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Eduardo Mendoza: «Escritores y editores nos explotamos por igual»

El escritor fue el encargado de inaugurar el Foro Edita Barcelona con un discurso en el que reivindicó el papel del editor y la importancia de estos en dar a conocer el trabajo de los escritores
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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El escritor fue el encargado de inaugurar el Foro Edita Barcelona con un discurso en el que reivindicó el papel del editor y la importancia de estos en dar a conocer el trabajo de los escritores.
El Saló de Cent del Ayuntamiento fue ayer el escenario del inicio del Foro Edita Barcelona que se celebra hasta mañana en la capital catalana. El escritor Eduardo Mendoza fue el encargado de realizar la conferencia inaugural reivindicando el papel del editor, la importancia que tienen en dar a conocer el trabajo de los escritores, de aquellos que pasan horas escribiendo en el anonimato esperando llegar a los lectores. Este punto de encuentro entre los profesionales del libro, en el que se debatirán algunos aspectos de la edición –desde el fomento de la lectura entre los más jóvenes al futuro de las librerías–, no podía tener mejor «conferenciante de honor», como lo definió el teniente de alcalde Jaume Collboni.
Como «regalo envenenado» calificó irónicamente Eduardo Mendoza la invitación de Patrici Tixis para ser el responsable de la conferencia de honor que dio el pistoletazo de salida del foro. «Barcelona es una ciudad inmensamente literaria, aunque si uno va por las inmediaciones del Ayuntamiento parece que sea otra cosa», aseguró refiriéndose al palacio delante del consistorio, es decir, el de la Generalitat.
Escenario quijotesco
El autor de «La ciudad de los prodigios» rememoró el papel de Barcelona como uno de los principales escenarios en la segunda parte de «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha». Es en la capital catalana donde se enfrenta al Caballero de la Blanca Luna, cierto, pero también donde don Quijote visita una editorial. «Es ahí donde Cervantes toma la palabra y habla de las cuestiones que le importan, como el cobro de derechos de autor», afirmó el último Premio Cervantes apuntando que «ya entonces existían problemas en el mundo editorial».
Para Mendoza, Barcelona siempre ha sido «ciudad de libros y editores». Por ello, apuntó que su intención era «hacer un elogio del editor y no es algo superfluo. La prevalencia de las leyes del mercado hace que tergiversemos su papel. Nada más alejado de la realidad. El escritor escribe. El editor hace libros».
Mendoza recordó sus inicios como lector en un tiempo en el que las cosas no pintaban nada bien. La guerra había acabado y se imponía una represión que no dudaba en mostrar su crueldad en todos los ámbitos, incluidos los culturales. «En mi juventud, los españoles gozamos de un estado dictatorial que desertizó buena parte del territorio literario», subrayó. El oasis vino con los libros que venían de fuera de nuestras fronteras y el lograrlos suponía una gran satisfacción. Mendoza, a este respecto, rememoró que «los que vivimos esa época no olvidaremos rasgar los cantos» de los ejemplares que llegaban a sus manos desde tierras lejanas. En este sentido, hizo memoria de los ejemplares «sobrios de Penguin Books», así como los de «Losada, Emecé o Purrúa que llegaban de América».
Eduardo Mendoza también echó la mirada atrás para hablar de sus primeros contactos con los editores: «Conocí figuras, hoy mitos de un pasado heroico. Los editores y escritores se explotaban de manera recíproca. Había acuerdos y desacuerdos. La idea en que entre el autor y editor hay una lucha de clases es una idea perniciosa», declaró, para añadir que «mi experiencia personal ha sido siempre satisfactoria». En este sentido, quiso destacar la labor de «mi querido e incombustible Pere Gimferrer».
En 1975 aparece «La verdad sobre el caso Savolta», la obra con la que se presenta un autor novel. «Entré en el mundo literario por la puerta de Seix Barral hace 45 años. Les llevé el manuscrito de un novelón. Lo aceptaron». Mendoza se convierte en una de las nuevas voces narrativas en un país que está cambiando política y socialmente. Es en ese momento cuando acude por primera vez a la fiesta de Sant Jordi, el día del libro y la rosa. «Fui invitado a firmar en la caseta de Seix Barral, en lo alto de la Rambla. Eran los primeros años de la Transición. Durante la jornada hubo manifestaciones políticas y el centro de la ciudad se convirtió en un campo de batalla», recordó. Pero el día acabó de una manera muy significativa con esos nuevos tiempos. Fue con sus editores a cenar concluida la jornada, pero «me encontré entre un grupo que se manifestaba y la policía disparaba balas de goma. Pude esquivar una y un empleado de la editorial recibió el tiro», explicó, para sentenciar que aquello era un ejemplo de «hasta qué punto un editor debe cuidar a sus autores».
El Foro Edita Barcelona tratará asimismo de especular sobre cómo será el mundo editorial dentro de cinco lustros. Lo que es seguro para Mendoza es que «no sé cómo será en 2030 el mundo de la edición. En aquellos años, los de la Transición, la cultura crecía como las plantas del campo. Los editores eran mezcla de artesanos, comerciantes y jugadores de fortuna. Hoy las editoriales son empresas complejas con múltiples ramificaciones». Los escritores y los editores conviven hoy en un mundo cambiante donde «los gobiernos de países democráticos respetan a los autores y reconocen su papel, no le regatean galardones. Pero en materia fiscal hay cicatería y acoso mientras la ‘‘piratería’’ goza de impunidad».
Muy presente
Entre los nombres propios de la edición, Eduardo Mendoza quiso rescatar dos. El primero José Manuel Lara Hernández, creador de la Editorial Planeta y «hombre de personalidad generosa y exuberante». Con su hijo y heredero, José Manuel Lara Bosch, Mendoza mantuvo «una relación de verdadera amistad. Era una figura de relieve a nivel internacional, pero por encima de todo se consideraba editor. Siempre me hacía llegar su opinión como editor y amigo». Mendoza recuperó el último acto «en el que nos vimos»: Lara Bosch habló con el autor de «La aventura del tocador de señoras» y le dijo que «estoy contento porque gracias a mi trabajo he conocido a escritores que admiro». «Al final de su vida consideraba un privilegio tener relación con escritores», subrayó Mendoza, quien concluyó su conferencia deseando a los participantes en el Foro Edita Barcelona una «actividad tranquila, fructífera y apasionante».
Un autor fiel a Seix Barral
Eduardo Mendoza es uno de esos casos insólitos de fidelidad de un autor a un sello. La práctica totalidad de su obra narrativa ha aparecido en Seix Barral desde que viera la luz en 1975 «La verdad sobre el caso Savolta», que se alzó con el Premio de la Crítica y logró el apoyo del público. Quien no la tuvo en consideración fue la censura franquista, que en 1973 tildó el texto del barcelonés como «novelón estúpido y confuso, escrito sin pies ni cabeza». Aquellas huestes represoras sí consiguieron que el libro tuviera que cambiar su título original, «Los soldados de Cataluña», algo que le fue restaurado por fin en 2015 (en la imagen). Seix Barral ha ido publicando la producción novelística de Mendoza desde 1975, con obras ya consideradas clásicas como «La ciudad de los prodigios», «Sin noticias de Gurb» o «El año del diluvio». Hubo unas pocas «infidelidades» editoriales de Mendoza. En 2010, su obra «Riña de gatos» se hacía con el Premio Planeta publicando en el sello que lleva el nombre del galardón. Antes había publicado una pequeña e interesante monografía sobre Pío Baroja en Omega.