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Yo soy la película

La Razón

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Director: Edward Zwick. Guión: Richard Wenk, Marshall Herskovitz, E. Zwick (Novela: Lee Child). Intérpretes: Tom Cruise, Cobie Smulders, Danika Yarosh. EE UU, 2016. Duración: 118 min. Acción.
Tiene 54 años, nunca ha podido ni podrá borrar de su trayectoria profesional la mancha ominosa que todo lo salpica de la cienciología, esa hortera y todopoderosa secta pseudoreligiosa que cree en los marcianos y en John Travolta cuando ni siquiera Tarantino daba un duro por él. Su separación de la que parecía entonces abducida Katie Holmes fue sonada, y dicen que no ve apenas a Suri, la menuda «it girl» hija de ambos; fue un divorcio igual de sonado que el de la botomixada Nicole Kidman, que jamás abre la boca para mencionar el apellido del hombre con quien estuvo unos quince años unida... Y le achacan tantos defectos, tantas leyendas urbanas y tantas historias más... Tom Cruise, sin embargo, apenas levanta una ceja ante las habladurías y sigue convirtiendo en oro casi todas las producciones que toca. Hace ya mucho tiempo que se convirtió en un buen actor a fuerza de empeño y de dólares, pero sin embargo, le continúan negando el pan y la sal, sobre todo los críticos más eruditos, y aquí no caben, repito, los motivos extraprofesionales. Ahora, este millonario rey midas de Hollywood sin pareja que sepamos estrena la secuela de «Jack Reacher» (Christopher MacQuarrie, 2012) y nuevo rostro, aunque más de uno se pregunte, no por las razones de la nueva entrega, sino por el nombre del flamante cirujano plástico, ya que Cruise parece igual de joven que cuando estrenó la anterior. El pretexto: la mayor Susan Turner, líder de la antigua unidad militar de Reacher, es falsamente acusada de traición. El solitario y guerrillero Jack Reacher tendrá que sacarla de prisión y descubrir la verdad detrás de una conspiración gubernamental para limpiar los nombres de ambos y, de paso, salvar el pellejo. En realidad, qué poco trabajo tuvo Edward Zwick («Leyendas de pasión», «El último samurái», «El caso Fischer», «Diamantes de sangre»... un cineasta acostumbrado a trabajar con guapos), que sabe lo que siempre debe hacer en un filme para todos los públicos y condiciones, sea Pitt o la estrella que nos ocupa quien esté frente a la cámara: dejar que la historia fluya más o menos dignamente, que las escenas de acción resulten vistosas y que en el fondo enigmático e inaprensible Cruise demuestre al espectador que sigue creyendo en sus personajes tanto como en sí mismo. Con o sin paso por el quirófano.