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Elina Garanca: «Prefiero no sentirme víctima de nada y seguir adelante»

Es la cigarrera más internacional y mañana ofrecerá un concierto –por primera vez– en Madrid donde cantará zarzuela. Nació en Letonia pero ejerce de española
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Es la cigarrera más internacional y mañana ofrecerá un concierto –por primera vez– en Madrid donde cantará zarzuela. Nació en Letonia pero ejerce de española.
Rubia y con ojos clarísimos. Y una Carmen de referencia internacional que tuvo en Teresa Berganza, la nuestra, racialísima, el mejor espejo donde mirarse. Elina Garanca, letona de nacimiento y española de ejercicio, canta por primera vez mañana en Madrid, donde ofrecerá un concierto el Teatro de la Zarzuela bajo la batuta de Karel Mark Chichon, su esposo. Ni una entrada disponible desde hace meses. Sus padres estuvieron relacionados con el mundo de la música. A su madre, que fue cantante, la escuchaba entonar zarzuela y el oído se la hizo a romanzas, a Falla, Guridi, Granados. «Soy una fantástica de España y llevo su música dentro desde muy niña», asegura.
–Pensar en una Carmen racial y verla a usted es una provocación en toda regla.
–Imagínese. Cuando me presenté como ella, una mujer del Este, con mi color de pelo y mis ojos claros, lo mínimo que pensaron es que sería fría, pero no, no es así. Para mí ha sido fundamental, me ha dado mucho y después del cantarlo en el Met de Nueva York, más, pues se ha convertido la interpretación en una referencia. Cuando lo tuve que preparar me empapé del personaje, quise sentirlo y viajé a España, a las cuevas de Granada e incluso asistí a una corrida de toros y creo que cogí algo de salero.
–¿Y cómo lo pasó detrás de la barrera?
–Antes de que nacieran mis dos hijas me encantaba ver el espectáculo. Manzanares, El Juli, Diego Ventura..., hay tantos toreros que son admirables. Además, mi marido es taurino.
–El concierto que ofrecerá mañana ya es una declaración de intenciones: «Un homenaje a España», donde la presencia de la zarzuela ocupa la segunda parte. Una cantante letona cantando «Como nací en la calle de la Paloma», de «El barberillo de Lavapiés» es un reto. ¿Nerviosa?
–Digamos que no conozco todo el género en profundidad, pero me apasiona, y entre los compositores me quedó con Chapí, cuya música tiene algo de sentimental, una chispa, un no sé qué que me toca mucho. ¿Nerviosa? Prefiero no pensarlo. Sé que al ser la primera vez las emociones estarán más presentes. He cantado en Barcelona, Valencia, Oviedo. Me han dicho que el público es entendido, que conoce, reconoce y pide, así que los nervios no se pueden evitar.
–¿Se ha sentido discriminada en algún teatro por ser mujer o incluso mal tratada?
–Nunca he vivido una situación comprometida. Afortunadamente sé cómo protegerme, y si alguien me golpea voy a devolverle el golpe. Soy una mujer, como muchas, que siempre ha luchado por tener su libertad, por sentirme emancipada. El mundo ahí afuera es bastante duro y necesitamos ser lo más fuertes posible. Prefiero no sentirme víctima de nada y seguir adelante. Tengo un lema que he hecho mío y al que soy absolutamente fiel: «No mires al pasado porque entrarás de espalda al futuro». Y lo cumplo.
–¿Le han dicho alguna vez que es una diva?
–Me ha tocado serlo en alguna ocasión, pero nunca olvido que soy madre, mujer e hija. Cuando estoy sobre el escenario canto como la mezzo Elina Garanca, pero cuando acaba la función me convierto en la persona normal que siempre he sido y anónima, nada más. Por eso me desconciertan, no me gustan y me sorprenden ciertas invasiones de la intimidad. Si estoy en un restaurante comiendo con mi marido y mis niñas un plato de pasta debe respetarse ese momento y comprender que no soy en esa circunstancia la cantante famosa y que no tengo por qué firmar un autógrafo o hacerme un «selfie». Cuando vivía en Viena la tensión llegaba a ser tremenda. En España es completamente diferente.
–Habrá quien no lo entienda.
–Claro que sí, pero es una decisión que yo tomo. Es la parte de mi profesión que mas me cuesta afrontar y lo hago porque es el público quien me lo pide.
–¿Ha sabido decir no?
–En la ópera, como en cualquier otra profesión, hay que saber decirlo y perder el miedo a pronunciar esa palabra. La disciplina es fundamental. Cuando acepto una producción siempre pregunto quién canta y quiénes son los directores musical y de escena. Por ejemplo, vi la «Carmen» de Calixto Bieito en París y me encantó.
–¿Como para trabajar con él?
–Bueno, ¿por qué no?
–Por lo que hablamos no la veo de mezzo a tiempo completo.
–Parto de la base de que es un trabajo maravilloso que proporciona momentos únicos, energía. Estar sobre el escenario no se parece a nada. Ser solo la cantante me sabría a poco. Y tampoco me movería solo por la fama, no es una necesidad para mí. Me gusta viajar y sí, echo de menos a mis hijas cuando no estoy cerca de ellas pero se han acostumbrado a mis ausencias.
–Ha cantado con los más grandes. Dígame cómo es Kaufmann fuera del escenario.
–Es estupendo, un colega con el que se puede crecer, bromear y trabajar muy seriamente. Cada uno tenemos nuestra personalidad y somos capaces de hallar ese punto que nos une. Está súper preparado y es muy sincero.
–¿Y Anna Netrebko?
–La noto muy relajada y creo que ahora es cuando está disfrutando de la vida, desde que se casó. La veo feliz.
–El Teatro de la Zarzuela se ha apuntado el tanto al traerla a Madrid por primera vez. Ahora nos queda verla en el Teatro Real con una ópera. ¿Tiene fecha?
–Espero que sea pronto porque me encantará. Además, estoy cambiando el repertorio por papeles más dramáticos. Me aburre cantar siempre lo mismo. Si hoy como pasta, mañana querré patatas y pasado un plato de arroz.

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