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Trump, invitado «non grato» a la fiesta de «La La Land»

El musical de Chazelle parte como favorita frente a «Moonlight» y «Machester frente al mar», que reflejan una Norteamérica en estado de parálisis, en una gala que se prevé muy crítica con el presidente y más apacible que al año pasado en cuanto a la cuestión racial. ¿Será por fin el año del primer Oscar a un cortometraje español?
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El musical de Chazelle parte como favorita frente a «Moonlight» y «Machester frente al mar», que reflejan una Norteamérica en estado de parálisis, en una gala que se prevé muy crítica con el presidente.
El año pasado, el tag #OscarSoWhite denunció la ausencia de afroamericanos en la alfombra roja del Dolby Theatre de Los Ángeles. Tal vez era un signo de que Obama estaba empezando a irse de la Casa Blanca y los tiempos del «We Can» habían llegado a su fin. Con el ruido mediático que hicieron los damnificados, era de esperar que esta edición de los Oscar les compensara con creces. Y vaya si lo ha hecho: al menos tres películas («Moonlight», con ocho nominaciones; «Fences», con cuatro; y «Figuras ocultas», con tres) convierten la cuestión racial en un tema de Estado («El nacimiento de una nación», de Nate Parker, ha sido excluida de la terna como castigo consensuado a su director, que fue acusado de violación en 1999). Son los Oscar de la diversidad, y tienen que serlo ahora que las estrellas han empezado a utilizar su palmito para desmarcarse de la era Trump. Si Meryl Streep, tan hábil marcando tendencias, sacó pecho en los Globos de Oro, fue para enviarles una consigna a sus compañeros de pupitre. Por supuesto serán unos Oscar políticos, y no precisamente defensores del ultraderechismo del magnate xenófobo. Mientras tanto, paradójicamente, los ejecutivos de los estudios están preparándose para satisfacer a su nuevo amo, y dejan que los actores se dediquen al trabajo sucio de lamentarse por ello.
- Ligereza y escapismo
Es muy común leer en los artículos sobre los Oscar que se están publicando en la prensa que si gana «La La Land», con sus catorce nominaciones como llave maestra, la industria legitimará la era Trump. La ligereza y el escapismo de un musical romántico casan bien con la falta de profundidad de un gobierno que tuitea con tanta convicción como se pone en ridículo. Se trata de un argumento facilón, poco consistente, sobre todo porque «La La Land» no es ni «Chicago» ni «Sonrisas y lágrimas». Para este crítico, las tres mejores películas de los Oscar 2017 (por supuesto, el espléndido musical de Damien Chazelle, y las no menos impresionantes «Moonlight» y «Manchester frente al mar») pueden ser interpretadas como la diagnosis de una sociedad en estado de parálisis, replegada sobre sí misma y sobre las estrategias trágicas de su desesperanza. Esto puede ser más evidente en los filmes de Barry Jenkins y Kenneth Lonergan, pero resultar más problemático en «La La Land», que parece plantear la dicotomía arte-éxito como una cuestión de principios condenada a perder la partida cuando se trata del reconocimiento público. El amor fracasa allí donde triunfa la exposición, la ambición, la ascensión social. De lo que sus detractores parecen olvidarse es del poso profundamente amargo de su conclusión, tal vez porque, más allá de la infelicidad, aún se escuchan pasos de claqué y temas pegadizos que nos recuerdan que Hollywood todavía sabe fabricar sueños.
Dicho esto, en la categoría de mejor película la batalla se librará entre Chazelle y Jenkins. Ahí está, claro, Mel Gibson con «Hasta el último hombre», que legitima la resurrección del paria crístico con una epopeya bélica técnicamente brillante pero ideológicamente sospechosa. También aparece «La llegada», sorprendente éxito de taquilla para un filme de ciencia-ficción de aspiraciones semióticas que se preocupa por la falta de solidaridad entre naciones en la era de la globalización. Y, por supuesto, la notable «Comanchería», que radiografía como nadie una América, la que ha votado a Trump, empobrecida y desesperada, que aún escupe tabaco a cuarenta grados a la sombra, como si el tiempo, incendiado por la ira, fuera incapaz de transcurrir. Y si la Academia hubiera sido un poco más abierta en sus gustos, no le habría hecho el vacío a una película tan relevante como «Silencio» y se hubiera cerrado el círculo. Después de todo, el filme de Scorsese, gestado a fuego lento durante tres décadas, es una fábula sobre la intolerancia, tan necesaria ahora que el gobierno americano amenaza con deportar a millones de inmigrantes.
Árida, áspera y a contracorriente, «Silencio» es, en verdad, una película anti-Oscar. Y, todo hay que decirlo, la Academia ya ha gastado todos sus cupones de generosidad y tolerancia con la nominación a la mejor actriz para la Isabelle Huppert de «Elle». Es probable que su presencia en la terna haya sido la responsable de la ausencia de Amy Adams, que tenía en contra protagonizar dos películas, «La llegada» y «Animales nocturnos», que pueden haber dividido los votos de los académicos. En todo caso, solo por la remota posibilidad de que Huppert, que con un solo pestañeo se come con patatas a sus competidoras, gane el Oscar a la mejor actriz, valdrá la pena estar atento a lo que ocurre en la madrugada del domingo a lunes. Decimos «remota» porque da la impresión de que, con su nominación, los académicos ya han cumplido con la cuota europea, atrevida, «de autor», del año. Premiar a la mejor actriz del mundo interpretando a un personaje que muchas de Hollywood habían rechazado sería una bofetada demasiado sonora para el pensamiento políticamente correcto de los que piensan que Paul Verhoeven ya era agua pasada.
- Farhadi vs Toni Erdmann
En la categoría de mejor cinta extranjera, la polarización de la opinión pública norteamericana puede manifestarse de manera extrema. ¿Qué ocurriría si ganara la iraní «El viajante»? A pesar de que Asghar Farhadi se llevó el Oscar hace cinco años por «Nader y Simin: una separación», anunció que no asistiría a la ceremonia después de que Trump apuntara a Irán en la lista negra de los países «non gratae». Ni siquiera la noticia de que un juez federal de Seattle (Washington) había bloqueado el decreto ley del veto migratorio ideado por Trump hizo cambiar de opinión a Farhadi. Sería, pues, todo un gesto político que Farhadi no pudiera recoger su segundo Oscar por culpa de Trump, aunque la principal perjudicada sería «Toni Erdmann», la amarga sátira de la alemana Maren Ade, que le pasa la mano por la cara a la, por otra parte, excelente «El viajante». Lo que no nos puede alejar de lo que realmente importa: que sea la noche en que, por primera vez, un corto español, «Timecode», se lleve el Oscar.
«Moonlight»
Interpretaciones notables y una delicada y a la vez dura disección de la vida de un joven afroamericano le han valido 8 nominaciones.
«La La Land»
Con 14 candidaturas (cifra récord que iguala a «Titanic» y «Eva al desnudo»), el musical de Damien Chazelle es el gran favorito y, sin duda, la sensación del año. Esta fábula con tintes clásicos sobre el éxito y el amor es todo un homenaje a la Meca del cine. Raro sería que no arrasase en los Oscar como ya hizo en los Globos de Oro.
«Manchester...»
Casey Affleck es el más serio candidato al Oscar por su interpretación de un hombre corroido por la culpa en esta cinta con 6 candidaturas.
«La llegada»
A pesar de sus 8 opciones, es complicado que la insólita cinta de ciencia ficción de Villeneuve se cuele en el reparto final.
«Hasta el último...»
Mel Gibson vuelve a los Oscar con 6 nominaciones para su película antibelicista protagonizada por Andrew Garfield.
«Lion»
Dev Patel y Nicole Kidman encabezan el reparto de esta cinta que narra la búsqueda de un joven adoptado de sus padres verdaderos.
«Figuras ocultas»
Hollywood rescata el trabajo silenciado de las matemáticas afroamericanas en la NASA durante los años de la segregación.
«Fences»
El incombustible Denzel Washington opta al Oscar por esta cinta que dirige sobre los sueños rotos de la comunidad negra.