Diego Carrasco: «Si tuviera voz ganaría un dineral»
Presentará mañana en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid su disco «No M´arrecojo. 50 años en familia», para el que contará con invitados de lujo.
Él es hippy. Y gitano. Vamos, un «hippytano». Tiene la voz rajada entre el flamenco y el rock. Canta con el alma, a pecho descubierto, mientras toca la guitarra. Ríe. Y hace reír. Más que un cantaor, Diego Carrasco es un cantautor andaluz con tanto arte como guasa. Pertenece a la generación de los más grandes. Y mañana 29 de noviembre contará con invitados de lujo para presentar en el Teatro Nuevo Apolo de Madrid «No M´arrecojo. 50 años en familia», con el que celebrará medio siglo sobre los escenarios. «Es el mejor disco que hay ahora mismo en la calle», asegura partiéndose la caja.
–A usted no hay quien le «arrecoja»...
–Nada, imposible. No me puedo «arrecoger». Y menos ahora, que tengo a todos mis amigos dándome cariño.
–50 años es medio siglo.
–Pero como no me voy a «arrecoger», voy a estar otros 50 (risas). Se me ha hecho muy corto el tiempo, porque he tenido la suerte de estar acompañado de los mejores.
–Nada tiene que ver el flamenco actual con el de entonces.
–Las cosas cambian, pero me da mucha alegría que el flamenco esté tan vivo. Lo que no podemos hacer es enjaularlo en el pasado.
–¿Necesita aire fresco?
–Ahora mismo lo tenemos. Hay un elenco de gente joven con una savia nueva que... chapó.
–¿Se está renovando?
–Los jóvenes están bebiendo de las fuentes tradicionales y haciendo cosas acordes a esta época, lo que me parece genial. No obstante, hay que partir de la pureza y de los grandes pilares.
–¿Ha perdido verdad?
–Todo lo contrario. El flamenco hay que abrirlo al mundo para que cada vez tenga más aficionados que profundicen en sus raíces.
–¿Cuáles son esas raíces?
–La cultura milenaria de un pueblo. El flamenco es una forma de quejarse.
–¿Y qué más?
–Una forma de vivir. El flamenco es mi vida.
–¿Qué significa ser flamenco?
–Yo me siento muy orgulloso de haber nacido donde he nacido y de que toda mi familia se dedique al cante y al baile. Le doy gracias a Dios por ello.
–Hablando de Dios. Si el flamenco fuese una religión, ¿quién sería el profeta?
–Muchos gitanos estamos metidos en el culto. El flamenco tiene su propia idiosincrasia y su forma de ser y de pensar. Tiene su carácter y su personalidad. Si tú escuchas una saeta y se te caen las lágrimas, estás rezando.
–¿A qué suena el flamenco?
–A verdad.
–¿Huele?
–Sí, a candela. Y también se paladea.
–¿Por qué en las discotecas no se escucha flamenco?
–Porque las discotecas son lugares de sindicatos. No tienen nada que ver con nosotros (risas). A mí me dan mucho coraje, porque no puedo ni hablar. Además, los whiskys no son buenos, son de garrafa. Y hacen que al día siguiente te duela la cabeza. Soy más de tabernas.
–Quizá piensen que ha pasado de moda...
–El flamenco siempre estará de moda.
–Algunos de sus familiares son de sangre y otros...
–Sin mi familia musical, sin mis amigos, no sería feliz.
–Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro.
–Por eso yo soy tan rico.
–Pues es usted de la generación de las leyendas.
–He tenido esa suerte. Ahora me doy cuenta del vacío que se me ha quedado. Camarón, Paco de Lucía, Enrique Morente... En ese sentido me siento huérfano.
–¿Quién ha sido el más grande entre los más grandes?
–No hay un solo Dios en esto. He actuado al lado de los mejores y he aprendido de todos. Estar junto a Lola Flores y no aprender de ella sería un sacrilegio.
–¿Usted tiene más arte que gracia?
–Nada de nada. Soy el más desaborido del mundo (risas). El arte es una cosa muy especial. Y la gracia... no sé. Quizá por ser de Cádiz tengo esa chispa. Pero no voy por el mundo de gracioso.
–Vive al compás de...
–Del corazón.
–¿Lo desnuda?
–Por supuesto. El corazón hay que desnudarlo y llenarlo de energía positiva, cariño y amor.
–Vamos, que va por la vida a pecho descubierto.
–Aquí en Madrid no, que hace mucho frío (risas).
–¿Qué le raja la garganta?
–El estado anímico. No soy cantaor. Soy un cantautor gitano andaluz, lo que me da la responsabilidad de pronunciar bien.
–¿De dónde le sale la voz?
–Del alma. Pero no tengo voz. Si tuviera, ganaría un dineral.
–Muchos la consideran un instrumento en sí mismo...
–Estoy satisfecho de esta voz y de acompañarla con mi guitarra.
–¿Y si los políticos escucharan flamenco?
–Cambiaría el mundo. Habría más amor y entendimiento. Los políticos están faltos de flamenco. El sistema lo ha maltratado en España.