Dickens, un escritor que ni pintado
Ángel Mateo Charris se adentra en el universo del gran autor británico para ilustrar una de sus novelas más aplaudidas, «Grandes esperanzas»
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La novela «Grandes esperanzas» es una de las obras maestras de Char- les Dickens. La historia del huérfano Philip Pirrip, más conocido como Pip, vuelve de nuevo en una bellísima edición con la que Círculo de Lectores conmemora su cincuenta aniversario. Para ello han contado con un perfecto aliado: Ángel Mateo Charris, encargado de dar nuevo color y formas con sus ilustraciones al universo creado por Dickens en 1860. La obra de Charris es también estos días la protagonista de una exposición que puede verse en el Centro Cultural Fundación Círculo de Lectores, de Barcelona. Se da la coincidencia de que «Grandes esperanzas» fue la única obra de Dickens que apareció publicada por primera vez sin ningún tipo de ilustraciones.
Sin ocultar a los maestros
El volumen fue presentado ayer con el escritor Andrés Trapiello como padrino de lujo. El autor de «Las armas y las letras» elogió la titánica labor realizada por el pintor, resaltando que «no ha tenido ningún reparo a la hora de ocultar a sus maestros. Hay homenajes a la pintura abstracta con ironía, a la surrealista, la que es más lírica, además de beber mucho del cine y de los realistas estadounidenses. Son ilustraciones que tienen una autonomía muy fuerte fuera del texto».
En cuanto recibió el encargo de sumergirse en las páginas de «Grandes esperanzas», Charris no lo dudó y se fue a Londres a conocer los rincones en los que transcurre la aventura humana de Pip. Lo tuvo bastante fácil porque su escapada a la capital británica coincidió con la reciente celebración del 200º aniversario del nacimiento del autor de «Oliver Twist» o «Cuento de Navidad». Charris explicó ayer a este diario que su intención fue la de «sumergirse mucho en ese mundo, buscando su intensidad. Mi visita tenía como objetivo capturar el ambiente de la época». Para ello visitó algunas de las exposiciones de homenaje a Dickens, encontrando abundante documentación que aparece en estas «Grandes esperanzas», como el traslado de ataúdes en aquellos años victorianos.
Lo que no quiso fue caer en la tentación de inspirarse en algunas de las varias adaptaciones cinematográficas que ha conocido este clásico de las letras. «Vi la que se había hecho que transcurría en época contemporánea, pero no lo he hecho con el resto. No quise revisar el material que ya existía, con la única excepción de alguna película de temática victoriana», explicó Charris.
El pintor ha querido también convertir a Dickens en un personaje poliédrico. Las páginas de inicio y final de esta edición contienen una serie de retratos creados por Charris en los que convierte y reconvierte la imagen que ha llegado hasta nosotros del popular novelista. Ya sea convertido en una máscara a la manera del constructivismo de Torres-García, con nariz de payaso, sobresaliendo de una concha o abocetado como si fuera una mancha que empieza a dibujar su rostro, el pintor ha hecho del escritor un personaje complejo, que incluso aparece apoyado en una puerta mientras contempla a Pip en una hopperiana calle de Londres. «Dickens no era uno solo. Hay muchos en él porque podía ser desde melodramático a un cachondo. Lo leí por primera vez como autor juvenil y me perseguía ese prejuicio. Lo he querido romper. Es un autor que entiende su obra como un terreno fértil en el que se pueden desarrollar otras disciplinas artísticas que aprovechen el caudal de sugerencias, imágenes y asociaciones mentales que proyectan las palabras», señaló.
Al igual que el narrador da para muchas lecturas, algo parecido se ha encontrado en los capítulos de «Grandes esperanzas». Por ejemplo, no todos los decorados corresponden a Londres. Charris acababa de llegar de Australia cuando Círculo de Lectores lo invitó a participar en esta aventura. La antigua colonia británica inspira algunos decorados apuntados por Charris en sus ilustraciones. También hay rastros incluso de anacronismos, como el de un personaje hablando por su teléfono móvil, y también apuntes de lo que pudo haber vivido Dickens en ese tiempo, como un hombre anuncio que carga con la publicidad de la novela. En todo caso, Charris sostiene que puede documentarse profundamente, viajar a los escenarios reales, ver fotografías de la época, «pero finalmente lo que queda es mi imaginación».
No es la primera vez que el pintor se enfrenta a una novela del siglo XIX. «El corazón de las tinieblas», de Joseph Conrad, aparecida por primera vez por entregas en 1899, fue su objeto de deseo precisamente para Círculo de Lectores. «En aquella ocasión mis ilustraciones eran muy negras para un texto muy difícil. Para "Grandes esperanzas"he querido ser muy diferente, creando viñetas basadas en los recortables de siluetas del tiempo de Dickens. Son una serie de dibujos a tinta china en un papel como de copiar como soporte», concluyó.