Damien Hirst encuentra el tesoro
El artista revoluciona Venecia con una sorprendente instalación que simula piezas halladas en un naufragio ¿Quién predijo su ocaso?
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El artista revoluciona Venecia con una sorprendente instalación que simula piezas halladas en un naufragio ¿Quién predijo su ocaso?.
Damien Hirst, el «niño» malo del arte británico que metió un tiburón en formol y lo exhibió como «La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien que vive», siempre ha estado compitiendo consigo mismo, analizando cómo puede superar sus propios récords de provocación y subversión, éxito e infamia. Y nadie le discute que con el escualo rompió todos los moldes. Pero de eso hace casi ya 26 años y lo cierto es que lleva tiempo sin acaparar titulares. Su anterior exposición, de hecho, en 2014, «Schizophrenogenesis», pasó sin pena ni gloria. Pero todo volvió a cambiar ayer, cuando el artista fue capaz de provocar un terremoto. Con 51 años vuelve a estar en el epicentro del seísmo, pues es la primera exposición en solitario que presenta desde 2004.
El que fuera máximo representante del movimiento YBA (Young British Artist) presentó un mes antes de la bienal de Venecia «Tesoros del naufragio de lo increíble». Se trata de una muestra en la que lleva trabajando diez años y que ocupará dos espacios que nunca antes se habían consagrado a un solo artista: el Palazzo Grassi y Punta della Dogana. Ambos son propiedad del magnate Henri-Francois Pinault. En el mundo del arte se dice que Pinault nunca queda mal parado por lo que la cita promete.
«Hacer esto en uno de los escenarios artísticos más extraordinarios, en un momento en que Venecia será el centro de atención de coleccionistas y críticos, es como si un músico decidiera hacer su regreso esperado en el estadio de Wembley», aseguraba recientemente a «The Guardian», Oliver Barker, el hombre que orquestó en 2008 la famosa subasta en Sotheby’s con las piezas del artista.
El mismo día en que Lehman Brothers se declaró en quiebra, Hirst logró llegar a la impensable cifra de 200 millones de dólares en ventas, saltándose los habituales canales intermediarios de la galería. Pero muchos expertos aseguraron que el exceso de oferta en el mercado (hubo 170 lotes) perjudicó sus precios. «En muchos sentidos, esa subasta marcó el principio del fin», dijo el galerista Helly Nahmad. La frase es cuestionable si se tiene en cuenta que uno de sus lienzos de mariposas de gran formato se vendió en Christie’s en noviembre por un millón de dólares, nada despreciable si se considera que se había evaluado entre 900.000 a 1,2 millones.
Pero sí es cierto que Hirst es consciente de que en este nuevo reto hay mucho, mucho en juego. Y precisamente por este motivo, amante como pocos de la extravagancia y experto en las tácticas del buen marketing, el de Bristol ha conseguido crear gran expectación al negarse a desvelar cualquier detalle.
¿Hace 2.000 años?
«Es un deseo de creencia, una conexión con el pasado. Lo desconocido es cómo se percibirá, pero tal vez me preocupe más de lo necesario, porque la gente está dispuesta a creer. Creo que quieren creer», se limitó a decir el artista en un reportaje publicado recientemente por «Financial Times» (FT), escrito por Catherine Mayer, una de las pocas personas que han podido ser testigos de la preparación del show durante los últimos diez años. «Son 189 obras. Todo lo demás, incluida la historia detrás de este monumental espectáculo, es más difícil de determinar», aseguraba la periodista. El secreto quedó desvelado ayer y la pregunta estaba en el aire: ¿son piezas de un naufragio real? ¿Existió el barco naufragado? Entre el misterio circula la leyenda de Apistos, una embarcación que se hundió en el Océano Índico en el primer o segundo siglo Antes de Cristo, cargada obras de arte reunidas por el coleccionista Cif Amotan II, también conocido como Aulus Calidius Amotan, para proporcionar un templo al sol. Estatuas, joyas y restos arqueológicos sumergidos durante dos milenios y sobre los que crecieron corales (Mickey y Goofy son dos ejemplos, ése es su juego) que se muestran incorporados sobre mármol, bronce, oro, plata, lapislázuli, cristal, resina, aluminio termolacado, poliéster impreso, luces LED, aluminio pintado, tableros de fibra. Un obelisco de 26 metros de longitud descansaba sobre su cubierta, según un papiro al parecer encontrado en las ruinas del puerto de Myos Hormos, en las orillas del Mar Rojo. El tesoro fue hallado «frente a las costas de África oriental» en 2008, y así se pudo dar crédito por fin a la leyenda de Cif Amotan II, un esclavo liberto de Antioquía que «vivió de la mitad del siglo I a principios del siglo II».
El naufragio fue descubierto por casualidad hace nueve años. Las exploraciones iniciales presentaron la acuñación romana en cantidades suficientes para despertar el interés de los arqueólogos y el artista llegó a bordo como el principal financiador del proyecto. La exposición, por tanto, sería la primera oportunidad para que el público contemplara tal tesoro. «¿Mito o realidad? Lo que tú quieras creer», respondió Hirst cuando la periodista del FT le preguntó si todo era una leyenda.
Como viene siendo habitual en él, lo que sí se ha dejado muy claro son los precios, que oscilan entre los 400.000 dólares para objetos pequeños de jade y los 4 millones por una cabeza de Medusa de malaquita de un verde insultante. Los posibles compradores no han podido ver la obra en persona y tampoco pueden recibir imágenes por correo electrónico, un acto de cortesía que comúnmente se les otorga a los coleccionistas de élite.
En cambio, un representante de las dos galerías de Hirst –Gagosian en Nueva York y White Cube en Londres– les hace una visita con un iPad para mostrarles las fotografías de la obra. Desde el estudio de Hirst, Science UK Limited, guardan silencio. Al igual que Pinault, que también se ha negado a dar entrevistas. Eso no quita que la exposición haya estado exenta de polémica. A principios de marzo, por ejemplo, el grupo de derechos de los animales Animalisti descargó 40 kilos de estiércol a las puertas de del Palazzo Grassi, junto con el mensaje «Damien Hirst vete a tu casa» en protesta contra la forma en que el artista ha utilizado animales en sus obras de arte anteriores. El tiburón en formol es una de las más conocidas, pero luego están «Madre y el niño divididos» (1993), que muestra a una vaca y un ternero cortados por la mitad y presentadas en cuatro tanques de formol, y la hermosa colección «Inside My Head Forever» (2008), que incluye una cebra, un unicornio y un becerro de oro.
Todas ellas fueron expuestas en la retrospectiva que la Tate Modern abrió en marzo de 2014. Aunque Hirst siempre había dicho que nunca mostraría allí sus trabajos –aseguraba que era un sitio para artistas muertos– luego acabó tragándose sus propias palabras. «Cuando eres joven eres invencible, inmortal, o al menos eso es lo que piensas. Las posibilidades que tienes son ilimitadas. Tú eres que el diseñas el futuro. Entonces luego te haces mayor y te das cuenta de que tienes una historia. Estás sujeto a ella. Ya no puedes cambiar nada. Lo encuentro bastante perturbador», confesó entonces.
En la retrospectiva también se mostraron sus vitrinas llenas de pastillas bien ordenadas, un pegote de pintura elaborado con miles de moscas, gusanos que devoraban poco a poco la cabeza cortada de una vaca, mariposas e incluso una paloma blanca suspendida en pleno vuelo por encima de un cráneo humano. La vida y la muerte, la belleza y la fealdad, lo sagrado y lo profano, en una palabra, Hirst.