El español busca su lugar en Estados Unidos
Una lengua que, como dijo ayer Felipe VI, «se me antoja con algo de andaluz y canario». El Congreso arrancó ayer con paso firme en Puerto Rico.
Una lengua que, como dijo ayer Felipe VI, «se me antoja con algo de andaluz y canario». El Congreso arrancó ayer con paso firme en Puerto Rico.
Es la primera vez que un Congreso Internacional de la Lengua Española se celebra en un territorio que está fuera de la comunidad de naciones hispanoamericanas: Puerto Rico. Es un hecho de gran relevancia si se mira con la perspectiva de que esta isla caribeña, a 1.858 kilómetros de las costas de Florida y estado asociado de Estados Unidos, es quien mejor representa la presencia de la lengua española en la gran metrópoli, tierra de acogida de tantos emigrantes puertorriqueños y que es ya el segundo país con más hablantes de eso que los académicos de pura cepa llaman la «lengua de Cervantes». La otra lengua, que es la de Shakespeare, es imbatible, porque además de darnos la caracterología del hombre moderno, tiene poder, dinero, ciencia y hasta armas. Sin embargo, el español de EE UU puede dejar de ser la lengua de los emigrantes, o lengua de pobres y pandilleros a lo «West Side Story», para ser un idioma de prestigio necesario, entre otros usos, para llegar al votante latino.
En San Juan de Puerto Rico se oye un español que, como dijo el Rey, «se me antoja con algo de andaluz y canario». No en balde, a Juan Ramón Jiménez, siempre le pareció esta tierra de exilio en Esto lo sabía hasta Sancho, sin saberlo expresar, pero dado que España ha sido reacia a imponer el idioma, digan lo que digan, siempre ha llegado tarde a demasiadas cosas. la que recibió, en 1956, la noticia del Premio Nobel de Literatura y le sorprendió la muerte un año más tarde, un pueblo andaluz, su Moguer natal. De nuevo Don Felipe nos recordó que el español es «nuestra única patria», la de aquellos que acogieron a nuestros mejores hombres y a la que ellos mismos devolvieron páginas emocionadas. Recordó Felipe VI a «tantos de mis compatriotas que fueron acogidos en momentos adversos», como aquellos que estuvieron en la Universidad de Río Piedras, como Federico de Onís, Fernando de los Ríos, Américo Castro, Francisco Ayala y Ricardo Gullón.
Una lengua no se fabrica ni se construye con leyes normalizadoras, sino con la autoestima y la capacidad de nombrar y defender las grandes ideas de la humanidad. Si Francia hace un siglo que abrió su academia de la lengua e Inglaterra en 1930 y Alemania en 1952, España fue sólo hace 25 años cuando creó el Instituto Cervantes, pero suficiente para crear una red de sesenta centros en todo el mundo, que no han sido ajenos a los cambios políticos (puramente derivados de cambios de Gobierno), como si se fuera incapaz de tener una política común en este ámbito. Que no hay un estrategia de Estado queda claro en el hecho que uno de los actos previstos en el Congreso de la Lengua es la celebración de los 25 años del Cervantes, pero a la que sólo asistirán, en contra de los previsto inicialmente, dos ex directores: Nicolás Sánchez-Albornoz y Marqués de Tamarón, además del actual, Víctor García de la Concha. No partiparán por diferentes motivos: Fernando Rodríguez Lafuente, Jon Juaristi, César Antonio Molina y Carmen Cafarell.
w la ortografía fonética
De aquellos «encuentros de familia» de 1992 y el primer encuentro del CIL en 1997 en Zacatecas (México) ha llovido mucho, tanto como la evolución de las redes sociales. Pocos se acuerdan de la propuesta de García Márquez de aplicar una ortografía fonética, es decir, la de escribir según se habla (o «abla»), porque después de todo, lo de eliminar la «u» después de la «q» («¿porqe?»), es lo que ha hecho los sms y whatsapp. En esas está el español, como el resto de lenguas. La tarea de la Real Academia no es «dinamizar» la lengua –que suena mal– sino el trabajo científico: el Diccionario Hispánico de Dudas, la Nueva Ortografía, el DRAE.
Es la primera vez que un escritor perteneciente a la francofonía inaugura el Congreso Internacional de la Lengua. El premio Nobel de Literatura de 2008 nació en isla Mauricio, en el Índico, y forma parte de una cultura que hace como propio a todos aquellos que escriben en francés, sin importarle el continente ni si fue colono y colonizado. Él mismo, que dice que la primera lengua que aprendió, además del francés, fue la criolla. Un autor que forma parte de una tradición «postcolonial», que pide una revisión de los procesos de construcción del mundo moderno, incluido a Colón, fue quien inauguró el mayor encuentro de exaltación de la lengua española. Sorprendente –después de todo, Vargas Llosa excusó su asistencia–, pero para hablar de «El Quijote» y de su valor universal no importa de dónde se es. En esto, Le Clézio es un verdadero criollo, un hombre que busca la mezcla, y que la puede encontrar en Marsella, Algeciras y Ciudad Juárez. «No nos equivoquemos, estamos en el mismo mundo que hace cuatrocientos años», dijo el Nobel.
Dijo que entre sus primeras lecturas, gracias a la biblioteca de sus bisabuelo, magistrado en la corte suprema en isla Mauricio fue «El Lazarillo de Tormes» y «El Quijote». En éste último encontró la mezcla de géneros que ha inspirado su obra y también su vida. Se preguntaba ayer qué podía haber en común entre aquel antepasado en una isla índica y las venturas de Alonso Quijano, y como tirando de ese hilo encontró las reglas de la literatura moderna enunciada sin querer Cervantes: el Quijote era heroico hasta lo absurdo y Sancho cobarde y prudente hasta el buen juicio.