«Transformers, el último caballero»: Máquina total 5
Dirección: Michael Bay
Guión: A. Marcum, M. Holloway y K. Nolan
Intérpretes: Mark Wahlberg, Anthony Hopkins, Laura Haddock
USA, 2017. Duración: 149 minutos. «Fantástico»
Era previsible que llegara el día en que Michael Bay se viera con la autoridad de reescribir la Historia. Así las cosas, los Transformers, que existían antes del Big Bang, se conjuraron con un Merlín recién salido de un episodio de «Benny Hill» para que el rey Arturo iluminara el Medioevo con su luminosa Excalibur. Si no fuera por ellos, Hitler habría ganado la guerra. Hn sido el secreto mejor guardado de la humanidad: después de todo –o eso nos cuenta sir Edward Burton, el astrónomo ilustre que Anthony Hopkins interpreta con la sonrisa borracha de Chianti de Hannibal Lecter– han contado con protectores tan extraordinarios como Mozart, Shakespeare o Stephen Hawking, miembros de una sociedad secreta que han velado por sus derechos en la clandestinidad.
Esta relectura, mucho más simpática contada que sufrida en una sala oscura, culmina otra relectura, la del concepto de «blockbuster», ahora convertido en epítome de un «post-cine» que escupe sobre el relato para desplegar una orgía de imágenes sintéticas que, en modo bucle, se autodestruyen y reconstruyen ante nuestros ojos como un juguete irrompible, eterno en sus múltiples permutaciones. Lo que ocurre es que la repetición, según Bay, no genera ninguna diferencia; es decir, no genera sentido. El fin del mundo es el mismo en la segunda que en la quinta entrega, por mucho que ahora, por exigencias del guion, Optimus Prime se haya convertido en su némesis y el misterio de Stonehenge también pertenezca a la genética de los engendros mecánicos de Hasbro.
Bay ha inventado el cine en estado de demolición. En las escenas de acción, el montaje no sirve para construir un espacio, ni tan siquiera para que percibamos el juego de escalas que nos ayuda a situar dónde están los monstruos de metal y dónde los humanos. En los límites de la percepción, todo explota y se comprime, todo parece pertenecer a dimensiones distintas del tiempo cuando todo ocurre a la vez.
En cierto modo, Bay, al que –como a Guy Ritchie, perpetrador de ese dislocado «Rey Arturo» que se estrena la próxima semana– hay que reconocerle la pétrea consistencia de su estilo, está haciendo cine experimental involuntario, siempre pensando desde la más abstrusa insensibilidad del cine «fast-food» Su película es tan irritante como una luz estroboscópica proyectada sobre el rostro del espectador. Es posible, pues, que «Transformers, el último caballero» funcione mejor como (discutible) instalación artística, en la que el espectador pueda entrar y salir de sus apocalipsis a su antojo.
LO MEJOR
Que su mala recaudación en las taquillas estadounidenses detenga la franquicia
LO PEOR
Que se hayan invertido más de 200 millones de dólares en una película como ésta