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El siglo en que Japón creció sus ojos

«El libro blanco del anime» relata los cien años de vida de este tipo de producciones audiovisuales, que se han convertido en un auténtico fenómeno de masas

«Blue Exorcist», una serie de acción ilustrada por Kazue Kato
«Blue Exorcist», una serie de acción ilustrada por Kazue Katolarazon

«El libro blanco del anime» relata los cien años de vida de este tipo de producciones audiovisuales, que se han convertido en un auténtico fenómeno de masas.

Todos tenemos un anime en nuestras vidas, aunque no esté siempre presente. Ahí va una demostración: «Abuelito dime tú, ¿qué sonidos son los que oigo yo?»; «Vamos con afán, todos a la vez, a buscar con ahínco la bola de dragón»; «Allá van con el balón en los pies, y ninguno los podrá detener»; «Pokémon, ¡hazte con todos!». Muchos habrán leído alguna de estas frases con melodía incorporada, y es que pertenecen a la cabecera de series enraizadas en el imaginario de los españoles: «Heidi», «Dragon Ball», «Campeones (Oliver y Benji)» y «Pokémon». En distintas décadas estos dibujos ocuparon bastantes horas en nuestras televisiones y nos familarizaron con el anime, que germinó en 1917 y hoy se ha convertido en un fenómeno de masas. Ese siglo de vida lo narra «El libro blanco del anime», publicado por Selecta Vision, una de las productoras y distribuidoras nacionales de referencia en cuanto a producciones adudiovisuales animadas japonesas.

Las últimas cuatro palabras son, con exactitud, la definición de anime, a pesar de los debates. Ciertos estudios europeos y americanos han tratado de copiar el modelo nipón y lo han conseguido, pero no forman parte de este término. Sin embargo, otras obras con colaboración occidental, como «La abeja Maya», sí pueden incluir, ya que en el proceso de creación también participaron compañías japonesas. El único requisito es que lleve la firma de la Tierra del Sol Naciente, con su estética y filosofía particular. La expresión facial de los personajes es uno de los sellos característicos. Caras enrojecidas por la vergüenza o pálidas por el miedo, ojos grandes que relucen de fascinación o vibran de emoción, pelos que se despeinan por la velocidad o que brillan estáticos bajo el sol. Cada detalle del aspecto de los protagonistas transmite a los espectadores un carácter y una sensación, como sucede con los colores de los fondos. Toda esa estética no va por libre, sino que convive con un mensaje profundo de tradición oriental. Temas como la muerte, la amistad, el compromiso y la familia abundan en este tipo de producciones que a veces alcanzan cotas muy altas de tragedia y dureza.

«Heidi» fue de los animes pioneros en España durante la década de los 70. El debut lo hizo TVE con «Kimba: el león blanco» en 1969, y desde entonces la animación japonesa se destapó como un exitoso entretenimiento que en los 80 tuvo su propio auge gracias al desarrollo de cadenas autonómicas en tres de las siete comunidades más pobladas del país: Cataluña, Galicia y País Vasco. En sus inicios, la TV3, la TVG y la ETB cubrieron la demanda del público infantil con producciones de dibujos nipones cuya cabecera, además, doblaban a la lengua territorial, por lo que calaba en la cabeza de unos niños que se iban aficionando cada vez más al anime, la mayor competencia de las obras de Disney. A comienzos de los 90 «Dragon Ball», «Shin Chan» o «Sailor Moon» se convirtieron en algunas de las series con las que los niños merendaban a diario después de las extraescolares, hoy generación «millennial» que ha sido la que realmente ha hecho del anime un fenómeno de masas.

La animación japonesa cruzó de la popularidad a la universalidad con la llegada del siglo XXI, el avance de internet y las mejoras en la comunicación a nivel global. Marc Bernabé, traductor de japonés de diferentes mangas y animes y fundador de la empresa Daruma, explica que en nuestro país «existe un colectivo de fans que cada vez es más numeroso, como se evidencia en las múltiples exhibiciones dedicadas al sector del manga, anime y videojuegos.

Origen rudimentario

El anime tuvo un origen muy rudimentario, alejado de las técnicas audiovisuales y las plataformas de proyección con las que ya contaban los autores occidentales. No obstante, el desarrollo tecnológico e internet igualaron la balanza. Ahora, los estudios nipones gozan de una alta demanda que cubren con el mayor ritmo de producción de anime de la historia. Bernabé sostiene que «en los últimos años se ha creado una cantidad de animación nunca antes vista en Japón debido a la compartimentación del mercado, a los múltiples accesos y a la entrada en liza de empresas como Netflix, que están produciendo, para sí mismos, nuevas obras, e inyectando mucho dinero». Tales son los niveles de producción que muchos seguidores puristas han hablado de sobreexplotación con fines comerciales, lo que cuestiona la calidad y la honestidad de las obras actuales. Bernabé no está de acuerdo. Según él «es fácil decir que lo anterior era mejor. Hay animes de factura reciente que sin duda van a pasar a ser clásicos en no mucho tiempo, como ''Ataque a los Titanes'', ''One Punch Man'', ''Ping Pong''... Por no hablar de películas que están marcando época como ''A silent voice'', que se estrena en España el 16 de marzo, o ''Your name'' –récord de recaudación en taquilla en Japón en 2016–». En 2001, «El viaje de Chihiro» (la obra maestra de Hayao Miyazaki) ganó 200 millones de euros en tickets, superando a «Titanic». «Your name» rompió las previsiones acumulando 311 millones y demostró la buena salud de la industria. Ya ha pasado al Olimpo del anime, donde «hay tres títulos que deben estar en el top de cualquiera», asegura Bernabé: «''Astroboy'' (la primera serie de televisión semanal de la historia), la película ''Akira'' (por su calidad y por haber abierto la ventana del anime al mundo), y ''Dragon Ball'' (por ser la piedra angular de la expansión internacional)», serie que está gozando de una segunda vida con la moda de los «revival».

Nada mejor que revivir el pasado para homenajear los cien años de las producciones animadas japonesas. “El libro blanco del anime” comparte ese objetivo y, además, desvela la respuesta de una de las grandes preguntas de los espectadores españoles: ¿Por qué era tan largo el campo de fútbol de “Campeones” (Oliver y Benji)? Los recursos tan limitados de sus creadores provocaron que recurrieran a la dilatación temporal, es decir, se congelaba el reloj y la acción se concentraba en la especialidad de los autores nipones, las emociones y pensamientos de los personajes.