Un fugitivo en el club de la lucha
Nicolas Winding Refn, quien diera el salto a la fama con «Drive», es una de las referencias de la nueva hornada del esplendoroso cine danés de las últimas dos décadas. Desde crío concibió el cine como la vía de escape para afrontar su dislexia y entender el mundo que le rodeaba, siendo «La matanza de Texas» la cinta que más le impresionó. En varias de sus obras menos comerciales destaca la influencia de David Lynch, el cineasta dominador del onirismo por antonomasia. Sin embargo, Winding Refn no se limita a imitar a su mentor, sino que añade un ingrediente de intrépida curiosidad por la violencia; en este aspecto se asemeja a Haneke, quien también la emplea de forma impúdica para provocar al espectador. Sus personajes suelen ser entes solitarios que tratan de huir de un pasado violento, pero son lo que son: la violencia genera violencia. En «Drive», Gosling hace referencia a la fábula del escorpión y la rana: la rana ayuda al escorpión a cruzar el río, pero éste no puede resistir picarla, pese a que sabe que con ello no llegará a la orilla. Se puede extrapolar a los protagonistas de Winding Refn: reincidirán en su regusto por la violencia, aun sabiendo que ello será su perdición. Con sólo 24 años, Winding Refn se embarcó en el proyecto del drama criminal «Pusher», que fue bien acogido por la crítica. Pronto quiso dar el salto a América, pero su primera expedición fue un fiasco, y la millonaria deuda que dejó el fracaso comercial de «Fear X» estuvo a punto de acabar con su carrera. A regañadientes volvió a Dinamarca para convertir «Pusher» en una trilogía y recuperar así su credibilidad. Ayudado por el distribuidor de la trilogía en el Reino Unido, contactó con productores y reparto de su siguiente filme: «Bronson», su primera película de habla inglesa con éxito.
En 2010 comenzó a preparar su obra maestra hasta la fecha: «Drive». Pese a los problemas de financiación que tuvo cuando Universal Pictures le dejó tirado, encontró la ayuda de varias productoras de cine independiente en el Festival de Cannes de 2010, donde un año más tarde sería ovacionado a la vista del resultado. Emulando la estética del cine «underground» de Kenneth Anger, el resultado de «Drive» es óptimo. Si bien es el filme menos extravagante de su carrera, mantiene la esencia de autor, perseverando en los planos largos y en la cámara cercana a los personajes. «Sólo Dios perdona» mantiene muchas semejanzas con «Drive», si bien incorpora el onirismo lynchiano que Winding Refn desterró en su segunda expedición en América. Sin embargo, el resultado no es todo lo bueno que cabría esperar, y la historia pronto pierde interés. Da la impresión de que inicia la obra con el Ferrari que tan bien funcionó en «Drive», pero que se le olvidó revisar el motor antes de comenzar la carrera, y el guión empieza a flaquear a los quince minutos. Pese a las dudas que deja el filme, se agradece que directores como éste muestren personalidad y huyan de los tópicos que tanto inundan las carteleras.