David Moreira: «No hay nada más coñazo que un violín mal tocado»
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Descubrió el flamenco en Venezuela y lleva dieciséis años en España con los más grandes.
Llegó de Venezuela hace dieciséis años con un violín en las manos y el flamenco en la cabeza. Su música ha sonado con José Mercé, con Pansequito o con Mónica Molina, pero también en la banda sonora de «Amar en tiempos revueltos». La música latina le sigue saliendo de dentro. «Es el piso que tú sabes pisar», le dijo un amigo. En su Cuarteto Flamenco combina su pasión y su cuna porque para David Moreira todo eso es sólo una cosa, la música.
–¿Cómo descubre alguien en Venezuela que su futuro es meter el violín en el flamenco?
–Fue muy cómico. Yo estaba en Venezuela y un gran amigo y maravilloso guitarrista que se llama Aquiles Báez me puso un disco de Camarón de la Isla. Era «Calle Real». En ese álbum hay mucha fusión. Camarón es un tipo increíble. De lo del violín me enteré después.
–¿Cómo se enteró?
–Allí en Venezuela me apareció un disco de Joaquín Cortés que se llamaba «Pasión gitana». Tenía un violinista y después apareció el disco de los Ketama en vivo y también hay un violín. Yo dije: «Si este tipo que toca tan mal y tan desafinado lo hace, yo lo puedo tocar». Ese tipo que toca tan mal y tan desafinado es Bernardo Parrilla, al que admiro ahora. La ignorancia te da la posibilidad de no entender nada y te da hasta la potestad de decir «éste que toca feo».
–¿Vino con la idea de tocar el violín en el flamenco?
–Hombre, vengo con esa idea. Yo estaba con un grupo de música que se llamaba Pasacalle y llegó la posibilidad de tocar en Madrid. Me vine con un billete de ida y vuelta. A cuatro días de la vuelta me senté a pensar, porque la oportunidad sólo llega una vez. Rompí el pasaje y ya me quedé ilegal porque se terminaban los tres meses que nos daban de visa de turista. Yo seguí en España y después de esta decisión el primer sitio en el que trabajé fue en Casa Patas. Y ésa ha sido mi casa durante 16 años.
–¿Usted qué le aporta al flamenco?
–Mi profesión es violinista acompañante. No hay nada más coñazo que un violín mal tocado y dando por saco. Si tú haces dos, tres notas bellas, ya está. El primero que me enseñó eso fue Jesús González, el Pingüino, que ha sido mi gran maestro.
–¿Cuándo siente con los flamencos que es uno de ellos?
–Estábamos un día en una habitación en Guadalajara (México) y hablábamos, como siempre hacen los gitanos, de payos y de gitanos. Y dice uno: «Porque el payo éste». Y yo agarré y dije: «¿Qué pasa? Yo soy payo». «No, tú eres de nosotros. Tú eres venezolano, tú no eres payo», me dijeron. Vamos a suponer que fue ese día.
–Antes de llegar aquí ha tocado con mucha gente importante.
–Soy fundador del Movimiento de Orquestas Juveniles de Venezuela desde el año 75. Yo he tocado casi todo el repertorio sinfónico que existe: Haydn, Haendel, Bach, Beethoven, todas las sinfonías de Beethoven las he tocado, todas las sinfonías de Mozart, las 41, el Réquiem... Es que hay mucha información en esta cabeza. Y música antigua con la Camerata Renacentista de Caracas, que es importantísima.
–¿Cómo pasa uno de la Camerata Renacentista de Caracas al flamenco?
–Eso estaba ahí, funcionaban las dos cosas a la vez. Es como un mar, que a veces está revuelto y otras tranquilo. A veces las cosas van bien y en ocasiones no van bien. No lo sé, he tenido grandes maestros. Han sido pocos, pero muy importantes.
–¿Quién le ha impresionado más en el flamenco?
– A mí me impresiona más en el flamenco el que lo sabe, el que lo entiende y lo vive, el que ha estudiado. No es el que más chilla, porque yo con el tiempo que llevo aquí a los chillones no los quiero para nada, no los soporto. Pero, a veces, el peor, de momento, te impresiona y el mejor deja de impresionarte.
–¿El flamenco es cuestión de instinto o hay mucha preparación detrás?
–Es que no es tan fácil como la gente cree. Hablan del «flamenquito». Me molesta y me indigna sobremanera que la gente diga «flamenquito». Ya sabemos que los grandes, incluido Camarón, iban a las fiestas a cantar para los señoritos. Y los señoritos decían «vamos a escuchar un poquito de flamenquito». Pero esos señoritos que pagaban no le quitaban la verdadera esencia, porque ellos iban a oír a Camarón.
–Después de Camarón y de Paco de Lucía, ¿se puede hacer algo?
–Claro que se puede. Lo que pasa es que Camarón se murió en el 92 y puteó a todos los cantaores; no hubo una evolución como hubo con Paco. Al morirse Paco ha dejado huérfanos a todos los guitarristas nuevos que vienen.
–¿Llegará un día en que se vea el violín con la misma naturalidad que el cajón en el flamenco?
–Ya se ve. Lo que pasa es que éste es un país desinformado. El cajón no es flamenco. La entrada del cajón está totalmente unida a Paco de Lucía. Cuando Paco fue a Perú, Caitro Soto le regaló dos cajones, uno para él y el otro se lo quedó Rubem Dantas, brasileño, que en ese momento era el percusionista de Paco, y de ese peruano nació el cajón de ahora.
–Pero nadie se plantea ahora que eso no es flamenco.
–Hay un vídeo en Youtube. Tú pones «Chelo Pantoja y David Moreira» y ahí está. Hicimos flamenco sin guitarra, con dos teclados y un montón de cosas increíbles. Eso también es flamenco.
–¿Hay alguien con el que le gustaría tocar y no ha podido?
–Se murieron los dos. Estaba aquí en España en una gira con la Camerata Renacentista de Caracas en Segovia el 2 de julio que murió Camarón. Y con Paco [de Lucía]. Pero se jodió el plan. Porque tampoco este hombre llevaba violín.
–¿Qué es el flamenco?
–He tenido la oportunidad de lograr que el flamenco no sea sólo una música. Los músicos quieren que sea una música y estudian una música. Y no, el flamenco es una forma de vivir. Es una forma de vivir muy jodida y que es de los gitanos. Hay gente que vive flamencamente, lo que pasa es que la vida de los músicos no tiene mucho que ver con eso. Pero llega un momento en que vives flamencamente sin comerlo ni beberlo.