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Expediente Nixon

La obsesión de Nixon por grabar todas las conversaciones dentro y fuera de su despacho siguen dejándole en evidencia 40 años después de su estampida de la Casa Blanca
larazon

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Se celebran 40 años de la dimisión de uno de los presidentes más controvertidos de EE UU. Las cintas secretas que grabó en la Casa Blanca retratan la otra cara de un político salpicado por los escándalos, especialmente el Watergate.
En la segunda mitad del verano de 1962. John F. Kennedy hizo instalar un sistema de grabación en su despacho de la Casa Blanca. Por un lado, quería reunir material para unas memorias que pensaba escribir al acabar la presidencia. Por otra parte, podía conservar así abundante documentación original y comprometedora. El material fue confiscado por Robert Kennedy, el hermano del presidente, mientras JFK agonizaba el 22 de noviembre de 1963 en un hospital de Dallas. Cuando el nuevo inquilino del Despacho Oval, Lyndon Johnson, tomó las riendas del país, heredó también el mismo operativo y lo conservó para poder registrar reuniones y conversaciones telefónicas. Su sucesor, Richard Nixon, heredó todo esto, pero lo acabó convirtiendo en una pieza más de su caída en desgracia.
El 17 de julio de 1973, uno de los ayudantes personales de Nixon, Alexander Butterfield, explicó en comisión de investigación del Senado, que existían las cintas y el sistema de grabación. Ello provocó que inmediatamente el Senado solicitara al presidente ese material y que se iniciara una encarnizada batalla por la posesión de unas cintas que Nixon etiquetaba como «seguridad nacional». Una parte de las grabaciones son hoy de dominio público e incluso hay páginas web dedicadas de manera monográfica al tema. En 1971, Nixon modernizó el operativo dejado por sus predecesores: mandó instalar siete micrófonos en el Despacho Oval, cinco de ellos en la mítica mesa presidencial y otros dos en los apliques junto a la chimenea de este espacio. También se pusieron bajo la mesa de la Sala Gabinete, en el despacho presidencial en el edificio de la oficina del ejecutivo y en el estudio de Camp David. A diferencia de sus predecesores, Nixon lo grababa todo, sin hacer distinciones entre colaboradores políticos o miembros de su familia, como demuestra quetambién situara micrófonos en la Sala Lincoln. Las grabadoras Sony 800 B se ponían en funcionamiento cada vez que se descolgaba el teléfono. El resultado final de toda esa obsesión son unas 3.700 horas conservadas en cintas por los Archivos Nacionales.
Escuchados hoy, en estos registros aparece un Nixon sin careta, con demasiadas dudas y no pocos enemigos a los que quería mantener a buen recaudo, aunque para eso se tuviera que emplear métodos ilegales. Durante años, cuando ya había dimitido, procuró que parte de este material nunca viera la luz, en parte por el retrato que ha dejado para la posteridad. Aparece como inspirador, a veces borracho, otras dormido, mal hablado y con demasiados miedos internos.
- RACISMO.
–Sobre los italianos: «Ellos no son como nosotros, ¡bah!, no son iguales que nosotros. La diferencia es que huelen diferente, tienen un aspecto diferente y actúan de un modo diferente (...). El problema es que no puedes encontrar a uno que sea honesto (...). Tengo que tratar con los alemanes, los italianos y todos esos mierdas».
–Sobre los judíos: «En esto consiste la seguridad nacional. Hemos realizado todo tipo de actividades porque hemos estado intentando dirigir esta ciudad evitando a los judíos del Gobierno, porque había asuntos muy serios».
–Sobre los negros: «Con los negros normalmente te puedes conformar con un incompetente. Simplemente, no son competentes. De modo que basta con poner ahí a los incompetentes y tirar adelante con ellos, porque el simbolismo es importante. Tienes que demostrar que te preocupa».
- MARK FELT, LA «GARGANTA PROFUNDA».
–Haldeman (asesor): Si le presionamos, saldrá y lo contará todo. Sabe todo lo que puede saberse en el FBI. Tiene acceso a absolutamente todo.
–Nixon: ¿Qué harías con Felt?
–H:Hay toda clase de mecanismos. Hazle que sepa lo que tú sabes. Entonces, trasládalo a Ottumwa, en Iowa.
–N: ¿Sabes lo que yo haría con ese bastardo?
–H: (Inaudible).
–N: Eso es todo lo que quiero oír.
- TED KENNEDY.
«Puede que tengamos suerte y podamos coger a ese hijo de puta. Lo arruinaríamos para 1976. Va a ser divertido. No sabe lo que se le viene encima. Vamos a cubrirle y no vamos a aceptar una respuesta negativa. Él no puede negarse a la protección del servicio secreto».
- HOWARD HUNT, UNO DE LOS «FONTANEROS» DEL WATERGATE.
«Este tipo, Hunt, sabe mucho, demasiado. Es una lástima, porque este tipo sabe jodidamente mucho y estuvo involucrado. Nosotros sabemos en qué. Y que salga todo el asunto cubano, que es un fiasco, va a hacer que el FBI y la CIA aparezcan, muy mal. Esto hará que Hunt aparezca y, probablemente, destapará todo el asunto de Bahía de Cochinos –la manera que tenía Nixon de referirse al asesinato de Kennedy–, lo que pensamos que sería lamentable para la CIA y para el país en este momento, y hasta para la política exterior estadounidense. Él más que nadie sabe sobre el tema».
w EL ASALTO AL BROOKINGS INSTITUTE.
«Ahora hacedlo y que se espabilen, que muevan el jodido culo. Luchamos contra un enemigo, una conspiración, están usando todos los medios. Vamos a utilizar cualquier método. ¿Está claro? Hacedlo. Quiero que lo hagáis. Quiero que reventéis la caja del Brookings Institute y que la limpiéis de modo que parezca de otra persona».
- LA MANIPULACIÓN DE PRUEBAS EN EL ATENTADO CONTRA GEORGE WALLACE.
–Nixon: ¿Es de derechas o de izquierdas –se refiere a Arthur H. Bremer, el hombre que disparó contra el gobernador Wallace–?
–Colson (consejero): Bueno, tendrá que ser de izquierdas para cuando hayamos terminado, me temo.
–N: Bien. Sigue con eso. Sigue con eso.
–C: Sí, sólo me habría gustado que se me hubiera ocurrido antes eso de colocar algunos papelitos por ahí.
–N: (Risas).
–C: Puede que sea un poco tarde, aunque tengo un contacto que tal vez...
–N: Perfecto.
–C: Podrías pensar en ello. Quiero decir que, si lo encuentran cerca del apartamento, resultaría útil.
- EL CHANTAJE DE LOS «FONTANEROS» DEL WATERGATE.
–Haldeman: Merecía la pena esforzarse para intentar que no explotara.
–Nixon: Oh, claro.
–H: Todo el mundo está satisfecho. Están fuera de la cárcel y han cuidado de ellos. Hemos realizado muchas comprobaciones discretas para asegurarnos de que no hay descontentos en nuestras filas y no los hay (...). Hunt está contento.
–N: A un precio considerable, supongo.
–H: Sí.
–N: Merece la pena.
–H: Es muy caro, costoso.
–N: Bueno, hay que pagarles. Es todo lo que queda para ellos.
- CHILE Y EL GOLPE DE PINOCHET.
–Kissinger (secretario de Estado): La cosa en Chile se está consolidando y, por supuesto, los periódicos están hablando porque un gobierno procomunista fue derrocado.
–Nixon: ¿No significa algo?
–K: Quiero decir, en vez de estar celebrando, en el periodo de Eisenhower habríamos sido héroes.
–N: Bueno nosotros no... como sabes, nuestra mano no aparece en ésta siquiera.
–K: Nosotros no lo hicimos. Quiero decir que los ayudamos, –referencia a la CIA borrada– se crearon las mejores condiciones posibles.
–N: Eso es correcto. Y ésa es la forma en que se va a jugar. Pero escucha, mientras la gente está preocupada, déjame decir que no se van a comprar esta basura de los liberales.
–K: Decididamente no.

Un escándalo en la pantalla

De «Todos los hombres del presidente» a «Watchmen»
La aventura política de Richard Nixon, con el «escándalo Watergate» de fondo, ha generado abundante literatura, pero también se ha convertido en un tema de interés para la pequeña y la gran pantalla. Y eso que se trata de un personaje que nunca tuvo una muy buena relación con las cámaras, como lo demostró en 1960, cuando su mala imagen hizo que fracasara en el debate televisado con Kennedy. Uno de los primeros interesados en el caso fue Robert Redford, quien adquirió los derechos de «Todos los hombres del presidente» –imagen superior–, el libro con la investigación de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el Watergate. Como productor y protagonista, Redford creó un apasionante «thriller» periodístico con Dustin Hoffman y la dirección de Alan J. Pakula. La historia, desde dentro, fue narrada por Oliver Stone en su controvertido «Nixon», con Anthony Hopkins –fotografía del centro–como el presidente. Una perspectiva cómica es la que aparece en la divertidísima «Aventuras en la Casa Blanca», de Andrew Fleming. El cine también han retratado al Nixon posterior a su dimisión en «El desafío. Frost contra Nixon», de Ron Howard, con el protagonismo de un impresionante Frank Langella. Pero Richard Nixon también se ha colado como personaje en «Watchmen», aunque desde una perspectiva muy diferente, e incluso en la reciente «X-Men: Días del futuro pasado». Hay también ecos del Watergate en películas como «El fraude», con Richard Gere como protagonista; «El mayordomo», con John Cusack como el presidente; o «Traición en el Pentágono». La televisión también ha seguido el tema, aunque desde puntos de vista muy dispares. El segundo libro sobre el tema de Woodward y Bernstein, «Los últimos días», fue el eje de una miniserie, «Watergate: el escándalo», protagonizada por un convincente Lane Smith. Pero son las parodias las que han tenido más éxito, especialmente gracias a Matt Groening en «Los Simpson» y «Futurama». Uno de los actores de Groening, Harry Shearer, se pone en la piel del presidente en «Nixon's the one». Mención aparte merece «Saturday Night Life» que en 1977 reinventaron a Nixon y Kissinger en el día de la dimisión de Nixon gracias a Dan Aykroyd y John Belushi –imagen inferior–.

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