Zemeckis, una epopeya en miniatura
El director de «Forrest Gump» lanza con «Bienvenidos a Marwen» una historia de superación basada en un caso real, el de Mark Hogancamp, un artista que creó una ciudad de muñecos que fotografiaba para superar los traumas de una paliza que lo inhabilitó para pintar.
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El director de «Forrest Gump» lanza con «Bienvenidos a Marwen» una historia de superación basada en un caso real, el de Mark Hogancamp, un artista que creó una ciudad de muñecos que fotografiaba para superar los traumas de una paliza que lo inhabilitó para pintar.
Todos tenemos un «superyo» e incluso los más pequeños, aun intacta la inocencia, disfrutan de darle rasgos: es el amigo imaginario, una proyección de lo que anhelamos ser. Para Mark Hogancamp, ese «superyo» era el capitán Hogie, un bravo y seductor oficial norteamericano que plantaba cara a las fuerzas nazis y traía de cabeza a las mujeres de un pueblo belga de la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, Hogie no existía; era, simple y llanamente, el espejo en el que Mark Hogancamp, un hombre herido por su sensibilidad y su entorno más que por balazos de guerra, deseaba mirarse. Su escapatoria de sí mismo y, al tiempo, el puente imaginario con el que reconciliarse con su yo verdadero. Suena abstruso y lo es, porque la historia de Hogancamp es infinitamente peculiar, una vida «de cine».
La historia de Mark comenzó a exceder los límites de su barrio en un pueblo del estado de Nueva York cuando otro fotógrafo de la zona se fijó en aquel tipo extraño que siempre acarreaba consigo un jeep en miniatura en el que viajaban sendos personajes de la Segunda Guerra Mundial. Hogancamp le abrió entonces la puerta de Marwen, el pueblo belga que había recreado (con sus casas, sus bares, sus iglesias, su plaza central...) en el jardincillo trasero de su caravana, y le mostró las fotografías sumamente realistas de oficiales norteamericanos y nazis (su abuelo estuvo en la Lugwaffe reclutado por los alemanes) que hacía de aquella vida a escala. El artista acabó exponiendo aquellas instantáneas tomadas con una vieja cámara de 35 milímetros y en 2010 se estrenó un documental que tuvo gran resonancia sobre su vida y obra.
Apenas vio el documental, Robert Zemeckis, el exitoso director de «Forrest Gump» y «Náufrago», dos cintas que tienen no poco que ver con esta en aspectos más allá de lo epidérmico, supo que quería llevar a la gran pantalla, en fomato de ficción, la historia de Hogancamp. «Lo más interesante de Mark es que utilizó muñecos para crear todo un mundo que fotografió. Me di cuenta de que en cada instantánea contaba historias complicadísimas, y eso me inspiró. Con esta película podemos contar el desarrollo desde la imaginación de Mark, hacer que vivan de verdad sus muñecos. Sabía que sería algo muy fuerte, enorme, algo que nunca se había visto antes».
Y es que «Bienvenidos a Marwen» se mueve en dos planos paralelos: la realidad del artista y la vida «animada» de sus fotografías. Las miniaturas cobran existencia, se mueven en pantalla, interactúan, para explicar la compleja mentalidad de un creador único en su especie. Porque la historia de Hogancamp es la sanación a través del arte, o el arte como terapia contra el trauma. A este ilustrador, que creaba cómics de éxito, se le truncó la carrera y la vida cuando recibió una paliza por cuestiones de odio (Mark solía usar tacones aunque no fuera homosexual). Aquella agresión de unos neonazis le invalidó su capacidad de dibujar e hizo que perdiera por completo sus recuerdos de antes del suceso. Encerrado en su mundo, el artista comenzó a volcarse en el pequeño pueblo de Marwen creado por él mismo, a través de cuyas figuras, relacionadas co sus amigos, enemigos, amantes, vecinos, establecía conexiones con su realidad.
Una vía de escape imaginaria
«Muchos de nosotros jamás tendremos que librar una lucha tan severa como la de Mark, pero todos entendemos su necesidad de curarse emocionalmente –opina Zemeckis–. Él necesitaba expresar lo que le torturaba, acabar con ese periodo de su vida y resolverlo de una vez por todas». No estamos tan lejos de la realidad paralela de aquel alma cándida que nos conquistó a todos en 1994, «Forrest Gump», o de la necesidad de buscar en la dicción motivos para sobrevivir de «Náufrago». Incluso, apurando, de la huida, la aventura hacia afuera, hacia lo imposible, de «Regreso al futuro». «Esa es una de las razones de ser del arte –prosigue el director–, por eso me identifiqué con las fotografías de Mark. Cualquiera puede entender el poder sanador del arte y la necesidad de expresarnos a través de él. Da igual que cantes en un coro y plantes un jardín, son actos creativos y los llevamos a cabo con el objetivo de procesar lo que no entendemos en la vida, las cosas muy complicadas».
«Contra todo pronóstico –asegura Steve Carell, actor que da vida a Hogancamp–, creó su propio método de curación. Lo que ha conseguido es asombroso, como también lo es su integridad como ser humano». Carell es el encargado de dar verosimilitud a un ser que nos parece de entrada excéntrico, fuera del mundo. Con este papel fue con el prmero con el que, dice, «di el primer paso». Cuando supo que Zemeckis anda liado en esta historia, lo llamó. Necesitaba, explica, «encarnar a este personaje emocionalmente herido y aportarle diferentes niveles de sufrimiento».
Pero se puede decir que el trabajo de Carell es doble: el de Hogancamp y el del intrépido capitán Hogie del mundo imaginario de Marwen y que lucha contra los propios demonios del artista. «Todos tenemos un héroe en nuestra fantasía, y Hogie es el de Mark. Un capitán del Ejército del Aire, muy macho, que siempre va al grano, todo lo que a Mark le gustaría ser». El casting del filme tenía que estar elegido con mucha antelación para que el fabricante de muñecos pudiera trabajar con esa base. Se crearon un total de 17 miniaturas. La recreación «animada» de los personajes ha integrado a un gran grupo de personas, desde supervisores de efectos especiales, maquilladores oscarizados como Bill Corso, que se encargó de los efectos de «maquillaje digital», técnicos en efectos visuales que imprimieron elementos en 3-D para luego pintarlos... Las figuras son a escala 1:6 y todos están relacionados con los perosnajes reales de la vida del artista. Los actores fueron grabados mediante técnicas de captura de movimientos para trasladar su expresividad a los muñecos.
Pero más allá de los protagonistas, Marwen enteró debía cobrar vida. Se hizo toda una ciudad a escala. Para dotarlo de mayor verosimilitud, en consonancia con el trabajo de Hogarcamp, se usaron materiales de segunda mano y recuperados. «Mark intentó plasmar sus emociones en un pueblo en miniatura sin intentar que fuera perfecto –explica Zemeckis–. ¿Cómo diseñar Marwen para que en cualquier momento recordáramos al público que estaba hecho de trozos de madera contrachapada encontrada en contenedores?», concluye.