Literatura

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El cuento de Twain que no escribió Twain

La editorial Océano publica el cuento del escritor «El rapto del príncipe Margarina», que permanecía inédito, a partir de unas anotaciones halladas del creador de Tom Sawyer, y que en realidad ha completado otro autor.

El cuento de Twain que no escribió Twain
El cuento de Twain que no escribió Twainlarazon

La editorial Océano publica el cuento del escritor «El rapto del príncipe Margarina», que permanecía inédito, a partir de unas anotaciones halladas del creador de Tom Sawyer, y que en realidad ha completado otro autor.

En 1865, un joven llamado Samuel Laughorne Clemens, cuyo seudónimo (que significa «¡Dos brazas!») indicaba la profundidad del río para los barcos, se propone escribir un cuento humorístico sobre la vida en el Viejo Oeste, «La célebre rana saltarina del condado de Calaveras». Era la narración de cómo un forastero en un campamento de buscadores de oro hacía ingerir un montón de perdigones a la rana de un tipo que había ganado varios concursos de saltos. Es Mark Twain, que está escuchando en un momento dado de ese año la historia que le inspiraría su primera obra en el bar del Angels Hotel, en boca de mineros y demás buscavidas de la zona, en Calaveras County, localidad situada al este de San Francisco. Hoy no hay rastro de ese hotel, aunque de aquel cuento quedó el certamen Jumping Frog Jubilee, que se celebra anualmente cada tercer fin de semana de mayo desde 1928 y al que acuden miles de personas para ver qué rana salta más. Coincidiendo con los ciento cincuenta años desde la publicación, en 1867, del que sería el debut narrativo de Twain por medio de un libro de cuentos titulado de la misma manera que esa curiosa historia sobre el batracio saltarín, la editorial Océano lanza un volumen ilustrado que saldrá a la venta el día 26 y que rescata una vieja idea del escritor, «El rapto del príncipe Margarina» (traducción de Mercedes Guhl). Tal cosa ha sido posible gracias a la colaboración de diversas instituciones y expertos en la obra de Twain: primero, tras la muerte de éste en 1910, los apuntes correspondientes a este cuento «fueron a parar al archivo de documentos de Mark Twain, que se conserva en la Universidad de California en Berkeley», apunta el editor. En 2011 un estudioso de la Universidad de Winthrop dio con esos papeles que a buen seguro eran un boceto de relato infantil mientras realizaba una «búsqueda de material relacionado con alimentos para recopilar un recetario de cocina de Mark Twain», pues no en vano el narrador era un especialista en gastronomía.

Cada noche, un cuento

Pues bien, el estudioso aludido encontró la mención a la palabra «oleomargarine» (en su tiempo un antecesor de la margarina que acaba nombrando al personaje del título) y «fue entonces cuando identificó el texto como un cuento inconcluso para niños, que coincidía con la entrada en el diario que describía la sesión narradora de París». Una sesión esta que en efecto se puede conocer mediante la propia escritura de Twain, que apuntó en una entrada de su diario de 1879 cómo, cuando su jornada de trabajo terminaba, antes de la cena, aparecían sus hijas Clara y Susy y «entonces debía sentarme en el sillón grande, acomodar a cada niña en un brazo del sillón, e inventar un cuento para ellas». El método era el siguiente: Clara cogía una revista cualquiera y cuando encontraba una imagen que le llamaba la atención, se la indicaba a su padre para que a partir de ella empezara a contar una historia. De esta manera, a raíz de un diagrama de anatomía hallado en la revista «Scribner’s», y a regañadientes –pues tal ilustración estaba lejos de ser inspiradora– surgió un cuento que tuvo tanta aceptación entre las niñas, que fue evolucionando las noches siguientes y al que Twain empezó a darle forma literaria. El editor explica que en realidad lo encontrado fueron notas, «ráfagas inconexas» que comienzan así: «Viuda agonizante da semillas a Johnny. Las había recibido de una anciana con quien había tenido una gentileza tiempo atrás», y «terminan abruptamente en suspenso: «Bajo la custodia de dos poderosos dragones que nunca duermen». El cuento jamás se escribió y la historia quedó inconclusa. A pesar de que Twain les narró a sus hijas innumerables cuentos, se cree que las notas de esta semana de narraciones fueron las únicas que consignó en papel». Con este material, el editor general del archivo documental de Twain, dos especialistas universitarios y la directora de su casa-museo en Hartford, Connecticut, decidieron buscar una fórmula literaria y artística para crear una nueva obra a partir de esos apuntes. Es cuando aparecieron Philip y Erin Stead, autor e ilustradora muy reconocidos por su libro «Un día diferente para el señor Amos».

El resultado es una historia en la que Twain y Philip Stead aparecen como personajes con voz propia para contar la peripecia de un chico que descubrirá, con la ayuda de diversos animales parlantes –una jirafa, un león, una comadreja...–, más un pollo llamado Hambruna y Pestilencia, dónde está el príncipe que ha desaparecido misteriosamente y que es hijo de un rey arrogante que teme a las personas más altas que él. Un cuento con un gran número de ilustraciones que recuerda otras ocasiones en que se hallaron hojas manuscritas de Twain y se decidió darles acomodo editorial, como «Un misterio, una muerte, un matrimonio», que la editorial Lumen publicó en el año 2001. En este caso, el texto se extravió durante ciento veinticinco años con un origen además bien particular: el propósito era escribir una historia según el esquema trazado por Twain para una competición para la revista «The Atlantic Monthly» en la que iban a participar ocho escritores, entre ellos Henry James, aunque al final solo Twain llegaría a redactar algo.

Aventura entre animales

Y de alguna manera volvió a pasar en 2014, cuando Sexto Piso editó algo que en español era aún inédito, «Consejos para niñas pequeñas», con ilustraciones de Vladimir Radunsky: ocho textos cortísimos de Twain que asumían una pedagogía vuelta del revés, la de enseñar a los críos a esquivar la opinión y órdenes de quien manda o cree mandar. «Las niñas buenas siempre deben mostrar deferencia ante los mayores. No debes ser insolente con los ancianos a menos que ellos lo sean contigo primero», decía, lanzando consejos útiles para que las niñas se salgan con la suya y los mayores o los hermanos sean burlados sin saberlo. Los escribió en 1865 y se publicaron dos años más tarde, es decir, en el tiempo en que concibió el cuento de la rana, que en realidad ya indicaba su objetivo literario: escribir para que los adultos recordasen su infancia.

Lo paradójico al respecto de todas estas obras que se van recuperando del archivo de Twain es que estamos ante un autor que se pronunció muy preocupado en torno a los derechos de autor y en contra de los editores que no solo pirateaban sus libros, sino que tomaban textos suyos cortos de cualquier cosa para alargarlos artificialmente y crear un libro nuevo para aprovecharse de su fama. Tal vez ya no le sorprendería encontrarse con este «El rapto del príncipe Margarina»; desde joven y con el paso de los años, su celebrado sentido del humor se convertiría en sarcasmo a medida que los Estados Unidos, a causa de la ampliación de su territorio a modo de imperio expansionista y a su afición por las armas, el genocidio aborigen y la esclavitud, se volviera un lugar inhóspito y decepcionante; más si cabe cuando el dolor más íntimo lo acució al ver morir a tres de sus cuatro hijos y a su mujer.