En román paladino
Sabíamos que las lenguas contaban con palabras portadoras de significado léxico, como los nombres o los verbos, y con palabras sólo portadoras de significado gramatical, como los artículos y las preposiciones. Pero, a partir de la novela «1984», de George Orwell, descubrimos que en las sociedades modernas también se estila una neohabla («newspeak»), expresiones sin significado. Y, como en la sociedad orwelliana, si algo no forma parte de la lengua, no puede ser pensado ni existir porque sólo existe el mundo pensable a través de la lengua. Y, para mí, que el origen de nuestras actuales desgracias está en la palabra crisis. Primero, por empecinarnos en negarla, la «no-crisis»; después, por denominarla «de-saceleración» cuando nadie se aceleraba; y, por último, por metaforizarla como «enfermedad» que hay que curar, o como «situación» de la que hay que salir o como «catástrofe» a la que hay que sobrevivir. Y en éstas estamos.
Rescatar el lenguaje
Más muertos que vivos, a juzgar por los telediarios políticamente correctos, por las tertulias variopintas y por los comunicados ideologizados. ¿A qué viene tanta sobredosis de realismo edulcorado de eufemismos, de metáforas y circunloquios? Se dice «flexibilización del mercado laboral» por abaratar el despido; «recapitalización de la banca» por rescate; «cambio de ponderación impositiva» por subida del IVA; «retraimiento de la paga de diciembre» por quitar la extra a los funcionarios. Aquí lo que hay que rescatar no es la banca, sino el lenguaje para poder ejercer el control de las propias ideas. Abogo por hablar «en román paladino en el cual suele el pueblo fablar con su vecino», como propuso Gonzalo de Berceo. Porque, si de ésta salimos con rotos en el bolsillo y heridas en el corazón, a lo menos que las palabras sirvan para contarlo.