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«Don Carlos», disparate camelístico

larazon

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De Verdi. I. Abdrazakov, J. Kaufmann, L. Tézier, D. Belosselskiy, S. Yoncheva, E. Garanca. Coro y Orquesta de la Ópera Nacional de París. P. Jordan. K. Warlikowski. Ópera de la Bastilla. París, 13 -X- 2017.
París decidió presentar la versión original francesa del «Don Carlo»!, cosa muy lógica. Sin embargo prescindió del ballet y eligió un reparto sin ningún francés en los papeles principales, lo que naturalmente se tradujo algunas veces en pronunciaciones deficientes. La función debía empezar en los jardines de Fontainebleau, pero lo hace en una extraña sala con diván, chimenea, un caballo de cartón y un corralito para encerrar un coro vestido de calle como si fuera público esperando entrar en una discoteca. La trasposición de la historia a un lugar indeterminado del pasado siglo, no sólo no aporta nada, sino que destruye la grandeza de la ópera. Su inicio, con una proyección de «suciedades» de filme de super 8 como en «flashback», me va a permitir que yo también retroceda en el tiempo a fines comparativos y para no perder perspectivas. Ese era el inicio, después vendrían otras butades: la escena de Éboli con las damas de la corte convertida en una sala de entrenamiento de esgrima que, eso sí, sirve para que luego Felipe II y Rodrigo se enfrentes con florines; el aria de Felipe II con éste desaliñado y ebrio en una especie de sala de palacio para ver películas en la intimidad con Éboli espatarrada en uno de los sillones; la jaula de zoológico que es la prisión del infante o el beso de Éboli al rey al final de esta escena... Y todo sin la menor penetración psicológica en los personajes. Gregorio Marañón leyó mi crítica de «Carmen» en 1999 durante la presentación de la ópera en el Real. Escribía que se recordaría y daría que hablar durante años. Acerté, como acertaré ahora al afirmar que este «Don Carlos» se hundirá en el olvido mientras aún recordamos la ambiciosa desfachatez del de Konwitschny. Warlikowski se atrevió a saludar también el segundo día recibiendo uno de los mayores abucheos presenciados en mi vida del público que abarrotaba la Bastilla. Basta ya de tomaduras de pelo. Era la ópera de la temporada por su reparto estelar, de lo mejor de hoy día, lo que no quiere decir de todos los tiempos. Elina Garanca tuvo la mayor ovación tras su «O don fatale». Comunica con el público, posee centro y agudos, despliega volumen, pero carece de los graves precisos para la pieza. ¡Qué lejos de la Bumbry que la cantó en la Zarzuela! Sonya Yoncheva canta con gusto hierático, le falta un punto de cuerpo en el centro para Elisabeta, no siempre afina y, si bien el fiato es amplio, no puede compararse al de Caballé, cuyo interminable agudo final aún se recuerda con la historia que lo acompañó. Yoncheva fue muy ovacionada tras «Tu che la vanitá», como también Ludovic Tézier en la escena de su muerte. Sin duda el mejor y lo mejor de la noche. Recordando los viejos tiempos de Cappuccilli con Karajan en Salzburgo. Un barítono con voz verdiana y que sabe cantar y transmitir. Ildar Abdrazakov queda mejor en el bel canto ya que para Felipe II le falta autoridad y es que había de luchar contra la errática concepción de Warlikowski a su personaje. Dmitry Belosselskiy no es el bajo profundo necesario como Inquisidor, aunque el instrumento reúna potencia. Mario del Monaco no quiso interpretar «Don Carlos» porque no para de cantar y no tiene un aria con la que triunfar, pero la parte es bella si se canta como lo hizo Corelli, el ídolo de Kaufmann. No es el mismo desde su reaparición, se reserva mucho y exagera pianos y medias voces. El caso es que en frases de aquí y allá deja impronta, caudal y firmeza de agudos. Triunfó, pero esperaba el mismo nivel que en Munich y no lo alcanzó. Philippe Jordan fue de menos a más. Careció de grandeza el dúo entre Carlos y Rodrigo, lo tuvo orquestalmente el de bajos y realizó orfebrería en el final de soprano y tenor. La concepción no acabó de redondearse a pesar de contar con una orquesta y un coro excepcionales. Los Abbado y Muti iniciales, los Karajan, Maazel, Mehta, Levine quedan lejos.

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