Cobos Wilkins renace de las cenizas húmedas del planeta
El escritor publica el poemario en el que lleva trabajando los últimos seis años, «El mundo se derrumba y tú escribes poemas», un canto al desamparo y el dolor con destellos luminosos.
El escritor publica el poemario en el que lleva trabajando los últimos seis años, «El mundo se derrumba y tú escribes poemas», un canto al desamparo y el dolor con destellos luminosos.
En una escena de «Casablanca» Ingrid Bergman le dice a Humphrey Bogart: «El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos». La frase es de las más repetidas de este clásico del cine, y ahora el poeta Juan Cobos Wilkins la ha adaptado para darle título a su nuevo poemario, «El mundo se derrumba y tú escribes poemas» (Fund. José Manuel Lara). El nombre, comenta el autor, «lo tenía claro desde el primer momento, era la esencia de lo que quería contar, lo que no esperaba es que fuese a reflejar tan bien la realidad». Y es que el planeta de verdad se ha desplomado en los últimos seis años, los que lleva Cobos Wilkins escribiendo el libro: «Me da pena entregar la obra públicamente porque me ha acompañado durante unos años duros. Todos asistíamos a un mundo que creíamos habitado y habitable, y después vimos que se caía. Nos quedábamos en un vacío y perdidos. Y, personalmente, también ha sido un tiempo hiriente, de orfandad, de pérdidas, de desamparo...». No obstante, reconoce Cobos Wilkins que logró «reconfortarse» y no «sumarse al hundimiento» gracias a «los pequeños detalles», con lo que en el poemario hay espacios de luz con piezas «de la infancia, el amor o la solidaridad».
Además, añadió que tampoco podría dar grandes descripciones del libro porque «los poemarios se explican por sí mismos, es el propio poema el que habla». Sí que comentó algunas inspiraciones de sus composiciones, como la de «Triunfante»: «Surgió de algo que me hería desde hace 30 años, la niña sepultada por el volcán Nevado del Ruiz, Omaira, hundiéndose lentamente en el fango, con una cámara grabándola y grabándola. Y ella decía, “que yo pueda salir de aquí triunfante”. Es una metáfora de la injusticia en la que vive una parte del mundo mientras la otra graba, mira y no hace nada». Otro de los poemas, «Golpea», da nombre a un espectáculo en el que el grupo Planeta Jondo, que mezcla sus raíces flamencas con el jazz o el bolero, musicaliza las creaciones de «El mundo se derrumba y tú escribes poemas». Sin embargo, asegura el autor que «nunca me había parecido que mi poesía tuviera el ritmo y el lenguaje del flamenco».
Confesó Cobos Wilkins que desde pequeño cuando le preguntaban qué animal le gustaría ser elegía el gusano de seda, mientras otros preferían el águila o el león, porque «encarna perfectamente la inmortalidad y los periodos de vida. Del cuerpo de ese gusano que repta por la tierra sale un hilo dorado con el que hace un capullo, que se convierte en crisálida y se reinventa en una metamorfosis obligada. Para mí esto es ser poeta».
El artista, que sigue siendo uno de los referentes de la poesía contemporánea española, admite que en los últimos años ha sufrido un cambio personalmente que inspira en cierto modo la desolación en la que está inmerso su nuevo poemario. Se trata de la manera en la que el mundo le percibe a él, que ya no es la misma que anteriormente. Pero con la conciencia introspectiva que le caracterica, visible en sus trabajos, Cobos Wilkins recapacitó y pensó que quizá no eran los demás los que le observaban con otros ojos sino que «tú te miras de otra forma y no te conoces», admitió.
«Realidad invisible»
Y haciendo alusiones al sentido de la vista recalcó que la diferencia de su nuevo poemario respecto al anterior, «Biografía impura», publicado en 2009, es que ambos representan «miradas distintas», aunque, añadió, «uno mantiene sus temas y sus obsesiones». Una de sus numerosas obstinaciones literarias es la combinación entre lo real y la imaginación en la misma obra, lo que él llama «la realidad invisible». Los dos elementos se unían en el cuadro que le acompañaba frente a él mientras escribía y que ha sido reflejado en la portada del libro, «La torre del poeta», pintado por su amigo Faustino Rodríguez.