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El sueño de Europa, por Laura Seoane

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El surrealismo surgió como un fuerte grito de libertad en una Europa sumida en la crisis del periodo de entreguerras. La cultura tradicional se revela en este momento como insuficiente para nutrir el imaginario colectivo de una sociedad convulsa en el plano político y social. Quizá por ello Occidente vuelva ahora su mirada al movimiento que supo canalizar el ansia de evasión a través de la imaginación que, en su día, satisfizo la renovación artística: Magritte en el MoMA, un estudio sobre el objeto surrealista en el Pompidou, surrealistas antes del surrealismo en la Fundación Juan March y, ahora, «El surrealismo y el sueño», en el Thyssen. «El hecho de que coincidan exposiciones sobre este movimiento marca un interés renovado por el surrealismo. ¿Por qué? Creo que tiene mucho que ver con los paralelismos de época. Nace en un momento de crisis política, social y cultural, en el que surgen nuevos modos de expresión, como el cine. Nosotros también vivimos una crisis política, social y de transformación de los canales de cultura. La gente encuentra sintonía con lo que los surrealistas planteaban», explica José Jiménez, comisario de la exposición.
Un enfoque inédito
El Thyssen plantea un recorrido por el surrealismo a través de una de sus facetas, la del sueño, que funciona como hilo conductor del relato sobre este movimiento, lo que constituye una perspectiva absolutamente novedosa: «Todo empieza en el plano literario. Poco a poco, su representación plástica va cobrando importancia, pero no de un modo ingenuo. A veces se piensa que la asociación es inmediata y que los surrealistas trasladan a las obras de arte directamente sus sueños. No es así. Lo que se hace es transcribir materiales oníricos en el universo plástico. La importancia de las artes visuales en la representación del sueño se debe a que éste es eminentemente visual, ya que, cuando soñamos, vemos», añade el comisario, que puede presumir de haber organizado la primera exposición en el mundo con este enfoque.
André Breton, Dalí, Delvaux, Yves Tanguy, Miró, Magritte, Max Ernst, André Masson, Jean Arp y Man Ray, entre otros, ofrecen esta aproximación plástica a través de 163 obras cuya diversidad responde a la propia del movimiento artístico: pintura, dibujo, collage, fotografía, escultura y cine, que está presente a través de las siete vídeo nstalaciones que incluye la muestra y entre las que se encuentra «Un perro andaluz», de Buñuel. Todo ello se halla organizado en ocho capítulos: los antecedentes en «Los que abrieron las vías»; «Yo es otro», que refleja las variaciones de la identidad; «La conversación infinita», una muestra de que el lenguaje onírico es el mismo en cualquier parte del mundo; «Más allá del bien y del mal», al no regir la moral ni la razón en el sueño; «Donde todo es posible»; «El agudo brillo del deseo», protagonizado por la pulsión erótica; «Paisajes de una tierra distinta», es decir, un universo alternativo; y «Turbaciones irresistibles», la pesadilla.
Entonces, ¿no falta nada? «En algunos casos ha habido que buscar alternativas, pero, en todo caso, no estoy insatisfecho. Como es un periodo histórico reciente, muchas obras están en manos de coleccionistas privados y ésto, normalmente, facilita las gestiones. Hemos podido hacer un guión sin renuncias, con la máxima exigencia de calidad», asegura Jiménez sobre la exposición, que alberga obras tan destacadas como «Ojos cerrados», de Odile Redon; «El doble sueño de primavera», de De Chirico; «Aplicado y soñador», de Jean Arp; «Estación Roma», de Brassaï; «Mujer ante el espejo», de Delvaux; «Autorretrato», de Eugenio Granell; «Entonces vimos a la hija del Minotauro», de Leonora Carrington; «El domingo», de Oscar Domínguez; «Renée Jacobi», de Jacques-André Boiffard, y «Papilla estelar», de Remedios Varo, por citar algunas.
De musas a artistas
En el marco de libertad artística que supuso el surrealismo hallamos un espacio para las mujeres. Aunque en los inicios del movimiento ellas sólo podían aspirar a convertirse en musas, poco a poco se van abriendo camino como creadoras hasta convertirse en artistas esenciales del movimiento. «Es un aspecto que he buscado en esta exposición de manera muy consciente, porque existe un protagonismo claro de las artistas mujeres. Hay once con obras de una extraordinaria calidad que no desmerecen en absoluto al lado de las de los hombres», asegura el comisario. El pasado jueves fallecía una de estas mujeres: Ángeles Santos. «Ésta es una forma de rendirle homenaje. Que haya muerto precisamente ahora... Por mucho que lo hiciera con 101 años. Es una artista importantísima. Estoy muy contento de que esté presente en la muestra y que lo haga entre otras mujeres artistas», añade Jiménez.
La muestra, la exposición más importante de la temporada en el Thyssen, llega acompañada de un congreso internacional, que se celebra hoy y mañana, un curso monográfico, en el que se relacionará el movimiento con el cine, la fotografía, la filosofía, además de un ciclo de cine que, aparte de los filmes de los que se proyectan fragmentos en la muestra, incluyen cintas vinculadas al surrealismo, como «Recuerda», de Hitchcock; «Giuletta de los espíritus», de Fellini; «Terciopelo azul», de David Lynch, y «Amanece, que no es poco», de José Luis Cuerda.