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El Real no quiere a Mortier en los tribunales

Así es esta obra rossiniana en la que el cantante es también actor
Así es esta obra rossiniana en la que el cantante es también actorlarazon

Dos por una. Ayer, en la presentación del primer título con el que arranca esta temporada, no hubo una sino dos ruedas de prensa. La primera, por «El barbero de Sevilla», Rossini en estado puro y comicidad por cada poro. La otra, que se quería separar con una gruesa raya, tenía a Mortier en el punto de mira, no podía ser de otra manera. Ignacio Belenguer, director general de la casa, esperó a que una pregunta dirigida al director de escena Emilio Sagi (ex director artístico también de la casa, ya que en ella estuvo desde 2001 a 2005) hiciera de puente entre ambas para cerrar una y abrir otra, aunque le costara entender el empeño de la Prensa por aclarar dudas sobre el futuro del gestor belga en el Teatro. Sagi, que ya estrenó en el mismo escenario la producción que llegará mañana, sabe también de salidas abruptas. La suya del coliseo fue así. Y lo resumió con una frase: «La verdad es que en este teatro siempre se ha relevado de una manera un tanto rara, poco agradable. Yo fui feliz aquí. Todos entregamos lo mejor que teníamos, pero no quiero opinar de esta salida. Estuve en la arena, lo mismo que Mortier, lidiando con el día a día, y las cosas se ven distintas, desde otra perspectiva. Él y Matabosch son dos grandes profesionales y agradezco a Gerard que me diera la oportunidad de poder abrir esta temporada», confesó. Y dejó para el final un aviso dirigido a las grandes instituciones: «Que sepan que nosotros también tenemos nuestro corazoncito».

Si el miércoles el ya ex director volvió a colocar sobre sí el foco de atención, ayer sucedió lo mismo. Estuvo presente sin estarlo, nada nuevo, por otra parte. Primera pregunta: ¿cuánto le va a costar al teatro? «Queremos que no le suponga ningún coste y llegar a un acuerdo con él de la manera más amigable. Al coliseo le gustaría seguir contando con su apoyo y con su criterio». Belenguer repitió una vez más que querían reconocerle «lo que ha hecho durante los años que ha estado aquí. Ha situado al Teatro en el mapa internacional otorgándole una proyección que no tenía. Le reconocemos lo que ha hecho en y por el Real. Nuestro agradecimiento por su trabajo». ¿Habrá entonces duplicidad de cargos? ¿Hay dos directores artísticos? La respuesta es tajante, por si a alguien le quedaba alguna duda: «El director artístico es Joan Matabosch. No había un candidato mejor para sustituirle. Estamos en un momento de transición entre uno y otro».

Preguntas en el aire

No hubo manera de saber lo que cobrará el nuevo inquilino de la casa de la ópera, aunque seré menos que el saliente: «En el Real se va a pagar un único sueldo, que es el del nuevo director artístico. Y es el mismo que tenía asignado en el Liceo», sentencia Belenguer. ¿Cuándo se ha hablado por última vez con Mortier? Recientes ha habido dos conversaciones, una el miércoles por la noche y otra ayer por la mañana. ¿Y si no se llega a acuerdo alguno se podría acabar en los tribunales? En el Real no quieren ni oír hablar de eso, pero Belenguer no puede decir si acabarán «en los tribunales o no. Por nuestra parte no queremos que sea así. Mortier ha aportado mucho al Teatro y sería una pena que todo se echara a perder». Hasta el día de ayer no se había recibido citación alguna por parte de Mortier.

Quedan aún muchas dudas por aclarar y muchas preguntas en el aire. En el Real dicen que «todo es cuestión de tiempo» y que «esta tormenta va a pasar y más rápido de lo que pensamos». Una tormenta que no hace sino añadir una buena dosis de sal a la convulsa vida del coliseo, un jovencísimo teatro de apenas dieciete años de vida.

El blanco, el negro y un globo aerostático

«No hay mejor manera de empezar la temporada que con este título de Rossini», dijo para abrir el fuego de la primera rueda de prensa el director general, Ignacio Belenguer, pues se trata de un título muy querido en el coliseo y que cuando se estrenó en 2005 tuvo una importante repercusión. Para el director de orquesta, Tomas Hanus, que debuta en la casa, «es una obra de una enorme genialidad que tiene unos sentimientos bastante arraigados». A pesar de que el montaje concebido por el regista asturiano tenía dos colores en la paleta, el blanco y el negro, la obra hacia su final se convertía en un estallido de color. La clave para el director de escena asturiano se basa en el saber disfrutar de la vida que tenía Rossini (en la imagen) y que sabía transmitir, y en esa debilidad y amor por lo español (Entrevista