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El festival de Cannes «planta» a la Prensa

El Festival de Cine arranca con varios frentes abiertos, que han obligado a su director a salir al paso horas antes de la inauguración. El ataque directo contra los medios impresos es un hecho que destaca la Prensa en titulares
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El Festival de Cine arranca con varios frentes abiertos, que han obligado a su director a salir al paso horas antes de la inauguración. El ataque directo contra los medios impresos es un hecho que destaca la Prensa en titulares.
Penélope Cruz y Javier Bardem atraerán hoy todos los flashes al abrir la edición número 71 del Festival de Cannes, marcada por una lista interminable de polémicas que ha ido calentando en las últimas semanas la cita de la Costa Azul y que tienen por denominador común el uso tecnológico y el poner o no «puertas al campo» del festival cinematográfico más reconocido del mundo en plena era digital. La pareja española de actores figura junto a Ricardo Darín en el reparto de «Todos lo saben», rodada en español por el iraní Asghar Farhadi, y en liza por la Palma de Oro, junto a cintas como «BlacKKKlansman», lo nuevo de Spike Lee sobre la historia real de un policía afroamericano infiltrado en el Ku Klux Klan a fines de los 1980, y «Un couteau dans le coeur», una coproducción franco-mexicana con Vanessa Paradis.
En la víspera del despliegue de la alfombra roja, el delegado general del certamen, Thierry Frémaux, quiso quitar hierro a las polémicas que han surgido entorno a esta edición. Algunas de ellas, dicen las malas lenguas en Francia, alimentadas por el propio Festival para crear titulares y expectación. Cannes «no está luchando» contra los «selfies», la prensa o las plataformas como Netflix, afirma Frémaux, asegurando que han decidido «ver las tradiciones y adaptarlas» a los nuevos tiempos.
El pulso entre Netflix y Cannes, que algunos lo bautizan como el de la innovación contra la tradición, ya tuvo sus primeras consecuencias. La plataforma digital retiró sus películas de la edición de este año. Los filmes de plataformas audiovisuales como ésta solo podrán estar presentes en los apartados de fuera de competición salvo que se exhiban primero en los cines, algo que por ahora no entra en sus planes. La polémica ha estado servida desde que el año pasado el certamen modificara su normativa al exigir a todas las cintas que contasen con presencia en salas francesas. No es la primera vez que el estilo de distribución de Netflix ha causado controversia. En 2017, ya contó con dos películas entre las candidatas a llevarse premios en Cannes: «The Meyerowitz Stories», de Noah Baumbach, y «Okja», de Bong Joon-Ho. Fue entonces cuando la Federación Nacional de Cine Francés, representante de las salas del país, pidió a la compañía que trasladasen sus producciones también a la gran pantalla. Eso fue el detonante que llevó a los organizadores del festival a cambiar las normas.
Condenados a entenderse
Para Cannes, perder a Netflix significa perder a un creciente número de cineastas y actores que se alinean con producciones que no pasarán por la alfombra roja en tiempos en los que los estudios de Holly-wood ya dejaron de hacer el tipo de películas que se presenta en el festival. Para Netflix, saltarse Cannes se traduce en que sus estrenos no recibirán la promoción mundial que brinda ni el codiciado honor de ser parte de la selección del certamen de la Costa Azul. Aunque también es cierto que en los últimos años, y no únicamente en Francia, ha crecido el número de voces que alertan de que el fenómeno de la participación de las películas desarrolladas en Netflix en los festivales pueda acabar con la verdadera esencia de la experiencia cinematográfica que da vida a las certámenes. Parece que a largo plazo ambas partes están condenadas a entenderse. Según la ley gala, que posee una estricta regulación pensada y estructurada para defender su industria cinematográfica, una película puede estar disponible en formato DVD o vídeo a la carta cuatro meses después de la fecha de su estreno. Para que esa misma cinta llegue a televisión el plazo se amplía a diez meses y se dispara a tres años para su difusión en cualquier servicio de streaming. No son pocas las personas en Francia que consideran que todo este dispositivo de plazos ya está obsoleto debido a diversos factores, entre ellos, la proliferación de plataformas como Netflix o Amazon.
Controversias
No es la primera vez que en Cannes hay una controversia que enfrenta a la tradición con alguna fórmula de innovación de diversa índole. Ya en 2000 permitieron la primera exhibición digital en competencia, provocando la ira de puristas que exclamaron que el formato digital «no es cine», mientras que en 2010 se dio vía libre para que Olivier Assayas presentara su miniserie televisiva «Carlos» como una película de cinco horas. Pero la edición de 2018 se esta llevando «la palma» en cuanto a controversias se refiere. El festival dejó claro este año que no permitirá los «selfies» en la alfombra roja y se reafirmó en una decisión que podría suponerle al infractor no entrar a la sala. Esta polémica también ha sido despachada por el delegado general en la víspera que ha calificado de «grotesco» que se le conceda tanto tiempo a una cuestión motivada por razones técnicas, porque retrasaba el evento e incluso provocó algún que otro accidente. Además, agregó Thierry Frémaux, «uno no viene a Cannes para hacerse ver, sino para ver».
A diferencia de otros años, la prensa descubrirá las películas en esta edición al mismo tiempo que los invitados, una medida contra la que se han alzado asociaciones de críticos nacionales e internacionales, y contra la que Cannes tampoco ha dado marcha atrás. La dirección asegura que esos pases previos, y la rapidez con la que buena parte de los medios vuelcan sus reacciones en redes sociales al salir de ellos, arruinan la expectación que las galas nocturnas deberían despertar. Diversas asociaciones de prensa y crítica han expresado su malestar por el asunto y sugerido soluciones alternativas, como el establecimiento de un embargo que regule los tiempos de publicación de las críticas.
Cannes 2018 no ha podido tampoco evitar la onda expansiva del caso Weinstein, que ha movilizado a las mujeres contra la violencia sexual en el cine y por una mayor representación en la industria. El Festival nombró a la australiana Cate Blanchett –al frente del movimiento de lucha contra el acoso sexual Time’s Up– presidenta del jurado, integrado además por 4 hombres y 4 mujeres, entre ellas, la francesa Léa Seydoux, una de las actrices que denunció al otrora poderoso productor estadounidense. Sin embargo, las cifras son tozudas y tan solo 3 de los 21 filmes en competición están dirigidos por mujeres. Quizá por ello el próximo sábado un centenar de mujeres desfilarán por la alfombra roja reivindicando el cine hecho por féminas.
Blanchett y el resto del jurado tienen programadas a lo largo de diez días más de 38 horas de cine con poca presencia de Hollywood y muchos guiños al cine de autor y nombres como el del franco-suizo Jean Luc-Godard, uno de los protagonistas del Mayo del 68, del que estos días se cumplen 50 años. El siempre vanguardista director regresa a sus 87 años a la competición reina del certamen con «Le livre d’image». Otro gran protagonista será la vuelta del danés Lars Von Trier, siete años después de ser declarado persona non grata del certamen –una sanción sin precedentes– por haber expresado allí su «simpatía» hacia Hitler. Su nuevo filme, «The House that Jack Built», sobre un asesino en serie interpretado por Matt Dillon, se proyectará fuera de competición.
Y por si todas estas polémicas fueran pocas, la película llamada a clausurar el certamen, «El hombre que mató a Don Quijote», proyecto de fantasía en el que el estadounidense Terry Gilliam lleva trabajando dos décadas, pende de la decisión de un tribunal francés que será dada a conocer mañana tras la demanda del productor portugués Paulo Branco. Gilliam, ex Monty Python, y Branco, uno de los productores más reputados de cine independiente europeo, están enzarzados en una batalla judicial sobre los derechos de la obra desde que rompieran por fuertes discrepancias presupuestarias, entre otros motivos. «Tanto el festival como Gilliam tendrán que esperar», ha sentenciado el delegado general de Cannes.