Eloy Tizón: «Es imposible vivir del cuento, pero algunos se acuestan contigo»
El cuento está de enhorabuena gracias al regreso de un maestro del género que presenta con Páginas de Espuma estas «Técnicas de iluminación». Personajes a la deriva que han perdido el control de sus vidas y transitan por los relatos de este escritor tranquilo, autoexigente y meticuloso que sabe poblar de atmósferas plásticas cada párrafo que aborda.
-Siete años.... ¿Sabía que libreros y lectores esperaban su nuevo libro con ansiedad?
-(risas) Escribo para lectores pacientes y ellos ya cuentan con que mis libros siempre tardan.
-¿Atendió a una unidad de medida interior... o apareció algún bloqueo?
-Ha sido pura lentitud por ganas de hacerlo todo lo bien que podía y atender a un nivel de exigencia al que no quiero renunciar.
-La fuente de inspiración fueron los vagabundeos del escritor suizo Robert Walser.
-Su manera de mirar desinteresada, precisa. Se trata del primer cuento, el menos narrativo... Es un canto al vagabundeo como forma literal de desplazarse pero también a la hora de escribir.
-Algún crítico ha dicho de usted que peca de exceso de poesía y de escasez de argumentos.
-Puede, pero prometo al lector que les compensa seguirme hasta el final de cada relato porque en todos los cuentos hay un secreto que sólo ellos pueden concluir en su imaginación.
-Porque si no es un lector, creativo... ¡que no se acerque a su prosa!
-Deben ser cómplices, aceptar el juego que les propongo para que ellos pongan el punto final.
-La plasticidad y elegancia de sus páginas recuerda al universo fílmico de Wong Kar-Wai.
-¡Ojalá me pareciera a él! Reconozco que me fascinan los realizadores que miman la imagen, como él, David Lynch... vamos: los «raritos».
-Somos un pueblo con alma de ventanilla, una raza de chupatintas, ¿sólo lo escribe o lo piensa?
-Eso lo dice mi personaje, que deambula por Suiza... Pero no. No creo que lo seamos.
-Y... ¿La especie humana está a punto de declararse en suspensión de pagos?
-¡Eso sí! Ni lo dudo... Lo suscribo totalmente.
-Menos mal que tanto en su libro como en la vida nos redime la luz de un domingo.
-¿Te has dado cuenta de que la luz de un domingo no se parece a la de ningún otro día? Vemos las cosas distintas que el resto de la semana. Pero sólo por la mañana, la tarde es más melancólica.
-Se le consideró uno de los diez mejores escritores menores de 40 años... Ahora que ha rebasado los «cuarenta y tantos», el chiste es fácil, ¿pero le parece bonito vivir del cuento?
-Ni bonito ni feo: ¡Es imposible! Directamente no se puede vivir. Además, lo que vivo es el cuento, porque algunos te acompañan a la cocina, al baño, se acuestan contigo....
-Dicen que se le nota la escuela de Chéjov, Cortázar, Carver... ¿Qué cuentista no iría a ese aula?
-¡Es que son nuestros padres fundadores! Los pupitres por los que todos tenemos que pasar.
-¿Cómo se deben leer sus cuentos: antes de dormir o sentado; en orden uno detrás de otro o salteados, uno por día o tres del tirón...?
-No tengo ni idea. El orden en que están colocados hace un cierto recorrido que gana más que si se leen salteados. Pero precisan cierta calma, cierta pausa. Y alguna relectura. Esto no es Okal.
-A los 42 años no había leído a Tolkien... ¿Sigue en las mismas?
-Es una asignatura pendiente. Pero te confieso que ya me lo sé, aunque no lo haya leído.
-Si los poemas se escriben a mano y la novela a ordenador, ¿cómo se escriben los cuentos?
-¡Qué bueno! Parte en ordenador y parte con notas a mano...
-¿Aspira a ser citado? Con comillas y todo, como haría Rajoy.
-Cuando escribo, no es lo que busco. Y no sé si Rajoy me conoce siquiera... Sólo pretendo la precisión de la frase y crear una experiencia emocional.
-En «Velocidad de los jardines» se pregunta y le pregunto: ¿Por qué la vida es tan chapucera?
-Porque es muy mala guionista. Ha ido a una mala escuela de cine, y todo lo escribe mal y con personajes penosamente construidos. Los que desearíamos que se quedaran se marchan, los que no necesitamos siguen ahí... Sucesos que se repiten. La vida, desde el punto de vista narrativo, está mal redactada y la literatura intenta compensarla.
-Dijo que tener una agente no sirvió de nada. «Fue como tener un trombón de varas».
-No quiero ser despectivo, pero en mi caso no me sirvió... No soy un «best-seller», no hay derechos cinematográficos que gestionar...
-¡Pero si le han traducido incluso al finés!
-Eso es una cosa muy marciana.
-Es que usted es bastante marciano.
-Bueno. Un poco sí, para que lo voy a negar.
-¿Escribir es estar abocado a una crisis permanente a la que uno acaba por acostumbrarse?
-Sí. Aprendes a vivir en la cuerda floja, a instalarte en la incomodidad. A los escritores es a quien menos nos ha pillado por sorpresa esta crisis, porque siempre hemos estado instalados en ella.
-La política, la economía... ¿Le dan para un cuento o para un microrrelato?
-¡Para un cuento de terror! Y no digo más.