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Dos españoles detrás de Richter

larazon

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En la galería berlinesa Michael Schultz tienen un trajín que no veas. Hay dos señoritas rubias que nos atienden muy solícitas. Sí, dicen que han vendido, que les ha ido bien, aunque quizá les haya costado un poquito mas que el año anterior. Cuando preguntamos por la estrella de la galería, el intocable cuadro de Gerhard Richter («Abstraktes Bild», de 200 x 140) la sonrisa aflora a los labios, casi de manera nerviosa. Preguntamos si se ha vendido y la respuesta nos sorprende: todavía no, pero hay dos compradores españoles que están detrás. ¿Quiénes? Ni una palabra más, pero compradores hay. La venta se puede cerrar en las próximas horas o en los días venideros, eso no lo sabemos, pero parece que las dos opciones cuentan con bastantes posibilidades de hacerse con el cuadro. Lo primero que deben tener es más de ocho millones de euros, que es lo que cuesta la obra de marras (le ha quitado el cetro al Picasso de más de un millón de Leandro Navarro, que se ha quedado sin vendedor). Sea como fuere, la noticia nos parece importante. ¿Se quedará el Richter en suelo español?
Ilusión, la palabra
Lo que muchos profesionales adelantaban hace cinco días, eso de que se respiraba en esta edición otro aire, ayer, día de cierre de ARCO, era una realidad. Aunque cada uno habla en la feria según le va en ella (y aquí la frase cobra más sentido que nunca), lo cierto es que uno tras otro los galeristas preguntados coincidían en destacar el optimismo, las buenas vibraciones y un cambio en la mentalidad, que resulta básico para acometer el futuro inmediato. Lejos, muy muy lejos quedan aquellas ediciones en las que el triunfo, las ventas y los puntos rojos eran la nota dominante al cierre después de días intensos de recorrer de punta a cabo la moqueta de Ifema. La realidad hoy es otra porque las circunstancias en casi nada son como eran aquellas de mediados de los noventa, cuando el espectáculo, que siempre lo ha habido, a qué negarlo ahora, existía detrás de cada esquina. «Hoy las aguas vuelven a su cauce porque la actitud es bastante diferente. Se nota cierta mejoría y también con miras al futuro. Por ejemplo, no ha llamado bastante la atención que aquí; en este stand nadie nos haya hablado de la crisis. Se ha vendido moderadamente bien», contestan desde Parra y Romero, con sede en Madrid e Ibiza. Ellos están contentos, pero abominan de los «espectáculos a los que se da tanta cancha en esta feria y poco o nada tienen que ver con el arte». A buen entendedor... En Fernández-Braso Miguel también se muestra optimista: «No hemos venido para vender. Hemos notado que el ánimo hoy es otro porque el año pasado ni siquiera el público entraba en los stand, bajaban la vista. Éste es el año de la actitud optimista, de la recuperación espiritual. No se puede comprar una obra si piensas cómo vas a poder tirar para adelante al día siguiente. Yo noto ahora que la gente tiene ilusión por llevarse la pieza a casa. La recuperación anímica está ahí», explica, y añade que «los artistas necesitan que se les compre», una frase que todos los profesionales hacen suya.
En la lisboeta Filomena Soares están cerrando una venta y se les nota contentos, aunque se limitan a decir que «ha ido bastante bien, mejor que el año pasado». No es el caso, por increíble que parezca de Juana de Aizpuru, que cerró mejor en 2013: «Este año ha costado bastante, a nosotros por lo menos. Y la nula ayuda institucional se ha notado. Es la primera vez que ninguna institución o un museo no ha adquirido obra de nuestros artistas», comenta Concha. «Todo va lento, aunque el cambio en la actitud está ahí», añade, mientras miramos los puntos rojos que hay junto a algunas de las obras, por ejemplo la de Cristina Lucas, un Mondrian del siglo XXI tan divertido como sutil. En Javier López también les ha ido bastante bien, cuenta Fer Francés: han hecho pleno con los artistas que traían por vez primera, Marina Vargas y Manuel León. ¿El IVA? Dice que es un «bluf».
El espectador pasivo
Oliva Arauna también se muestra optimista, lo mismo que en Guillermo de Osma: «Si estás deprimido, lo contagias y nadie te compra. La actitud ha cambiado, pero hay que pelearlo bastante todo», dicen. En la murciana T20 han despachado casi todas las obras y en Espacio Mínimo les ha ido bien. En Helga de Alvear se van con buen sabor de boca, también, mientras que Miguel Marcos nos invita a la reflexión. «Las ferias son un dilema y nunca sabes si lo que traes es lo que realmente va a interesar, lo adecuado. ARCO surgió como una referencia cultural y se convirtió en un espectáculo cuando en España no había otra cosa igual y hoy sigue las mismas coordenadas», dice. Se queja de que haya demasiado espectador pasivo: «Es la única feria del mundo donde veo tantísima gente y una feria son expositores y compradores. A mí, el paseante no me interesa. es un tema complejo, pero si no existiera ARCO, estaríamos peor», asegura.
Ilusión, la palabra
Lo que muchos profesionales adelantaban hace cinco días, eso de que se respiraba en esta edición otro aire, ayer, día de cierre de ARCO, era una realidad. Aunque cada uno habla en la feria según le va en ella (y aquí la frase cobra más sentido que nunca), lo cierto es que uno tras otro los galeristas preguntados coincidían en destacar el optimismo, las buenas vibraciones y un cambio en la mentalidad, que resulta básico para acometer el futuro inmediato. Lejos, muy muy lejos quedan aquellas ediciones en las que el triunfo, las ventas y los puntos rojos eran la nota dominante al cierre después de días intensos de recorrer de punta a cabo la moqueta de Ifema. La realidad hoy es otra porque las circunstancias en casi nada son como eran aquellas de mediados de los noventa, cuando el espectáculo, que siempre lo ha habido, a qué negarlo ahora, existía detrás de cada esquina. «Hoy las aguas vuelven a su cauce porque la actitud es bastante diferente. Se nota cierta mejoría y también con miras al futuro. Por ejemplo, no ha llamado bastante la atención que aquí; en este stand nadie nos haya hablado de la crisis. Se ha vendido moderadamente bien», contestan desde Parra y Romero, con sede en Madrid e Ibiza. Ellos están contentos, pero abominan de los «espectáculos a los que se da tanta cancha en esta feria y poco o nada tienen que ver con el arte». A buen entendedor... En Fernández-Braso Miguel también se muestra optimista: «No hemos venido para vender. Hemos notado que el ánimo hoy es otro porque el año pasado ni siquiera el público entraba en los stand, bajaban la vista. Éste es el año de la actitud optimista, de la recuperación espiritual. No se puede comprar una obra si piensas cómo vas a poder tirar para adelante al día siguiente. Yo noto ahora que la gente tiene ilusión por llevarse la pieza a casa. La recuperación anímica está ahí», explica, y añade que «los artistas necesitan que se les compre», una frase que todos los profesionales hacen suya.
En la lisboeta Filomena Soares están cerrando una venta y se les nota contentos, aunque se limitan a decir que «ha ido bastante bien, mejor que el año pasado». No es el caso, por increíble que parezca de Juana de Aizpuru, que cerró mejor en 2013: «Este año ha costado bastante, a nosotros por lo menos. Y la nula ayuda institucional se ha notado. Es la primera vez que ninguna institución o un museo no ha adquirido obra de nuestros artistas», comenta Concha. «Todo va lento, aunque el cambio en la actitud está ahí», añade, mientras miramos los puntos rojos que hay junto a algunas de las obras, por ejemplo la de Cristina Lucas, un Mondrian del siglo XXI tan divertido como sutil. En Javier López también les ha ido bastante bien, cuenta Fer Francés: han hecho pleno con los artistas que traían por vez primera, Marina Vargas y Manuel León. ¿El IVA? Dice que es un «bluf».
El espectador pasivo
Oliva Arauna también se muestra optimista, lo mismo que en Guillermo de Osma: «Si estás deprimido, lo contagias y nadie te compra. La actitud ha cambiado, pero hay que pelearlo bastante todo», dicen. En la murciana T20 han despachado casi todas las obras y en Espacio Mínimo les ha ido bien. En Helga de Alvear se van con buen sabor de boca, también, mientras que Miguel Marcos nos invita a la reflexión. «Las ferias son un dilema y nunca sabes si lo que traes es lo que realmente va a interesar, lo adecuado. ARCO surgió como una referencia cultural y se convirtió en un espectáculo cuando en España no había otra cosa igual y hoy sigue las mismas coordenadas», dice. Se queja de que haya demasiado espectador pasivo: «Es la única feria del mundo donde veo tantísima gente y una feria son expositores y compradores. A mí, el paseante no me interesa. es un tema complejo, pero si no existiera ARCO, estaríamos peor», asegura.

Hartos de las fotos del móvil

En la escultura de Sánchez Castillo en Juana de Aizpuru han tenido que poner un cartelito, o varios, en la peana: «No tocar». Para galerista como Miguel Marcos debería haber otro a la entrada de la feria: «No fotografiar». Lo de «la masa y las fotos» no lo lleva nada bien: «Te das la vuelta y tienes detrás a un señor con el móvil fotografiándolo todo. ¿Y los derechos del autor dónde quedan?, ¿dónde van a esas imágenes», se pregunta, casi al tiempo que una pareja de jóvenes se incrusta dentro de una de las obras del stand para inmortalizarla.