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Fortuny, un esplendor panorámico en el Prado

Por primera vez, una exposición recoge todas las facetas del pintor, dibujante, grabador y coleccionista con un capítulo excepcional para sus acuarelas.
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Por primera vez, una exposición recoge todas las facetas del pintor, dibujante, grabador y coleccionista con un capítulo excepcional para sus acuarelas.
Aunque su figura ha sido admirada desde hace tiempo por historiadores y expertos por su indiscutible calidad, la obra de Mariano Fortuny y Marsal (Reus, 1838-1874) no había recibido el reconocimiento merecido en la propia tradición española como genuino representante de una escuela de prestigio. Para subsanar ese error, el Museo del Prado presenta la exposición más completa y ambiciosa que nunca se haya realizado de un creador fascinante, la primera que la pinacoteca organiza de un artista del siglo XIX y en la que recoge todas las facetas del catalán: pintor, dibujante, grabador, acuarelista y también coleccionista de arte, actividad esta última que no se había tratado merecidamente antes.
Investigación
La exposición, comisariada por Javier Barón, cuenta con 169 piezas y es fruto de un gran esfuerzo «después de una investigación del Museo que ha llevado casi 5 años». 69 de las piezas nunca han sido expuestas fuera de las colecciones a las que pertenecen, y entre los prestamistas hay al menos dos piezas por cada uno de los museos más importantes del mundo, es decir, Louvre, British, Hermitage, Moma y National Gallery de Washington. Además de los fondos del Prado, destacan dos colecciones: el Museo Fortuny de Venecia (con 29 obras prestadas) y el Museu Nacional d’Art de Cataluña (con 18). Como muestra de la falta de aprecio por la obra del artista en España, el comisario recordó que los fondos del museo de Venecia fueron en su día ofrecidos al Ministerio de Cultura español, pero terminaron instalándose en Italia. La exposición, dividida en 9 secciones, tiene varios capítulos destacables. Las «imitaciones» de los grandes maestros, por ejemplo, prueban el enorme talento de Fortuny para multitud de técnicas y pinceladas. Así, puede emular a Goya tanto como a Velázquez y al Greco como a Ribera. Además,otra sección recoge el aspecto de su taller o «atelier» y de su residencia en Granada al final de su carrera. Sin embargo, las piezas más espectaculares son las acuarelas que realizó en sus viajes a Marruecos, adonde fue enviado por la Diputación de Barcelona en 1860 y 1862 para recoger escenas de la guerra hispanomarroquí. Allí, el artista realiza la monumental «Batalla de Wad-Ras» y otras escenas bélicas como «La batalla de Tetuán», pero queda prendado del modo de vida y las costumbres de los árabes. Fortuny se enamora de su sencillez y de la luz y retrata tapices, vendedores ambulantes, ancianos, vistas de ciudades y de pasadizos con una enorme maestría. La técnica y el dominio de la luz y el color le valieron las envidias de muchos de sus coetáneos y gran fama entre los coleccionistas de todo el mundo.
Con un completo dominio de la técnica, se instaló en Portici (cerca de Nápoles, en el sur de Italia), donde desarrolló el retrato del desnudo de niños en la playa (que Sorolla conocería tiempo después en el Prado, según explicó Barón) y terminó por hibridar su gusto por el arte japonés en su pintura. Fortuny adquirió durante toda su vida una gran cantidad de objetos mobiliarios, armas, vasijas y todo tipo de antigüedades de corte oriental, ya fuera de Persia o de Japón. En su estudio, estos objetos guardaban continuidad con su pintura, como un todo, conformando un microcosmos o una «cámara de las maravillas», como definió Barón.