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Cuando la vanguardia era cuestión de mujeres

larazon

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La Residencia de Estudiantes celebra con una exposición, que ha reunido 400 documentos, libros, fotografías y pinturas, el centenario de la Residencia de Señoritas.
Ellas dieron un punto de modernidad a aquella España de caciques y estolas. Trajeron una revolución imprevista, que era el aula escolar y universitaria, a un país de mucho versículo y poca instrucción. Opusieron la pedagogía al vicio de la costumbre, y el conocimiento a la tradición. Con una educación mixta, sin prejuicios, ideada para hombres y mujeres en igualdad de oportunidades y condiciones, pensaban derribar ese muro de discriminación que existía entre los dos sexos y cambiar las reglas herrumbrosas de una sociedad que contemplaba lo femenino como un mundo de hogares, de intimidades domiciliarias, casi siempre sujeto a las necesidades del marido o el cabeza de familia. Bajo el auspicio del Instituto Libre de Enseñanza (ILE) y el ejemplo que por entonces ya supuso la Residencia de Estudiantes, que se había creado cinco años antes, nació en 1915 la Residencia de Señoritas, el primer centro español que se dedicó a la formación de la mujer y que, por un breve paréntesis de tiempo, proyectó el espejismo de una nación moderna, a la altura de su siglo, que podía codearse con lo mejor de Europa. Por ahí pasaron espíritus destacados que forman parte de nuestro acerbo histórico y cultural: Zenobia Camprubí, Victoria Kent, Josefina Carabias, María Zambrano o Maruja Mallo, quienes ennoblecieron con sus nombres la política, el derecho, el periodismo, el arte, la filosofía, la literatura y las distintas áreas y artes que se atrevieron a abordar.
Un siglo vertiginoso
En el primer centenario de esta iniciativa, truncada por la Guerra Civil y el canibalismo ideológico y reaccionario que supuso la dictadura, la Residencia de Estudiantes, en colaboración con Acción Cultural Española (AC/E), homenajea con una exposición este proyecto pionero que aspiraba a traernos, en una época de tantas contradicciones y desconfianzas, el progreso a través de las humanidades y las ciencias. Una muestra, comisariada por Almudena de la Cueva, Idoia Murga y Margarita Márquez que ha reunido 400 documentos, libros, fotografías y obras de arte procedentes del Museo Sorolla, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Biblioteca Nacional y la Fundación José Ortega y Gasset, entre otras instituciones. Convirtieron en credo aquellos ideales, impulsados por la Institución Libre de la Enseñanza, que defendían clases mixtas, igualdad de oportunidades, desarrollo personal, libertad, independencia y la integración completa de la mujer en el mercado laboral. Unos deseos que forjaron una generación excepcional de intelectuales, estudiantes, artistas y grandes profesionales. Durante sus 21 años de existencia, la Residencia de Señoritas estuvo dirigida por María de Maeztu, un carácter moderno, atrevido, desencorsetada de los clichés vigentes y el pensamiento obtuso de su época, que consiguió dotar a sus instalaciones con un moderno laboratorio, una biblioteca de primer orden – una de las mejores; un lugar donde podían encontrar importantes novedades internacionales– y un programa formativo que incluía conferencias y lecturas poéticas.
El legado de este periodo tiene su reflejo en las obras plásticas que pueden verse en el recorrido. Si allí impartieron su magisterio creadoras como Victorina Durán y Maruja Mallo, sus alumnas no estuvieron a su zaga y dejaron una obra impregnada de modernidad, como hicieron Joaquina Zamora (que se atrevió a pintar desnudos de modelos en vivo), Menchu Gal o Delhy Tejero, con sus dibujos de una mujer individualista, integrada en la sociedad a través del trabajo y que lucía una moda actual, más propia de París que de Castilla, muy alejada del recato y el pudor español de esas décadas. «Muchas de ellas provenían de la clase media. Es normal, las muchachas pertenecientes a la alta sociedad eran educadas en casa. Pero también se aprobaron becas para ayudar a chicas sin recursos», comenta Almudena de la Cueva. Ella subraya las dificultades que tuvo que superar la Residencia de Señoritas, sujeta a muchas críticas por los sectores más tradicionalistas. «Éste fue un proyecto difícil, que se fraguó de una manera lenta. Se intentó, en un principio, no llamar demasiado la atención debido a la oposición pública que manifestaron algunas personas. De hecho, tuvieron que afrontar las campañas que se dirigieron hacia ellas desde la prensa más conservadora. En ese momento no se entendía por qué las mujeres debían tener la misma educación que un hombre. Existían dos currículos distintos. Uno para ellos y otro para ellas, que, en principio no requerían muchas enseñanzas porque no las iban a utilizar ya que no iban a desarrollar una vida profesional». Contra las soflamas, los vituperios y todos los cálices que levantaron en su contra, esas muchachas se convirtieron en una punta de lanza de nuestra vanguardia de las letras, las ciencias y las artes. Establecieron relaciones con «colleges» femeninos norteamericanos y trajeron a nuestro país a los grandes nombres culturales de esas décadas. De hecho, cuando acabó la Guerra Civil y la Residencia abandonó su función original, muchas de ellas se marcharon a trabajar a universidades extranjeras, como María Zambrano o Maruja Mallo. Otras quedaron relegadas a un triste exilio interior, aunque, como afirmó Martín Gaite al evocar las innovadoras revistas femeninas de su infancia, todas ellas fueron sus primeras heroínas, igual que para tantas mujeres.