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El Real se queda sin luces

Así se limpia la impresionante lámpara de araña del Teatro Real
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • M.Moleón

    Marta Moleón

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Así se limpia la impresionante lámpara de araña del Teatro Real
Corría el año 1995 en Madrid con una colorida y perpetuamente vital Carmen Alborch ostentando el cargo de Ministra de Cultura cuando el estandarte visual del centro cultural por antonomasia de la capital, el Teatro Real, sufría la que hasta el momento ha sido considerada como una de las grandes pérdidas estructurales de su historia; el desplome de la gran lámpara central de araña sobre el patio de butacas. 2.700 kilos de vidrio tasados en 80 millones de pesetas de la época se precipitaban al vacío después de que la inestabilidad del cable que la sostenía no cumpliera con su función natural. Apenas dos años antes de su inauguración oficial, el primer arquitecto encargado de las dos últimas reformas que había sufrido hasta el momento el teatro, describía el esqueleto formal del imponente artilugio de la siguiente manera: "Será incandescente, no fluorescente, ya que la fluorescencia se come los pigmentos rojos de la piel, dando un aspecto de lividez mortecina; sin embargo, la incandescencia da calidez, y todos, en especial las señoras con maquillaje, lo agradecen mucho". Y vaya que si lo agradecieron.
Tras el inesperado accidente, expertos de la Real Fábrica de Cristales de la Granja llevaron a cabo la construcción de una réplica que ahora, 25 años después de la caída en picado de la original, vuelve a situarse en el foco de la noticia por razones mucho más tranquilizadoras y estéticas. Enmarcado dentro del proyecto de sostenibilidad, transformación y conservación que en estos meses estivales y de retiro momentáneo del programa de actividades acomete el teatro conocido como la "Gran Parada", la limpieza de este portento lumínico llevada a cabo por los departamentos de Servicios Generales de Infraestructura, Dirección Técnica y Producción se convierte en una de las las tareas más bellas, espectaculares y llamativas por, entre otros motivos, la atracción que su forma sigue despertando entre el público asistente.
Este descenso sin embargo, no es algo nuevo, ya que suele realizarse varias veces al año para evitar incidentes como el del 95 y contribuir a la conservación de unas piezas excesivamente delicadas. Observar con detenimiento la puesta en marcha de este ejercicio de limpieza resulta de lo más contemplativo y sugerente por la manera en la que la infinidad de cristales ópticos que componen la lámpara quedan suspendidos en el aire de manera poética durante un breve intervalo de tiempo en el que desciende hasta la platea de manera cadenciosa todo el armazón estrellado.
Una de las novedades técnicas que se aplicarán en la lámpara tal y como declaraba a Europa Press Nuria Gallego, la directora de Infraestructuras y Servicios Generales del gran teatro de la ópera madrileño, será el cambio de nada más y nada menos que 400 bombillas para, de ese modo, sustituir la tecnología incandescente por luces LED. De esta manera, el coliseo madrileño disminuiría la potencia en más del 80% y conseguiría ahorrar un total de 230 megavatios por hora al año. Unos cambios que no afectarán lo más mínimo a que la luz de esta joya de cristal de roca y bronce siga iluminando la belleza camuflada de las voces de tenores, mezzos y sopranos.