El arca que unió al mundo
El estreno del controvertido largometraje de Russell Crowe, censurado ya en varios países, saca de nuevo a la luz la historia de la enigmática embarcación de la que, sin embargo, se habla desde hace miles de años en casi todas las culturas
El estreno del controvertido largometraje de Russell Crowe, censurado ya en varios países, saca de nuevo a la luz la historia de la enigmática embarcación
Una serie de catástrofes, motivadas por la cólera de Yahvé, se recogieron en la Biblia, situadas entre la extinción de la estirpe de Adán y la instalación de Abraham en Palestina. Aquella cólera se fraguó contra la humanidad, culpable a los ojos de Dios. Se inició con la expulsión del Paraíso, seguida del Diluvio Universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, para finalizar con la caída de la Torre de Babel, cuyos orgullosos constructores, castigados, se dispersaron por toda la Tierra.
De acuerdo con el relato bíblico, Matusalén engendró a Lamec, quien, a su vez, muerto su padre, que viviría 969 años, engendró a los 182 años de edad a Noé. Éste, teniendo 500 años engendró a Sem, Cam y Jafet. La Biblia da muy poca información sobre Noé. Se ignora su época, su carácter, su ocupación, el nombre de su esposa, el lugar donde vivió. Sólo se explicita que fue bendecido por su padre. Fue un hombre justo, íntegro y temeroso que halló favor a los ojos de Dios.
Según el Génesis, Dios se enfadó con los hombres, a los que veía malvados y, arrepentido por haberlos creado, decidió eliminarlos. Sin embargo, Noé halló gracia a los ojos de Yahvé. No sería castigado. Dios le comunicó su decisión, pero con él haría una excepción por ser el único hombre justo. El castigo elegido sería el Diluvio. «Voy a arrojar sobre la Tierra un diluvio de aguas que exterminará toda carne» (Génesis 6, 17). Sin embargo, el mismo Dios le indica el modo de escapar a aquel castigo: «Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos y la calafateas con pez».
El diluvio es un mito universal. De él hay una primera referencia en una tablilla sumeria localizada en Nippur. Una divinidad quiere salvar a los hombres condenados a un diluvio. Pero Ziusudra, el único justo, se salvará de la catástrofe. Mucho más importante es el relato acadio contenido en el poema de Gilgamesh. En su tablilla XI el rey de Uruk acude ante Utanapishtim a que le explique cómo se salvó del Diluvio y cómo alcanzó la inmortalidad. Lo narrado en la Biblia es prácticamente idéntico a lo dicho en el poema. También debe ser citada la Epopeya de Atrakhasis, de la cual han llegado varias versiones en acadio. Finalmente, cabe reseñar el relato de Beroso, un sacerdote babilonio del dios Marduk que escribió hacia el año 300 a.C. Su texto, en griego, conocido por dos recensiones, presenta analogías con las anteriores fuentes mesopotámicas. Aquí el salvado de las aguas es Xisouthros, que marcharía a vivir con los dioses. El mito del Diluvio se universalizó, globalizándose la creencia de una catástrofe a escala planetaria. Por ejemplo, el Corán recoge la existencia de un Diluvio, salvándose Noh, su familia y algunos creyentes, no de una inundación por el agua, sino de fuego. Las civilizaciones precolombinas creyeron en la existencia de un Diluvio. Entre los aztecas sería la diosa Chalchiuhtlicue la que anegaría a los hombres. Lo mismo cabe decir de los incas, entre quienes Viracocha envió uno que borró a los hombres, salvándose tan sólo un pastor y su familia. O de los mayas, a quienes Tepeu y Gucumatz anegaron de modo inmisericorde. Asimismo, se conoce un Noé chino, llamado Un-wash. En la mitología hindú, tanto en el Vishnu Purana como en el Shatapatha Brahmana, hay referencias a un Diluvio. En éste con la presencia de Manu, que fue salvado por un pez. También en Irán el dios Ahura-Mazda previene al primer hombre, Yima, de lo que va a ocurrir. En Australia, en Filipinas, en Indochina, en Tailandia, en Polinesia, en África, en Alaska y en otros muchos lugares se halla presente este universal mito, recordado, por supuesto, en la mitología griega y en la romana. Finalmente, en el Libro de los Muertos del antiguo Egipto el dios Thot tiene la intención de anegar la tierra del mismo modo.
Animales puros
Yahvé dio instrucciones a Noé acerca de cómo debía ser el arca: «Hazla así: trescientos codos de largo, cincuenta de ancho y treinta de alto; harás en ella un tragaluz (...), la puerta la haces a un costado, harás en ella un primero, un segundo y un tercer piso» (Génesis 6, 15-16). Tras ello le indicó que entrase en ella animales puros (dos setenas) macho y hembra, e impuros (una pareja) macho y hembra, además de aves del cielo (dos setenas) machos y hembras. Noé tenía setecientos años cuando el Diluvio inundó la tierra. Las medidas que se contemplan en la Sagrada Escritura son imperiales, hasta el punto de ser cuestionada su propia viabilidad. Una vez cargado, el arca con la multitud de animales Noé con su mujer, sus hijos y sus esposas entraron en ella «el día diecisiete del mes segundo en el año 600 de la vida de Noé».
«Diluvió durante cuarenta días sobre la tierra, crecieron las aguas y levantaron el arca (...). Pereció toda carne que se arrastra sobre la tierra, las aves, las bestias, los vivientes todos que pululan sobre la tierra y todos los hombres (...). Ciento cincuenta días estuvieron altas las aguas sobre la tierra» (Génesis 7, 12-24). En total, el Diluvio duró un año, durante el cual las ocho personas que se salvaron hubieron de atender todas las tareas que requerían los animales, asunto que silencia el relato genesíaco. «El día veintisiete del séptimo mes se asentó el arca sobre los montes Ararat» (Génesis 8, 4). Tras ello Noé soltó un cuervo y una paloma para ver cómo habían menguado las aguas. Desde la antigüedad existen referencias sobre el arca posada en el Ararat, gigantesco pico de 5.180 m de altura de origen volcánico y cubierto de nieves perpetuas. Beroso, el babilonio, dice que se subía a tal monte para tomar «raspaduras de betún» para confeccionar amuletos. El historiador judío Flavio Josefo cuenta que se hacían peregrinaciones al Ararat para contemplar los restos de un barco. San Epifanio, Nicolás de Damasco e incluso Marco Polo hablaron del arca que se hallaba en el Ararat. En los siglos XVIII y XIX se siguió acudiendo a tal montaña (expediciones de Glaston, Green y Berry, y del príncipe John Joseph). En el XX la más famosa expedición fue la del francés Ferdinand Navarra, quien dijo haber visto el casco de una nave, logrando hacerse con un pedazo de madera de 5.000 años. También la CIA montó una «operación Arca», y consiguió, según algunos informes, hacerse con ella.
Pasado el Diluvio Noé todavía vivió trescientos cincuenta años más, totalizando a su muerte 950 de vida. Se dedicó a la agricultura y plantó una viña. Como ha señalado Fernand Comte, el Diluvio ilustra la facultad de recomenzar desde cero, tanto para la divinidad como para la humanidad. Éste puede convertirse en la esperanza, el comienzo de tiempos nuevos, el principio de la Edad de Oro.
¿Cuánto cabía en la nave?
Las medidas del arca fueron aproximadamente de casi 130 m de largo por 22 de ancho y 13 de alto. Cada piso de los tres con que contó hubo de tener unos 2.800 metros cuadrados si se acepta que el arca fue de estructura rectangular, aunque se ha postulado que pudo haber tenido forma romboidal e incluso circular. Los estudiosos han especulado sobre la hipótesis de qué y cuánto pudo caber en el arca. Y la conclusión a la que han llegado es la de la imposibilidad de contener todo lo que Yahvé le había indicado, a lo que se sumaban los problemas, entre otros, del forraje, de la alimentación para los animales carnívoros, del agua y de la ventilación.
Los años en que se comían saltamontes
Nada puede decirse con certeza de la vida cotidiana en tiempos de Noé, que hubo de vivir en la Edad del Bronce. Ante esta carencia de fuentes debe de acudirse a las generalizaciones. En el supuesto de que hubiese habitado en algún punto de Mesopotamia, la alimentación del patriarca y de su familia habría descansado en los cereales, que se completaba con la ingesta de carne (ovinos, cápridos y bovinos) en contadas ocasiones. La oca, el pato y el pollo eran las principales aves de corral. Los saltamontes eran comestibles. Se pescaba en las lagunas y los peces abundaban en los cursos de agua. Cerveza y vino eran las bebidas más consumidas. Noé incluso llegó a emborracharse. La vida cotidiana no era la misma según se tratase de un hombre libre o de un siervo. La familia se fundaba en el matrimonio, teóricamente monogámico y el padre tenía amplio derecho sobre su prole, como lo tuvo Noé con sus hijos al maldecir a uno y bendecir a los otros dos. La vivienda era muy primitiva habitándose en chozas de ramajes o tiendas.
Existen pruebas científicas del diluvio
Los geofísicos norteamericanos William Ryan y Walter Pitman, de la Universidad de Columbia, cuentan en su libro sobre el Diluvio que al analizarse muestras de los sedimentos del mar Negro se observó que el agua del mismo había pasado de ser dulce a salada, de golpe y no gradualmente, hecho que pudo haberse producido entre 12.000 y 7.500 años atrás. Aparentemente, ninguna de las especies adaptadas al primitivo hábitat de agua dulce habría sobrevivido al convertirse el mar Negro como tal. El deshielo de los glaciares de Escandinavia, del norte de Europa, de Canadá y de Rusia habría hecho subir el nivel del Mediterráneo, abriéndose el estrecho del Bósforo y haciendo que el Negro se hiciese salado. Las gentes que habitaban en la zona huyeron hacia el sur con el recuerdo de aquella catástrofe que para ellos había significado un Diluvio.
Aronofsky se moja con violencia
Por si aún no lo han hecho, vean ya el tráiler de «Noé». Lo primero que puede saltarles a la vista es el vestuario, que recuerda más quizá al «grunge» de los 90 que a aquellas túnicas y ropajes holgados y vivos colores con los que, hasta hoy, Hollywood nos había contado tantas historias de la Biblia. Y hay mujeres que llevan pantalones. Se nota que el fornido Crowe (y esa barba que oscila de tamaño y forma, como el cabello), durante los minutos que dura el avance le ha inyectado al personaje perseverancia, coraje, pero también un punto de violencia y mucha carne y mucho nervio. Puro Russell en medio de innúmeros efectos especiales, de agua y tragedia. Sí, definitivamente Aronofsky («Cisne negro», nada menos) ha decidido mojarse.
*Catedrático emérito de Historia Antigua (UCM)