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Cornelia Funke: «Los cuentos de hadas son reaccionarios»

Sus mundos de fantasía han viajado por la realidad, y ha atraído a millones de lectores. Ahora publica «El hilo de oro».
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Sus mundos de fantasía han viajado por la realidad, y ha atraído a millones de lectores. Ahora publica «El hilo de oro».
Durante la hora de conversación Cornelia Funke no para de reír como la niña que admite ser. Con la misma sonrisa alegró el pasado fin de semana la Feria del Libro, donde firmó «El hilo de oro».
–¿Cuándo despegó su imaginación para escribir esta serie?
–El primer libro no tuvo éxito. Los lectores me odiaban, y los de la editorial no lo decían, pero también. Me preguntaban: «¿Por qué nos has escrito otro libro del ‘‘Mundo de Tinta’’?, ¿realmente necesitas otro universo?». Creo que para mí fue importante ese fracaso porque hasta entonces había sido muy fácil. Tuve que sentarme a reflexionar si podía convencer a mis lectores de que Reckless era tan interesante como «Mundo de Tinta». Entonces, me puse a escribir la segunda parte y despertó la fantasía, luego llegó «El hilo de oro».
–En «Reckless» se adentra en relatos conocidos, ¿hay en ellos una oscuridad oculta?
–Fue interesante aprender que la mayoría de los cuentos de hadas intentan confirmar las realidades y las expectativas sociales de su época, son reaccionarios.
–¿Y qué piensa de Disney?
–Walt Disney quería dar armonía y embellecerlo todo. En sus historias hay una oscuridad subyacente, y esa es la que más terror me da.
–La educación actual no favorece la imaginación, ¿verdad?
–Exacto, quita la parte lúdica del pensamiento y por eso las mentes más brillantes no tienen éxito en la escuela y dejan el sistema educativo para dar rienda suelta a la imaginación. La escolarización nos hace extraños a la realidad porque nos separa de ella, los niños están desde la mañana hasta la noche haciendo deberes. Yo cambiaría el sistema porque recuerdo que jugaba con mis amigos por las tardes.
–¿Por qué se produce esto?
–A las autoridades no les interesa la imaginación. Un amigo que trabajaba para el régimen comunista en Bangladesh decía que la gente no puede imaginar y los niños tienen miedo a hacerlo.
–A veces para los adultos los niños son solo eso, ¿como lo ve usted?
–Los periodistas me preguntan cuándo dejaré de escribir para niños o cuándo haré literatura de verdad. Con «Mundo de Tinta» me comentan que es demasiado bello para ser infantil, que es malgastar citas de las que no se van a acordar los niños. Es una falta de respeto enorme. Acabo de hacer un evento en el Museo Getty con adultos sofisticados y maravillosos, 300 personas en el público, y los menores hacían preguntas. Después del acontecimiento me dijo un adulto: «Esos niños plantean cuestiones increíbles». Y así en todos los eventos. Los niños plantean preguntas importantes que intentamos marginar cuando somos mayores.
–¿No está de acuerdo con que los libros se cataloguen por edad?
–Cada vez es peor. Ken Robinson, que es un educador inglés, afirma que todavía estamos aplicando las reglas manufacturesras del XIX llevando a nuestros hijos al colegio según su fecha de caducidad.
–Es alemana pero vive en Estados Unidos hace más de una década, ¿percibe diferencias en la imaginación de los dos países?
–-Más de lo que pensaba al principio. Todos nos hemos educado con las películas americanas, así que te resulta familiar, pero en los Estados Unidos la vida es de contradicciones totales. Me pregunto si todo lo mejor y lo peor sale de allí. Pueden ser muy honestos sobre la naturaleza humana, como en las series televisivas, y a la vez crean tanta mentira con esa máquina perfecta de propaganda ideológica. Por otra parte, hay mentes brillantes y revolucionarias... y Donald Trump. Además, es un país obsesionado con la violencia y en guerra permanente, tienen más de una pistola por persona y cada día muere alguien a tiros; y también se define por la inmigración, por lo que tiene que reinventarse constantemente para que todas las nacionalidades convivan.