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Cory MacLauchlin: «Existe bastante parecido entre Ignatius Reilly y Don Quijote»

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John Kennedy Toole creó uno de los personajes más reconocidos de la literatura.
El fracaso que suponía el rechazo de los editores a su novela «La conjura de los necios» fue la causa del suicidio de John Kennedy Toole en 1969. No obstante, por la insistencia de su madre y las ironías de la vida, en 1980 el libro fue publicado y un año más tarde Kennedy Toole recibió el Pullitzer póstumo y la obra se convirtió en un best-seller internacional. Nadie tuvo suficiente criterio para darse cuenta de que el protagonista de «La conjura de los necios», Ignatius Reilly, reunía todas las características para formar parte de los grandes personajes de la literatura por su apariencia y excentricidad. Que la fama que el escritor no pudo lograr sí la ha conseguido Ignatius se demuestra en días como hoy, en el que La Casa del Lector organiza una jornada que comienza a las 18:00 con la proyección del documental «John Kennedy Toole. The Omega Point» para continuar con una conferencia a cargo del biógrafo de J.K. Toole, Cory MacLauchlin, y una conversación con el editor de la novela en español, Jorge Herralde, entre otros actos.
–¿Cómo se siente al ver que Ignatius Reilly es un personaje tan celebrado?
–Me ha impresionado mucho lo organizado por La Casa del Lector y toda la gente que se ha interesado en este día, porque en Estados Unidos no sucede y sin embargo sí aquí en España.
–¿Estaría orgulloso John Kennedy Toole del Ignatius Day?
–Absolutamente. Si él pudiera estaría aquí para celebrarlo. Quería ser publicado, pero también tener reconocimiento y ser famoso porque deseaba tener la vida de un escritor.
–¿Cuál es la base del éxito de Ignatius?
–Creo que ser un espejo para la humanidad y cómo ésta se ríe de Ignatius porque lo toman como un payaso en algunos sentidos por su apariencia grotesca a pesar de ser muy intelectual y elocuente. Lo puedes amar u odiar.
–¿Es Ignatius Reilly el reflejo de J. K. Toole?
–Para nada. Realmente se fijó en un profesor llamado Bob Byrne. No sólo comparte con él la personalidad excéntrica, sino todo lo demás, incluso el bigote y el gusto por los perritos calientes. Ése es el modelo de Ignatius. Claro que cuando él escribía la novela lo exageró.
–Hay quien compara a Ignatius Reilly con Holden Caulfield.
–John Kennedy Toole conocía muy bien el personaje de Cauldfield. Hay rasgos muy parecidos, como la gorra. Es posible que fuera una inspiración, yo también veo parecido entre Ignatius Reilly y Don Quijote o el personaje de Shakespeare, John Falstaff.
–¿Cómo condicionó al personaje que su creador naciera en Nueva Orleans?
–Es una ciudad multicultural, con muchos europeos, hay una comunidad española muy grande que ha reconstruido los edificios franceses que fueron derruidos. Los franceses también son muy numerosos. Y todos ellos tienen costumbres y celebraciones diferentes a las americanas. Esto provoca que Nueva Orleans sea como una isla dentro de Estados Unidos y que la gente sólo se centre en lo que pasa en la ciudad, el resto es secundario. Se trata de un núcleo lleno de vecindarios y cada habitante está muy inmerso en el que pertenece porque en cada uno hay un acento y una cultura particulares. En la novela aparecen personajes de distintas partes de la ciudad y la estructura del libro refleja muy bien las diferencias existentes entre vecindarios.
–¿Por qué empieza la novela describiendo fisicamente a un personaje que en ese sentido es tan despreciable?
–Era importante que el lector lo supiera porque es lo principal de este hombre, le aporta su carácter y le convierte casi en un dibujo animado. Además, ésa es la gran diferencia entre Ignatius y el resto de la sociedad y al mismo tiempo es una conexión con la ciudad ya que viste de esa forma porque es como se siente cómodo en ese lugar.
–¿Sería J. K. Toole fan de Ignatius Reilly?
–Sí, por ser su creación y por tener una profunda conexión con él. Pero a la vez no sentía aprecio por él y sí un placer perverso al verle caer.
–¿En qué sentido fue John Kennedy Toole un niño prodigio?
–La madre pensaba que era un genio desde que tenía seis meses porque era bastante observador, inteligente, entendía rápido. Pero puso mucho de su parte para que él se convirtiera en un prodigio, ése es el aspecto más difícil de la vida de John Kennedy Toole. Aunque no creo que fuero un genio por naturaleza.
–¿Fue su madre una villana?
–Su madre le amaba, pero depositó demasiada presión en él y no podía escapar ni de su familia ni de Nueva Orleans. Lo fantástico de Ignatius es que sale de la ciudad, mientras que la tragedia de Toole es que no pudo hacerlo porque siempre había algo que le llevaba de vuelta. Su madre no tuvo éxito en la vida y quería tenerlo, al igual que su padre. Ellos no pensaban que estuvieran aptos para tener un hijo, y cuando lo logran, aparece como la solución a todos los problemas de sus vidas porque él parecía que iba a conseguir todo el éxito que ellos no tuvieron y les proporcionaría todo lo que siempre desearon.
–Al final la madre cumple el sueño de Toole de que se publique la novela.
–Sí, y si te gusta el libro tienes que reconocer todo el trabajo que hizo para conseguirlo, pero a la vez contribuyó al estrés mental de su hijo, que le llevó hasta el suicidio, y con esto no quiero decir que haya sido la responsable de su muerte.
–¿Ser escritor siempre fue la aspiración de John Kennedy Toole?
–En principio su madre quería que se convirtiese en actor porque ella deseaba ser actriz. En el instituto el empezó a escribir y pensó en ser profesor pero le encantaba el reto de la literatura y poder con ello pudo sostener a sus padres, que era realmente su objetivo.
–¿Cuántas novelas pudiera haber escrito?
–No era prolífico, pero tenía otra en mente cuando falleció que era más oscura que «La conjura de los necios». También escribía relatos cortos como hacía Flannery O´Connor, que era uno de sus modelos, al igual que J.D. Salinger y Waker Percy, o los componentes de la generación «beat».
–¿Cuando ganó el Pullitzer en 1981 cómo reaccionaron los editores?
–Les encantó, aunque los críticos literarios no sabían qué hacer pues tenían el problema de que Toole era un completo desconocido. Así que intentaron realizar biografías suyas para que la gente supiera cuál era la procedencia de la novela. Esto provocó que comenzara a circular bastante información sobre él.
–¿Es un maldito?
–No creo, porque considero que el éxito de la obra ha sido una gran victoria. Él tampoco tiene una oscura e insufrible carrera literaria, ni concebir el libro fue doloroso para él ni una tortura. No es de esos autores que sigue escribiendo a pesar de ser ignorados, si lo hubiera sido no habría acabado tan trágicamente.
–¿Era tan nihilista como a veces lo parece Reilly?
–No opino que Toole pasara mucho tiempo pensando filosóficamente. Lo que hacía era observar a la gente y reírse de ella. No tenía una sensibilidad nihilista porque él creía en algo, probar lo ridícula que era la humanidad.
–¿Padecía J. K. Toole problemas psicológicos?
–Tenía síntomas de paranoia y esquizofrenia, pero no creo que una persona que sufra de ello pudiera escribir una obra tan maravillosa con esa enfermedad. Es cierto que él pudo haber abandonado la literatura y haberse convertido en profesor y continuar con su vida, pero había algo en su inteligencia que le hizo perder la cabeza.