El amigo español de Wagner
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Era un tiempo apasionante para los aficionados a la música. Quienes entraban en la obra de Wagner y franqueaban el círculo mágico de sus composiciones, en realidad estaban asumiendo una forma de entender y explicar el mundo, no sólo la música. Es decir, convertían las obras de arte en su propia cosmogonía, algo así como lo que pasaría mucho tiempo después con el rock & roll. Pero en aquel tiempo había también una rivalidad más interesante que la de los Stones y los Beatles: Wagner contra Verdi. Y, sorprendentemente, había «clubs de fans»: en 1911 se abrió la asociación Wagneriana de Madrid, que, eso sí, estaba constituida por señores ilustrados más que por adolescentes gritonas.
Fruto de esa gran pasión, el pintor Rogelio de Egusquiza hizo series de retratos basados en la complejidad intelectual de los personajes wagnerianos, en concreto de la ópera «Parsifal», a los que dedicó nada menos de 20 años de estudio. Todo ese tiempo sumergido en la obra de Wagner da una idea de la profunda admiración que profesaba al compositor», asegura José Luis Díez, Jefe de Conservación de Pintura del siglo XIX, en la presentación ayer de «El mal se desvanece», la sala que el Museo del Prado ha renovado con 14 obras de Egusquiza desconocidas y restauradas para la ocasión.
Egusquiza viajó a la casa del genio alemán. «Le recibieron, le invitaron a cenar. Fue el único que llegó a tener ese contacto con él, y luego él describirá la fuerte personalidad que irradiaba», explica Díez. La obra de Wagner generaba fanáticos de las sagas «igual que hoy puede haberlos de ''Star Wars'' y de sus rivales de ''Star Trek''. Creaba universos completos, con uns reglas del juego, una geografía, protagonistas e interpretaciones de la historia y de los mensajes», asegura el comisario de la muestra, que destaca el contenido de «exaltación metafísica» de los libretos de las óperas, cuyo mensaje «trasciende la música». Egusquiza tomó los personajes y se adentró en su misterio. «Hubo quienes se quedaron en la superficie del caballero, en el cuento. Pero a él no le interesa. Él va más allá, al debate interno de los personajes, a la encarnación de las complejidades internas», explica. Son las obras maestras de Egusquiza y la mejor representación de la iconografía wagneriana del arte español.