El día en que Franco aceptó luchar junto a su hermano masón y republicano
Ramón Franco abandonó su cargo en la Embajada republicana de Washington para ponerse al frente de la Aviación nacional en Baleares
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Ramón Franco abandonó su cargo en la Embajada republicana de
Washington para ponerse al frente de la Aviación nacional en Baleares
El 15 de septiembre de 1936 «The Washington Post» publicó este sensacional titular en páginas interiores: «Ramón Franco asegura que está preparado para unirse a su hermano». ¿El hermano masón y republicano del Caudillo listo para enrolarse en el Ejército sublevado? Poco después, en una entrevista a la agencia Associated Press, Ramón Franco declaraba: «Acepto que una dictadura fuerte será necesaria cuando termine la lucha. Pero una dictadura para la cual el bienestar de la nación será lo primero. Lo que España necesita es una dictadura de clase media, que luche contra el gran capital y los trabajadores revolucionarios».
¿Cómo era posible que él supiese ya entonces la futura forma de gobierno que regiría los designios de España tras la Guerra Civil? ¿Acaso Ramón Franco era un visionario? ¿A qué se debía el radical cambio de sus ideas políticas que, al decir de muchos, suponía una clara perfidia a la República? ¿Por qué esperó tanto tiempo para decantarse por el bando de los sublevados?
Parece evidente que sólo su hermano Francisco, o tal vez el primogénito Nicolás, con quien seguía cruzándose correspondencia, pudieron informarle del régimen político que ya entonces barruntaba el futuro Caudillo de España, el cual no era la monarquía que con tanto ahínco él había combatido.
Pero en el ánimo de Ramón pesó, sin duda, el vil asesinato de su amigo del alma, el falangista Julio Ruiz de Alda, el 22 de agosto anterior, en la cárcel Modelo de Madrid. Con Ruiz de Alda había atravesado diez años atrás el Atlántico sur en una auténtica cafetera volante como el «Plus Ultra», coronando una de las mayores gestas de la aviación mundial.
Ramón decidió dar así el gran salto. Aguardó, sin embargo, hasta el 4 de octubre, cuando el gobernador militar de Salamanca leyó el decreto que nombraba «jefe del Gobierno del Estado Español al excelentísimo señor general de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado». Sólo si su hermano era nombrado jefe del Estado, podría regresar a España con plenas garantías.
Poco después, embarcó con su segunda esposa Engracia Moreno Casado y su única hija Ángeles en el trasatlántico que zarpó de Nueva York rumbo a Lisboa.
- Momentos bizarros
A finales de octubre, el barco atracó en su destino y él, que aún conservaba el pasaporte diplomático de la República, tomó con su familia un coche hacia el puesto fronterizo de Fuentes de Oñoro, en la provincia de Salamanca, donde se encontró con su hermano Nicolás, quien poco después le condujo hasta la residencia de Francisco.
El nuevo jefe del Estado había decidido perdonar a su hermano menor. Ordenó que se tramitase su expediente de depuración por haber pertenecido a la masonería, y le designó a dedo jefe de la Aviación nacional en Palma de Mallorca, sin consultarlo ni siquiera con el general Kindelán, máximo responsable del Ejército del Aire, quien se enteró del nombramiento al verlo publicado en el Boletín Oficial.
Mola, Queipo de Llano y Kindelán, los grandes enemigos de Ramón Franco, pusieron el grito en el cielo. Humillado y ofendido, Kindelán escribió al Caudillo la carta más dura que éste recibió jamás de un subordinado.
En ella, Kindelán no se mordía la lengua: aludía al hermano del Generalísimo como «masón, que ha sido comunista, que preparó hace pocos años una matanza durante la noche de todos los Jefes y Oficiales de la Base de Sevilla» y al que algunos mandos «solicitan sea fusilado». Despiadadas palabras que equivalían a una sentencia de muerte.
Kindelán estaba terriblemente enojado porque Franco perdonaba a su hermano Ramón delitos por los que otros «Jefes, Oficiales y Clases de Aviación» habían sido pasados por las armas.
Uno de esos delitos, castigado entonces con la muerte, era la pertenencia de Ramón a la masonería que con tanto celo había perseguido el Caudillo. En mi reciente libro «Los expedientes secretos de la Guerra Civil» (Espasa Calpe) se reproduce por primera vez el expediente de Ramón –el número 7.266–, clasificado como «secreto».
Paradojas de la Historia: todavía en septiembre de 1943, cinco años después de su trágica muerte, Ramón Franco seguía perteneciendo oficialmente a la masonería. El vocal-ponente del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo así lo hacía constar a su presidente, el día 20 de septiembre de aquel mismo año.
¿No resultaba acaso increíble que, siendo ya entonces Francisco Franco, jefe del Estado, llegara a tramitarse ese documento sobre su propio hermano, fallecido cinco años antes en acción de guerra? Verlo para creerlo.
La carta de Kindelán a Franco
En la insólita misiva del general Kindelán a Franco, datada en Salamanca el 26 de noviembre de 1936, se vertían toda clase de improperios contra Ramón, como estos: «La medida, mi General –escribía Kindelán a Franco–, ha caído muy mal entre los aviadores, quienes muestran unánime deseo de que su hermano no sirva en Aviación, a lo menos en puestos de mando activos. Los matices son varios: desde los que se conforman con que trabaje en asuntos aéreos fuera de España, hasta los que solicitan sea fusilado; pero unos y otros tienen el denominador común de rechazar la convivencia, alegando que es masón, que ha sido comunista, que preparó hace pocos años una matanza durante la noche de los Jefes y Oficiales de la Base de Sevilla y, sobre todo, que por su semilla, por sus predicaciones de indisciplina, han tenido que ser fusilados, Jefes, Oficiales y Clases de Aviación».
@JMZavalaOficial