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El último escondite del hombre que detuvo a Lorca

El que fuera diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, que tal día como hoy delató y apresó al poeta granadino, se escondió en una casa de Las Vegas en la recta final de su vida
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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El que fuera diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso, que tal día como hoy delató y apresó al poeta granadino, se escondió en una casa de Las Vegas en la recta final de su vida.
La primera parte del drama empezó tal día como hoy de 1936, hacia las cinco de la tarde, cuando un grupo de hombres armados se personó en el número 1 de la calle Angulo de Granada. El objetivo era apresar a un enemigo, a un muy peligroso enemigo que, según el cabecilla del grupo, «ha hecho más daño con la pluma que otros con su pistola». Ese hombre se llamaba Ramón Ruiz Alonso y ha pasado tristemente a la historia como el responsable de la denuncia y la detención que desembocó en el asesinato de Federico García Lorca, hace hoy 81 años.
En 1975, tras la muerte de Franco, Ruiz Alonso se dio cuenta que ya no tendría el encubrimiento del que había disfrutado durante la dictadura. Esa protección se le acabó, hecho que provocó que el que fuera diputado de la CEDA se viera obligado a huir de España escondiéndose en la otra punta del mundo, allí donde pensaba que no nadie le hallaría. Ese sitio fue una pequeña casa situada en un barrio en las afueras de Las Vegas, Nevada. La dirección era 3576 Clear Lake Ct. Aquel apartamento está hoy en día en venta gracias a una inmobiliaria llamada Zillow. Se puede alquilar por unos 515 dólares al mes o se puede comprar por casi 140.000. La casa fue vendida en 1997 por 61.000 dólares. De esta manera podemos saber que el último hogar de Ruiz Alonso, una vivienda con un exiguo jardín, contaba con tres dormitorios y un cuarto de baño, además de un aparcamiento.
El lugar en el que se escondió perseguido por el fantasma de Lorca fue construido en 1971, es aparentemente pequeño y está muy alejado del centro de la meca del juego. Desde luego el hombre que detuvo al poeta no debió pasar inadvertido a sus vecinos. Viejo y orondo, con una apariencia cansada y sin saber inglés, ya no contaba con la ayuda del franquismo. Poco se sabe de esos últimos días, ni siquiera su familia lo quiso aclarar cuando murió el personaje. En ese tiempo fue su hija María Julia Ruiz Penella, casada con Ward Messing, un actor estadounidense de nombre extraño, quien estuvo a su lado. Al periodista granadino Eduardo Molina Fajardo, poco antes de la muerte de Franco, Ruiz Alonso le confesó que estaba escribiendo unas memorias con su versión de los hechos. Incluso le dijo el título: «Así se escribe la Historia». Nada se ha sabido de ese texto si es que el hombre que detuvo a Lorca realmente lo llegó a concluir. No parece descartado pensar que aprovecharía ese tiempo en Las Vegas para retocar un manuscrito que quería dar a imprenta en vida o, como le dijo a Molina, «cuando Dios me haya llevado».
No tenemos la fecha exacta, pero parece que Ruiz Alonso falleció en 1978. Sin embargo, su familia no quiso traer las cenizas a España hasta 1982. Fue concretamente el 17 de octubre del citado año cuando fueron depositados los restos en un panteón de la Sacramental de San Justo en Madrid. En la tumba se lee «Familia Ruiz Penella» y en ella solamente se ha inscrito el nombre de Magdalena Penella Silva, la esposa de Ramón Ruiz Alonso, que había fallecido en Madrid el 23 de julio de 1974. Años después, Emma Penella, una de sus cuatro hijas, le dijo al periodista Gabriel Pozo que no habían querido inscribir el nombre de su padre en la tumba para evitar que ésta fuera agredida. El 20 de diciembre de 2009, este diario reveló por primera vez dónde fueron a parar los restos del hombre que denunció y detuvo a Lorca.
Ironías del destino
Hay una ironía final en la última morada del delator. Su tumba está a no muy pocos metros del panteón que posee la familia García Lorca en la Sacramental de San Justo. Vicenta Lorca Romero, madre del poeta, y Concha e Isabel García Lorca, hermanas del autor de «Bodas de sangre», están a poca distancia del hombre que significó una parte importante en la maquinaria que desembocó en el asesinato de Federico García Lorca, en algún lugar entre las localidades de Víznar y Alfacar.
La dictadura franquista se cuidó de hacer lo posible para no molestar a Ruiz Alonso y que éste no hablara. En el tiempo en el que vivió en Madrid, en su domicilio de Maestro Chapí, número 7, apenas fue molestado, concediendo únicamente tres entrevistas sobre el caso. Los investigadores Agustín Penón, Ian Gibson y el citado Eduardo Molina Fajardo pudieron conversar con él sobre la detención del caso. Ruiz Alonso elaboró un relato muy parecido a los tres, negando siempre que la calle Angulo de Granada la tomaran unos hombres armados, que aquello fuera una detención, que supiera que se trataba de la casa de la familia Rosales... Pero mentía porque él fue en todo momento consciente y pensaba que estaba ganándose el reconocimiento de los suyos al atrapar a quien era considerado como un enemigo peligrosísimo.
Un día antes de la detención, en Víznar, Ramón Ruiz Alonso había acudido a los actos por la festividad de la Asunción de la Virgen. Allí se encontró con algunos de los actores principales de la represión que se estaba realizando en la ciudad de la Alhambra. Entre ellos estaba el que fuera tesorero de Falange, Antonio Rosales Camacho, también conocido como «el Albino» que estaba especialmente molesto por un «invitado» que se alojaba desde hacía casi una semana en casa de sus padres. A Antonio, al igual que a su hermano Miguel, no les hacía gracia que un enemigo estuviera en el hogar familiar de la calle Angulo. Además el enemigo, muy amigo de su hermano Luis, era homosexual. El colmo. Antonio no dudó en exponerle el problema al camarada Ruiz Alonso.
El dirigente y ex diputado de la CEDA pasó parte de la tarde del 15 de agosto de 1936 en la redacción del diario «Ideal» escribiendo a máquina la denuncia con la que poder detener al «invitado» de los Rosales, un tal Federico García Lorca. Orgulloso de su labor consiguió el visto bueno del gobernador civil José Valdés para poder llevar a cabo la operación de detención. Había que darse prisa porque se estaba estudiando la posibilidad de cambiar al poeta de escondite probablemente la noche del 16 al 17 de agosto para llevarle hasta la residencia de Emilia Llanos, una de sus mejores amigas. Ruiz Alonso llegó acompañado de un matón llamado Juan Luis Trescastro y un ingeniero derechista de nombre Luis García-Alix. No había ningún hombre en la casa y fue la madre de los Rosales quien tuvo que enfrentarse al grupo armado. Llamaron a la puerta a las cinco de la tarde y Lorca escuchó desde su habitación todo cuanto ocurría en el patio de la casa. Ruiz Alonso permitió que el poeta se cambiara de ropa y que se presentara uno de los hermanos Rosales, concretamente Miguel, para acompañarlo hasta el Gobierno Civil. El resto es historia, una historia que tuvo en Ramón Ruiz Alonso a uno de sus más orscuros protagonistas.