Confirmado: tenía un solo testículo, sin confirmar: padecía fimosis
Un disparo en el bajo vientre durante la Guerra de África en 1916 derivó en la extirpación de una de las glándulas del entonces capitán
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En enero de 2009 sostuve una reveladora conversación con Ana Puigvert, nieta del célebre urólogo Antonio Puigvert, que tantos entresijos médicos conocía sobre la familia Franco, algunos de ellos inconfesables. Así, ella sigue hoy, desde hace ya más de treinta años, los expertos pasos de su abuelo. Preside la Asociación Española de Andrología y es socia fundadora de la prestigiosa Clínica Iandroms de Barcelona.
Fue ella la que, durante nuestra charla informal en su casa de Barcelona, destapó inopinadamente la caja de los truenos. Investigaba yo entonces la vida y milagros de Ramón Franco, el hermano maldito del Caudillo, cuando de repente ella me espetó, como si tal cosa: «Francisco Franco era monórquido». El comentario me pareció una perogrullada: «Sí, claro –asentí–. Alfonso XIII aceptó ser su padrino de boda y le nombró gentilhombre de cámara...».
Pero ella enseguida me corrigió, silabeando:
–Le digo que era mo-nór-qui-do.
–¿Y eso qué significa?, pregunté desconcertado.
–Pues que Franco sólo tenía un testículo.
–¡Uno sólo! ¿Está segura de lo que dice?
–Completamente, me lo dijo mi abuelo varias veces.
Cuatro años y medio después de publicar la insólita conversación con Ana Puigvert en mi libro «Franco, el republicano» (2009), la escritora Pilar Eyre abordó el mismo asunto en el suyo «Franco confidencial» (2013).
Me sorprendió al principio que lo hiciese sin citar, francamente, pues ningún autor hasta la publicación de mi estudio, desde Preston hasta Suárez o De la Cierva mismo, se había pronunciado sobre ese delicado asunto de la monorquidia por falta de información contrastada. Pero Eyre, como digo, lo hizo a su manera.
Huelga decir que el secreto desvelado en mi trabajo de investigación dio la vuelta al mundo, de modo que Eyre no podía alegar ignorancia en este caso: desde «El Mundo» donde ella sigue colaborando hoy y «La Vanguardia» en España, hasta la BBC británica o el mismísimo «Pravda» de Moscú se hicieron eco de la noticia, entre otros grandes periódicos de Estados Unidos, Alemania, Francia o Italia. ¿Qué decía, pues, Eyre en su libro? Ni más ni menos que esto: «He tenido la suerte –escribía– de encontrar un médico que atendió a Franco en sus últimos años de vida».
Sin facilitar su nombre en un tema de semejante trascendencia, ni siquiera casi cuarenta años después de la muerte del afectado, consignaba a continuación lo que el enigmático doctor le había confesado sobre Franco: «Era monórquido, es decir, tenía un solo testículo a resultas de su herida de guerra, aunque tal circunstancia no impide ni engendrar ni sentir deseo sexual».
Nadie, insisto, hasta la aparición de mi libro había aludido a la monorquidia de Franco, ni mucho menos relacionándola con su gravísima herida en la Guerra de África. ¿Casualidad entonces que Eyre lo hiciera, respaldándose en el testimonio de un joven médico, para colmo anónimo e inexperto entonces quien, según ella, había atendido a Franco en sus últimos años de vida?
Retomemos ahora el testimonio, o más bien elucubración poco o nada científica, recabado por Pilar Eyre del misterioso doctor que incluye, como si fuera un fantasma, en su libro: «Pero [Franco] –agregaba el presunto especialista– tenía otra característica que sí nos ayuda a entender cómo había sido su vida sexual: tenía una fimosis acentuada, el prepucio muy cerrado, lo que me permite deducir, por mi larga experiencia en estos casos, que su vida sexual fue inactiva. Que después de conseguir engendrar a su hija, que era inequívocamente suya, no volvió a tener relaciones sexuales con su mujer, y, si lo hizo, fue de forma muy esporádica».
w Fuera del léxico
Y añade: «Si tardó tres años en tener un hijo no fue porque su mujer no se quedara embarazada, sino porque seguramente apenas tuvieron relaciones. Y después de que naciera, el asunto se terminó para siempre.
Le pregunté al médico cómo es posible tal cosa, y me contestó, rotundamente: “Se puede permanecer casto toda la vida...’’».
Veamos cómo rebate hoy Ana Puigvert el diagnóstico de «fimosis acentuada» atribuido por Eyre al presunto especialista.
Tras aclarar de modo científico que la fimosis «es la situación en la que se produce una dificultad o imposibilidad de retraer el prepucio hasta por debajo del surco balano prepucial», la doctora Puigvert explica que aquélla puede ser «congénita, desde la infancia», o surgir en «la edad adulta, como consecuencia de procesos infecciosos o inflamatorios». Sea como fuere, Puigvert advierte que el término «fimosis acentuada» al que alude Eyre «no existe en el léxico médico».
Y añade, rotunda: «En cuanto al concepto de “prepucio muy cerrado”, cualquier médico sabe perfectamente que es la descripción de una fimosis anular, la cual tampoco impide la actividad sexual... La solución es quirúrgica. La cirugía ha quedado establecida nada menos que desde el siglo XVIII, siendo hoy la técnica de Treves de 1903 [del doctor británico Frederick Treves] la más habitual».
Y sobre el caso concreto de Franco, la doctora Puigvert advierte que «la cirugía de fimosis cuando el futuro caudillo prestaba sus servicios en el Ejército era ya un protocolo de actuación muy habitual».
«Por lo tanto –concluye Ana Puigvert–, queda absolutamente claro que en aquella época ya se practicaba de forma sistemática en el entorno militar, y por varios motivos, la cirugía de la fimosis denominada ‘‘postectomía’’. Si el general Franco hubiese presentado una fimosis anular severa, podría haber afectado a su estado de salud como consecuencia de procesos infecciosos locales y del tracto urinario que habrían mermado su calidad de vida. No hay duda entonces de que durante su vida militar, y ante la supervisión médica, si le hubieran detectado dicha fimosis el doctor le habría intervenido sin dudarlo. Si la fimosis hubiera sido posterior a la vida militar, sería una fimosis II y, como informaba el doctor Juan León Taboada, bien podría ser secundaria a causa de un proceso infeccioso venéreo, cosa que dudo mucho ante la personalidad religiosa de Franco».