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¿Dejaría el Prado grabar a Beyoncé frente a «Las Meninas»?

La petición de la artista para rodar en el Coliseo, tras hacerlo en el Louvre, devuelve a la actualidad el debate sobre si el futuro del patrimonio artístico pasa por su integración como set de rodaje para las grandes estrellas.
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La petición de la artista para rodar en el Coliseo, tras hacerlo en el Louvre, devuelve a la actualidad el debate sobre si el futuro del patrimonio artístico pasa por su integración como set de rodaje para las grandes estrellas.
Que el punto final del vídeo «Apeshit», protagonizado por el matrimonio Carter (Beyoncé y su esposo Jay-Z) en el Museo del Louvre sea «Retrato de una negra», de la pintora Marie-Guillemine Benoist, realizado en 1800, no es algo improvisado, sino meditado concienzudamente. Seguramente los asesores de la mediática pareja tendrían conocimiento de que la obra se pintó solo seis años después de la abolición de la esclavitud en las colonias francesas y que simboliza la emancipación de los hombres y mujeres negros, un dato a tener en cuenta. Que ofrece una imagen tanto de desafío como de empoderamiento femenino es un hecho. No ha dado puntada sin hilo la artista de ébano, que ha paseado su figura por varias salas de la pinacoteca, que han servido como atrezzo a su nuevo disco. No contenta con grabar en este museo, solicitó permiso para tomar el Coliseo, en pleno corazón de Roma, los pasados 7 y 8 de julio, pero como el monumento está tan solicitado les fue imposible a los poderes públicos atender la petición. El Ministerio de Patrimonio Cultural de Italia la rechazó porque el científico italiano Alberto Angela ya lo tenía reservado para esas jornadas. Y ella, que consigue lo que se propone (ya rodó allí antes para un anuncio de Pepsi) ha vuelto a pedir día y hora y está a la espera de respuesta.
El videoclip del Louvre ha dado la vuelta al globo y el museo, uno de los más visitados del mundo (casi 7 millones y medio de personas asisten cada año) y con caída de espectadores (nada menos que un 15%) tras los atentados cometidos en Francia durante 2015 y 2016 ha visto en la iniciativa de los Carter un nuevo filón y ha montado un tour que recorre las obras que aparecen en la grabación, que arranca con la alada Victoria de Samotracia y acaba con la citada obra de la mujer negra con el pecho desnudo, sin olvidar el momento «Gioconda», que es clave. Es decir, que el rodaje forma parte ya de un nuevo plan para diversificar los ingresos que pasa por aceptar a cambio de una jugosa y lícita cantidad de dinero una publicidad impagable.
Dónde poner el límite
Si extrapoláramos el discurso a terreno patrio nos podríamos preguntar si un museo como El Prado estaría dispuesto a ceder sus estancias a una figura mediática de similar calado al de la esposa de Jay-Z. ¿Aceptarían una grabación con «Las Meninas» de fondo? «No hemos tenido peticiones de este tipo», se apresura a explicar Carlos Chaguaceda, nuevo responsable del departamento de comunicación. «Si se produjeran las estudiaríamos con atención. La cuestión no es el veneno, sino la dosis», contesta con ironía. «Si el Louvre lo ha hecho y el Coliseo lo considera debe ser que está pasando algo. La manera en que las instituciones se relacionan con la sociedad está cambiando». ¿Dónde se ha de poner el límite? «Esa es la cuestión», contesta. «y ese límite está en el prestigio de la institución y en el respeto a todas y cada una de las obras que atesora. No obstante, estoy seguro de que hagas lo que hagas vas a ser criticado. La solución y la decisión no es fácil». Asegura que la parte comercial es un tema muy importante, como el asunto de la visibilización mundial cuando viene de una artista como Beyoncé.Y surge la pregunta que se plantea el propio Chaguaceda: ¿Quién ayuda más a quién? «Ella busca diferenciarse y las instituciones culturales llegar a la mayor cantidad de público». Si Madonna pide grabar en una sala de la pinacoteca «se abrirá un debate muy interesante. ¿Se puede pensar que se vulgarizará el museo? Es clave que siempre se haga con el máximo respeto a las obras, que forman parte de nuestro patrimonio cultural».
Cambiamos de centro artístico y nos traslados al Thyssen-Bornemisza. Quizá quisiera medirse Beyoncé con «Giovanna Tornabuoni», el bellísimo retrato de Domenico Ghirlandaio pintado en 1488 que atesora este centro. Es Guillermo Solana, su director artístico, quien contesta que no se trata de un fenómeno novedoso. «Que los museos se conviertan en escenario ya ha pasado. Y es que tiene una atmósfera distinta, más allá de lo que contiene, de las piezas que alberga, que lo hace muy interesante para determinados artistas», y añade: «Yo lo veo con resignación, pero no me escandaliza lo más mínimo la jugada del Louvre. Ten en cuenta la cantidad que le puede reportar para financiar una actividad o para restaurar una obra. Hay que buscarse la vida». Para Solana sucede muchas veces que los grandes museos se nos quedan un poco vacíos: «Cuanto más famosos son menos se reconocen». ¿Y si llegara una petición al Thyssen para grabar un videoclip de una estrella del pop? «Lo discutiría con el gerente, pero no me opondría. Habría que ver lo que piensa el patronato, la cantidad que se pagaría y que no se pusiera en peligro ninguna de las obras». Y deja escapar una frase decisiva: «En este tema no soy muy estrecho. Los museos deben sacar partido y la banalización en esta sociedad es imparable. Oponiéndote desde luego no la vas a detener. “La Gioconda” lleva ya un siglo banalizada». ¿Adelante, entonces? «Siempre que el asunto no sea obsceno y que le compense al museo, sí», responde.
En el extremo opuesto se expresa Omar Jerez, artista siempre en el límite que asegura que «vivimos un momento donde el cinismo y la ignorancia caminan por esos derroteros. Lo que tenemos que analizar es el hecho de que sea una estrella poderosa la que a cambio de una cantidad económica lo utilice para su disfrute. Que se abran las puertas del Prado a Woody Allen, por ejemplo, para un rodaje, no me parece mal, al contrario, pues estamos hablando de un profesional que forma parte de la historia del cine. El otro caso es absolutamente mediático y puede convertirse en una epidemia», y añade que «cuanto más vacío intelectualmente está el personaje más se le trata de adornar con conductas filosóficas de relleno. Se les trata como reyes y eso me resulta demoledor».
Sin apearnos del Paseo del Prado, pero enfilando hacia Atocha llegamos al Reina Sofía. La pregunta en esta ocasión es para Manuel Borja-Villel, su director. En este caso, imaginamos que el objetivo de la Beyoncé de turno sería tener para sí durante una jornada la sala donde está colgado «El Guernica» de Picasso. «Un museo no puede convertirse en un set de rodaje, ni para grabar un videoclip, ni para disfrute de los turistas. Godard rodó dentro de un museo, pero con un objetivo claro en el que primaban parámetros educativos y de creatividad». Y recuerda el caso de Duchamp, que ha hecho obras de arte sobre obras ya existentes, como es su visión particular de «La Gioconda», pero siempre con un criterio artístico de fondo. ¿Se podría grabar delante de la emblemática obra picassiana? «No se prestaría para un uso comercial o promocional, ahí es donde las instituciones públicas deben poner el límite. Es una de las líneas rojas que creo no debemos cruzar. Si estamos ante un proyecto artístico, sí. Siempre que tenga que ver con la educación y la creatividad, sí», para añadir que «el Reina Sofía no va a renunciar a ser sostenible y tener recursos propios. Somos la institución museística de Madrid con más alquileres de espacios».