Cine de Gijón. Bueno y malo. En el segundo grupo, el primer largometraje de Thomas Cailley, “Les Combattants”. El
mundo del espectáculo no necesitaba este trabajo, que jamás se estrenará y que dudo si alguien pagaría un euro por verla. Es un insulto al
séptimo arte. Afortunadamente, también ha entrado en el concurso una buena película hindú, igualmente “opera prima” de Kanu Behel, “Titli”,
una cinta dura, con ribetes de tragicomedia y llena de violencia domestica que pivota alrededor de una familia precaria de los barrios bajos de Delhi. Gente sucia que sólo se lava los dientes. Ladrones violentos, corrupción policial y los extraños caminos del amor. En ese caótico y violento mundo dos seres absolutamente antagónicos encuentran que hay una vía de escape y la posibilidad de encontrar una nueva vida. Un hombre y una mujer se unen en matrimonio por la conveniencia de las respectivas familias.
En ese matrimonio priman los intereses de todos al margen de cualquier consideración sentimental. Pero claro es una película, y un final relativamente feliz se impone. Anoten: una cinta a tener en cuenta al final en el Palmarés, de las pocas, diría yo, porque se acerca al final una edición que pasará con más pena que gloria. Se ha exhibido también “Hippocrate”, de Thomas Lilti, que antes de dedicarse al cine, era médico, con lo cual la película está muy bien documentada, ya que la acción transcurre en un hospital con ambiente de médicos residentes internos y casos de todo tipo. Es una película correcta. Además este tipo de argumentos sobre médicos y enfermos siempre funciona tanto en el cine como en la pequeña pantalla. Podríamos recordar aquel famoso doctor Kildare, cuando la televisión era en blanco y negro. En esta película de Gijón no falta nada: guardias tremendas, errores médicos, mal material, luchas internas e incluso roza sin citarla la eutanasia.
Película que se deja ver. No es el caso de la de nacionalidad China,”Trap Street”, escrita y dirigida por Vivian Qu. La autora, que tiene una buena carrera como productora, y que ha ganado como tal, un Oso de Oro en Berlín hace unos años, nunca debidó dejar su primer oficio de escritota porque este primer trabajo no le funciona: ni la historia de amor, ni los momentos de thriller, ni el ambiguo final. Tampoco tiene una estética que supere esos defectos a lo largo de los 94 minutos que dura. La opinión general es que es un flojo Festival y la curiosidad la marca Francia, pues de quince películas a concurso, hay cinco de ese país y varias coproducciones en que interviene.
De lo mejor a lo peor
Ser la peor, dado el nivel medio, es muy difícil, pero “Metamorphoses”, que firma Christophe Honoré, lo logra. Los Dioses del Olimpo, en la
Francia rupestre. Dice un rótulo inicial, una frase de Ovidio. Si este autor levantara la cabeza y viera lo que han hecho con su poema épico,
la volvería a bajar, seguro. Entre las tonterías de la película, el hecho de que Júpiter quiera cambiar de sexo (llega incluso a acudir a un
médico, increíble) y absolutamente grotesca. La buena, magnifica y seguro que figurará en el palmarés final, es “Life feels Good”, película polaca de Maciej Pieprzyca que narra la historia real de Mateusz, al que desde la infancia, los médicos le diagnostican erróneamente una parálisis mental.
El filme recuerda a otro similar, australiana premiada en festivales, titulada “Hazme bailar mi canción”. La película polaca, describe muy bien, la historia tremenda de la incomunicación del personaje, con su entorno. Poco a poco, empiezan a entenderle y con los movimientos de los párpados, afirma o niega preguntas. Muy bella y con dos momentos sublimes que emocionan, sobre todo cuando deja escapar un grito desgarrador: “No soy un vegetal”. El director se apoya y es muy lícito al hacernos oír los pensamientos del personaje lógicos en un ser racional con limitaciones físicas.