El Prado explota
Cai Guo-Qiang realizó ayer en el Salón de Reinos del Museo del Prado su primera «pintura de pólvora» llamada «El alquimista», una de las siete que hará en Madrid para la muestra que la pinacoteca le dedicará a final de octubre
Cai Guo-Qiang realizó ayer en el Salón de Reinos del Museo del Prado su primera «pintura de pólvora» llamada «El alquimista», una de las siete que hará en Madrid para la muestra que la pinacoteca le dedicará a final de octubre.
Cai Guo-Qiang, el artista de la pólvora. Sus pinceles son los cabos de las mechas, y su paleta, un puñado de hollín deflagrante. «Hace muchos siglos, los chinos inventaron esta mezcla, la pólvora, que es el resultado de una combinación química, pero no la crearon con fines bélicos, para aplicarla a la guerra, sino para encontrar una medicina que pudiera dar a los seres humanos lo que más buscaban en ese momento: la vida eterna. Yo la empleo hoy en día para crear», comenta el artista en el Salón de Reinos del Museo del Prado.
Cai Guo-Qiang ha convertido la antigua estancia real en un improvisado taller de arte contemporáneo y, entre salas vacías, estancias polvorientas inmersas en su remodelación, escaleras privadas de su real nobleza y los estucados que, en época de la vieja dinastía de los Austria, dieron el esplendor a la habitación más aristocrática y relevante de esta residencia palaciega, a su núcleo central, donde residía el trono y el poder dirimía sus problemas, él ahora provoca sonoras y retumbantes explosiones controladas de las que emergen desconcertantes imágenes: son sus cuadros. «Esta obra que acabo de hacer delante se llama “El alquimista”. He escogido su tema principal de una leyenda europea y representa un sol amarillo y un león verde que desea comérselo. Para mí es una metáfora. Una manera de explicar que los maestros de la pintura han trabajado siempre muy duro en sus vidas para encontrar el sol, la trascendencia. Es una alegoría de esa persecución de la espiritualidad que reside detrás de cada una de sus composiciones».
Oriente y occidente
Con esta pieza, Cai Guo-Qiang ha iniciado en la pinacoteca madrileña la producción de un conjunto de obras, siete en total y de la cual ésta es la primera, destinadas a mostrarse en la exposición «El espíritu de la pintura», que esta institución inaugurará próximamente y que es una manera de reabrir un diálogo entre Oriente y Occidente, pero, también, entre las propuestas actuales y el bagaje intelectual y artístico que la decantación de los siglos y los movimientos culturales nos ha dejado a los ciudadanos europeos. «Uno de mis paneles, que aún no está terminado, es “El espacio de la pintura”. Estará a la entrada de esta exhibición y medirá alrededor de 18 metros. Es un intento, por mi parte, con toda mi trayectoria y mis conocimientos, de homenajear a los maestros que tenemos en las salas de la pinacoteca, a Velázquez, a Goya, a Tiziano, a Rubens». Cai Guo-Qiang se muerde la lengua y tarda en nombrar a uno de los pintores que más le ha influenciado, ése por el cual viajó a Grecia y después a Toledo y que le ha detenido en Madrid: El Greco. A él le ha brindado un especial tributo: «El día y la noche en Toledo». «Estuve en esa ciudad y a través de la ventana abierta de mi habitación observé el cambio de las luces, desde el amanecer hasta el anochecer. Un juego que me hizo pensar que había muchos ángeles ahí arriba. Por eso inicié este trabajo en el Salón de Reinos, aunque no la he finalizado todavía».
Cai Guo-Qiang ha conseguido el loable mérito de convertir la pólvora, una mezcla vinculada a las armas de fuego, en una herramienta vehicular de la creación. La usa para extraer imágenes, para obtener color. Su proceso, que ayer mostró, consiste en sobreponer sobre un óleo las figuras recortadas que pretende plasmar, añadir pólvora, prensar todo con otro bastidor con su tela y prender. El resultado es una impresión a fuego. O mejor dicho, por detonación, que deja el reflejo de unos contornos y el rastro de unos colores, que son la pátina que desea conseguir. «El primera paso es el concepto. La idea que deseo expresar. Para eso ahondo en diferentes culturas, no solo en la mía, en las leyendas y cuentos que han llegado hasta hoy desde el pasado. A través de ellas intento mostrarlas. Después, la ejecución es más bien rápida. El resultado procede de la energía liberada de la naturaleza, por eso también se producen en ocasiones sorpresas. La explosión es un símil, desde mi punto de vista, del “Big Bang”, la primera explosión del mundo, de donde proviene el universo».
Entre colores
Cuando se refiere a «sorpresas», Cai Guo-Qiang piensa en los distintos resultados que dejan las detonaciones. «Toda mi obra tiene que ver con la casualidad, con el azar. Estoy en contradicción consigo mismo. Mi arte es, realmente, muy contradictorio. Necesito controlar mi creación, pero, a la vez, está presente este elemento del destino, este margen reservado para el azar, en el que no sé qué va a suceder. La explosión es una fuerza de la naturaleza y deja su huella. Por ejemplo –prosigue–, esta obra que acabo de realizar tiene una claridad que no poseen las que he hecho en Japón o Estados Unidos. Se ve que es una pieza limpia. También es distinta su luminosidad. La luz depende de la pólvora. Si es muy seca suele aparecer mucha luz en el lienzo, porque no se acumula en él tantos negros. Si es una pólvora húmeda, el resultado es más oscuro y se acerca más a la tradición pictórica china, que usa la tinta y en donde prevalecen el contraste entre el blanco y el negro». Cai Guo-Qiang resalta los colores, como los violetas del cielo que tanto le obsesionan, o la gama cromática que aprendió de El Greco recurriendo a pólvora azul, verde o amarilla, que son las que dejan su impronta en la tela. «Pero lo más difícil no es el color, lo más complejo es plasmar con mi arte los conceptos espirituales y los cambios de luz que los maestros de la pintura reflejaron en sus trabajos».
Cai Guo-Qiang, que se ha reunido con expertos valencianos para aprender más de la pólvora, se autodenomina «artista chino internacional», esto es, un creador capaz de reunir los hitos más sobresalientes de las diversas culturas y civilizaciones sin tener en cuenta cuáles son, es un admirador de la tradición pictórica española, desde los artistas del Siglo de Oro hasta Picasso, «porque su “Guernica” representa lo que sucede en la guerra a un tamaño realmente grande. Yo también persigo eso: representar el momento artístico actual en la historia, porque son nuestras obras las que nos reflejan».
El proceso creativo de Cai Guo-Qiang –al que sólo se le está permitido utilizar cinco kilos de pólvora al día para sus trabajos– va a quedar reflejado en un documental producido por el Museo del Prado y que estará dirigido por Isabel Coixet. Una cinta que recogerá cómo se originan las pinturas de pólvora de este conocido artista. El punto álgido será la realización, el próximo 23 de octubre, de «El espíritu de la pintura», un ambicioso proyecto de dimensiones monumentales que es un claro tributo a los creadores españoles desde los clásicos hasta los contemporáneos, y que será uno de los reclamos indudables de la próxima exposición. «Si El Greco viviera, estoy seguro que diría de mí: eres magnífico», comenta entre risas Cai Guo-Qiang. Después, añade: «Esto es un verdadero diálogo del arte. El Greco refleja en sus lienzos un conjunto de colores que son impresionantes. Eso ha sido una de las cosas que más me cuesta. Obtener esa misma policromía».