Clara Janés, entre el enigma y la mística
La poeta y traductora ingresó ayer en la Academia con un discurso sobre Salomón y el «Cantar de los cantares» y los místicos españoles.
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La poeta y traductora ingresó ayer en la Academia con un discurso sobre Salomón y el «Cantar de los cantares» y los místicos españoles.
Aunque siguen siendo minoría, la Real Academia Española (RAE), va incorporando paulatinamente a mujeres entre sus filas. Clara Janés, que ayer tomó posesión como nuevo miembro de la misma con la lectura de su discurso «Una estrella de puntas infinitas. En torno a Salomón y el “Cantar de los cantares”», es la décima que ingresa en la Docta Casa desde que lo hiciera la primera, Carmen Conde, en 1979, y la séptima que se sienta en este momento en uno de los sillones de la institución. Fue elegida en 2015 en su condición de poeta y traductora para ocupar la silla «U», vacante desde el fallecimiento de Eduardo García de Enterría en septiembre de 2013. Su candidatura fue presentada por los académicos Luis María Anson, Margarita Salas y Soledad Puértolas, y elegida ante el otro candidato, el catedrático de filología inglesa Fernando Galván.
Nacida en Barcelona en 1940, Clara Janés es hija del famoso editor y poeta Josep Janés. Se licenció en Filosofía y Letras en Pamplona y posteriormente estudió literatura comparada en la Sorbona de París. Además de poeta, cultiva otros géneros, como la novela, la biografía y el ensayo, pero se distingue, especialmente, como traductora, donde destacan las realizadas del checo, en especial, de las obras de Vladimir Holan y Jaroslav Seifert. También las de Marguerite Duras, Katherine Mansfield o William Golding, y de poetas turcos y persas. Publicó su primera obra en 1964, «Las estrellas vencidas», y la última, «Movimientos insomnes», que reúne lo mejor de su poesía, apareció en octubre de 2015. Influida desde joven por la mística española y por la poesía arabigoandaluza, en su obra se refleja una atracción especial por el mundo oriental, en el que es experta.
De Blecua a Riquer
Dedicó su discurso a José Manuel Blecua –profesor clave en su vida– y a la memoria de Martín de Riquer y fue respondida por Soledad Puértolas. Comenzó afirmando que «siempre he tenido presente la importancia de la lengua, no solo en sus nexos con la expresión, sino sobre el enigma que ronda la escritura». De su antecesor Eduardo García de Enterría dijo que «no sospechaba que, además de una eminencia en el derecho administrativo, fuese autor de ensayos sobre literatura», ni padre de Álvaro, un amigo al que conoció en Benarés. Sorpresa que se acrecentó cuando doña Amparo, su madre, le envió tres libros, a la postre relacionados con este discurso: «Una estrella de puntas infinitas», del que ya había comenzado a escribir algunos párrafos esotéricos sobre el enigma de la creación, la alquimia y la presencia de Salomón y el «Cantar de los cantares» en la mística de Oriente y Occidente.
«Hace años que, movido por una única energía impulsora, gira en mi mente un triángulo de tres nombres: fray Luis de León, Arias Montano y san Juan de la Cruz junto a Teresa de Jesús. Esa energía es el ‘‘Cantar de los cantares’’, obra que ha generado deslumbrantes destellos y despertado tales ecos –a través de la imagen, de las traducciones, de las imitaciones o simbolismos– que han acabado por convertirse en semillas fecundas». Y se preguntó: «¿Cómo una obra cuya traducción exacta es casi imposible puede convertirse en una versión y estudio apasionantes (Fray Luis), en una égloga (Arias Montano) o ser el germen de una de las mayores creaciones literarias existentes, el “Cántico espiritual” de San Juan de la Cruz? Mi vinculación con la escritura empezó con él». Luego pasó a presentar la figura de Salomón según el gnosticismo, el hermetismo, el islam o el cristianismo y con el «Cantar» según nos situamos en Oriente u Occidente. Para ella, «un sartal de requiebros que esposa y esposo se lanzan mutuamente». Y, según Steiner, «con elementos orales arcaicos quizá influenciado por la poesía amorosa erótica egipcia». En la vía oriental, «la primera vez que el “Cantar” se leyó a lo divino fue obra de los mismos judíos en el siglo I» y, en el mundo islámico, «Salomón es un personaje que destaca por su enorme poder”.
Dejando «la tentación esotérica de Oriente» se situó en el Renacimiento en España. «En dos ciudades, Alcalá y Salamanca, y aquellas tres puntas de la estrella, tres hombres de fe y letras: Arias Montano, el primero en pasar el ‘‘Cantar’’ del hebreo al romance convirtiéndolo en una égloga pastoril; fray Luis de León, que lo tradujo e hizo primer comentario y san Juan de la Cruz, que escribe desde la prisión de Toledo las primeras estrofas del “Cántico espiritual”». A estas puntas «se suma una mujer también de fe: santa Teresa de Jesús, que escribe sus “Meditaciones sobre los Cantares”. Tal mezcla de pasión y lucidez resultó tan peligrosa, que los inquisidores ordenaron quemar el libro».