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El Rey, ante la corrupción: «La sociedad necesita principios éticos»

Felipe VI apela a una España «alejada de la división» en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Don Felipe reclama un «impulso moral colectivo» y habla de defensa de la democracia y convivencia común en la entrega de sus primeros galardones como Monarca

Don Felipe y Doña Letizia, en el Teatro Campoamor
Don Felipe y Doña Letizia, en el Teatro Campoamorlarazon

«Los españoles ya no somos rivales los unos de los otros. Somos protagonistas de un mismo camino", ha proclamado el Rey en la entrega de los Premios Príncipe de Asturias, donde hoy también ha dicho que España precisa de un "impulso moral colectivo"y ser una nación "alejada de la división y la discordia".

Evocó una España conciliadora, capaz de reunir todas las voluntades, ideas y espíritus. Don Felipe, ahora ya como Rey, recordó ayer en Oviedo el día que, «siendo un niño, entregué en este mismo teatro los primeros premios y pronuncié mi primer discurso en público». Unas palabras en las que podía leerse el pronóstico del final de un ciclo y el comienzo de uno nuevo, como, precisamente, anuncia el cambio de nombre de estos galardones, que, a partir de la próxima edición se llamarán Premios Princesa de Asturias. «Hemos procurado no caer en la tentación de ir hacia lo fácil, de ceder a la banalidad, la impaciencia o el desánimo. No hemos hecho concesiones a la rutina o la complacencia. Se comprenderá, por todo ello, con cuánta emoción he regresado –ahora como Rey– para hacer entrega de los Premios y presidir esta ceremonia», señaló. En este momento, los invitados a la ceremonia le dedicaron un largo aplauso que emocionó a Don Felipe y en la platea se escuchó un «¡Viva el Rey!» antes de que continuara leyendo y mencionara el papel que ha desempeñado durante este tiempo la Reina, instante en que Doña Letizia también recibió una fuerte ovación de reconocimiento.

Pero lo que acaparó la atención fue su alusión a la corrupción, su defensa de la democracia y la conveniencia de «fortalecer nuestra vida en común». En una semana sombría, salpicada de escándalos y polémicas, aseguró que «la sociedad necesita referencias morales a las que admirar y respetar; principios éticos que reconocer y observar; valores cívicos que preservar y fomentar».

Una nación ilusionada

Subrayó que «es con ese impulso moral colectivo con el que se puede y se debe hacer de España una nación ilusionada, llena de vida y de pensamiento». El Rey afirmó que así se conseguirá alejar «el pesimismo, la desconfianza y el desencanto de muchos ciudadanos que demuestran, admirablemente, una capacidad de esfuerzo y de sacrificio digna de todo respeto».

En un mes marcado por el nacionalismo catalán, expresó un deseo: «Queremos también una España alejada de la división y de la discordia. Por eso, ante las Cortes Generales el pasado 19 de julio, señalé el deber y la necesidad de garantizar y de revitalizar nuestra convivencia». A continuación defendió los logros que se han conseguido de manera conjunta en las últimas décadas y explicó que «nuestra democracia –desde hace ya más de 35 años– no es fruto de la improvisación, sino de la voluntad decidida del pueblo español de constituir España en un Estado Social y Democrático de Derecho, inspirado en los principios de libertad e igualdad, de justicia y pluralismo; y en el que todos, ciudadanos e instituciones, estamos sometidos, por igual, al mandato de la Ley». En este punto, el Rey observó que todos deben «respetar y observar ese marco constitucional y democrático, que es la garantía de nuestra convivencia en libertad». Durante la lectura reconoció que somos herederos de una historia con luces y sombras, que ha pasado por momentos duros y trágicos, pero, también, por otros cargados de progresos: «Miremos a nuestra historia con serenidad, objetividad y sabiduría. Y aprendamos de todas ellas para no cometer los errores del pasado. Porque el caudal de progreso que hemos conseguido con el empuje de todos, especialmente en las últimas décadas, jamás lo había alcanzado España en tantos ámbitos. Sintámonos, pues, orgullosos de lo mucho y bueno que juntos hemos hecho».

En unos premios marcados por la presencia de Quino y Joseph Pérez, hijos de inmigrantes españoles que tuvieron que marcharse por dramáticos conflictos del pasado, el Rey remarcó: «No sólo compartimos historia. Compartimos intereses y valores comunes; tenemos una misma voluntad de pertenecer a Europa, de ser Europa. Y, sobre todo, compartimos sentimientos. Los españoles ya no somos rivales los unos de los otros. Somos protagonistas de un mismo camino».

Animó a «preservar» y «alimentar» esos sentimientos con una meta conjunta: «Superar todos juntos una de las crisis económicas más profundas de nuestra historia reciente». Y admitió que «el futuro es complejo» pero subrayó que «como cualquier sociedad avanzada, debemos afrontarlo con la fortaleza que nos exige un mundo distinto al que hemos conocido; un mundo que camina hacia una mayor integración y no al contrario». Sus palabras no quisieron caer en el pesimismo y afirmó que el horizonte también está lleno de «nuevas oportunidades»: «Ése es uno de los grandes retos que tenemos como país». En una intervención en la que mencionó a Miguel de Unamuno y a Vicente Ferrer, concluyó: «Trabajemos pues, cada uno con su propia personalidad, en un proyecto integrador, sentido y compartido por todos, y que mire siempre hacia adelante».

«Historias ejemplares» contra el ébola

Felipe VI no se olvidó de un asunto de actualidad mundial: «No podemos olvidar el dolor y la angustia que está generando, sobre todo en África, la reciente epidemia de ébola. Una crisis severa, que tanto nos obliga a la comunidad internacional a concertar y comprometer más esfuerzos –y más eficaces– en la lucha contra el virus y contra su propagación mundial, así como en el tratamiento de los afectados». Y añadió: «Es en esa lucha donde también brillan las historias ejemplares de entrega, de generosidad y de profesionalidad protagonizadas por médicos, sanitarios y científicos, por religiosos, cooperantes y militares. Gracias a todos ellos y, particularmente, a nuestros compatriotas, por hacernos confiar en su competencia y capacidad; son todo un orgullo para España».

El primero, con 13 años

Felipe VI arrancó con un recuerdo para la creación de los premios en 1980. «Un año después —también de particular recuerdo—, siendo un niño, entregué en este mismo teatro los primeros premios y pronuncié mi primer discurso en público», recordó. A la izda., aquel discurso, del puño y letra de Don Felipe, entonces con 13 años. Arriba, un detalle del primer párrafo.