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Francisco Nieva: «Todo es política y el teatro también se ha dejado contagiar»

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El escritor y dramaturgo presenta «Teatrillo Furioso», una caja que reúne dos obras teatrales inéditas y una serie de dibujos. Un creador en plena forma.
Habla Francisco Nieva medio deprisa y medio despacio. A su ritmo. Tiene una cabeza lucidísima y una menta despierta y viva. Lee todos los días y está conectado a las nuevas tecnologías. Cuando se charla con él se habla de teatro, claro está, pero contesta a cualquier pregunta que tenga cabeza. Sobre España también se pronuncia y lo hace un verbo fácil y con la palabra adecuada. Dice que aún recuerda con cariño el estreno de «Salvator Rosa» el año pasado. Le hizo una enorme ilusión, pero no es habitual que sus obras se puedan ver en un escenario, «por la cantidad de trabajo que tienen detrás. Mis últimos montajes eran caros porque el vestuario lo era, tan escogido y tan pensado. Precioso». La presentación del libro se haráconjuntamente con al inauguración de la exposición de José Pedreira, «Metamorfosis».
–Usted no descansa. Estas obras que presenta son inéditas.
–Lo son. Lo mismo que los dibujos que las acompañan. «Farsa y calamidad de Doña Paquitas de Jaén se la dediqué a unas hermanas zapateras, que les dije que les iba a escribir una obra. Es una comedia rarísima que habla del separatismo.
–¿Del separatismo? Ni que se lo hubieran dicho al oído.
–Sí, del separatismo, pero no de Cataluña. No está ambientada en la situación actual.
–¿Hay una a la que tenga mayor cariño?
–Aprecio más «La misa del diablo. Función para monaguillos». Tiene una historia muy curiosa la manera en cómo decidí escribirla.
–Cuéntenos.
–Me enteré de que en el Instituto Francisco Nieva de Valdepeñas se había convocado un concurso para jóvenes entre 14 y 17 años. Mi idea era concurrir como si fuera un jovencito. Cuando acabé la obra de teatro la leí y me dije que era muy difícil que pudiera creer el jurado que estaba escrita por un chico. Fue divertido ser un falso niño. Ambas, efectivamente son inéditas, de hace un par de años. «La misa del diablo» es una obra muy rara, tremendamente sofisticada. Me ha salido un texto muy curioso. Yo diría que me ha salido un falso naif. Gótico, también.
–Señor Nieva, vaya momento que estamos viviendo en España. Da para una obra de teatro y para más. ¿No le parece?
–El pasado lunes (cuando se celebró la votación de investidura de Artur Mas) fue un día desastroso, triste. Todo hoy es política y el teatro también lo es. El medioambiente se impone solo, gana terreno, se contagia. Y en mi obra está.
–¿Es usted un visionario?
–No sé. Lo que sí sé es que sueño mucho despierto. Cuando descanso los recuerdos acuden a mi en avalancha y lo que hago es darles una interpretación artística.
–¿Y tiene sentido la situación que estamos viviendo en España?
–No vivimos en una democracia. Tenemos que ser más demócratas. Le diré que soy muy pesimista en relación al presente y eso me lleva a cierta depresión opinatoria. No le sabría qué contestar. Estoy cohibido. Tenemos tantas malas noticias alrededor, con lo que pasa en Cataluña, con lo que les está sucediendo a los refugiados que pasan las de Caín. Yo tengo la facultad de identificarme con mi entorno y me supone una carga.
–¿Qué siente al ver esas tremendas imágenes de gente sin casa, de las madres que intentan calmar a sus hijos?
–Siento piedad por los trashumantes. Viven un sufrimiento permanente y no les dan un lugar. Hay que cuidarlos y saber tratarlos para que se integren lo antes posible. Y escuchar. Primero escuchar siempre, y después opinar.
–¿Ve una España sin Cataluña?
–Cuando volví a España de París me alegré de que fuera tan avanzada. En la Barcelona de aquellos años se vivía con plenitud. Me encantó Barcelona y que sea España. Era mucho más moderna que la gris Castilla. El modernismo es precioso.
–¿Cómo ve las elecciones?
–Creo que España se va a arreglar un poco, incluso si gana el PP tendrá que pactar y saldrá un país diferente y mejor.
–¿Cómo cree que acabará la afrenta separatista de Mas?
–En un estado federal: las Naciones Unidas Ibéricas. Cada estado unido dentro de un complejo ibérico, creo que sería la mejor opción.
–Piensa en Portugal al decir Ibérico?
–Hubo un tiempo en que se soñó con ello. Galdós, sin ir más lejos, hablaba de la unidad ibérica.
–¿Refleja el teatro lo que padecemos?
–Lo refleja muy mal y con menos arte, por ejemplo, que Brecht y que algunos de los más grandes. Es una situación que no tiene remedio.
–Pero usted ha hablado de la función catártica del teatro. ¿Sigue existiendo?
–Cuando es bueno, sí la cumple.
–¿Hay material de calidad en el teatro español?
–Tenemos en escena muchas obras interesantes. Pero no todo el mundo sirve para montar. Es necesario encontrar a un director que simpatice con la escena.
–¿Y se siente querido por el público?
–Mucho, muy querido. El aplauso no se paga con nada, son oleadas de amor que te envuelven. Aunque no hubiera más que eso valdría la pena sacrificarse. Y sé que la profesión también me quiere. He tenido la suerte y la fortuna de poder ser interpretado por gente muy buena. Me acuerdo, por ejemplo, de Guillermo Marín y Pepe Bódalo. Cómo decían mis versos. Soy un dramaturgo bien estrenado y bien tratado.
–Es un creador multipremiado, pero se le resiste el Cervantes.
–Ya he estado dos veces nominado. No hay dos sin tres. A la tercera... Yo me siento muy contento y satisfecho con el Príncipe de Asturias, que para mí es un estímulo extraordinario y muy orgulloso de poder exhibir en mi biografía.
–¿Trabaja cada día?
–Y sin faltar uno. Escribo para LA RAZÓN y me entretengo bastante. Ahora lo he hecho sobre la historia del ataque de nervios, que es una enfermedad de clase. Cuando le daban a mi madre pensaba que se iba a morir, ella era una señora muy importante.Yo soy muy tranquilo. O soy constante presa de él. Para escribir son vitales las sensaciones. Antes que la reflexión existe la pasión, de lo contrario no se podría reflexionar sobre nada. Que toda literatura es reflexión apasionada es una solemne verdad.
–Es usted un ejemplo de...
–De vitalidad. Tengo mil proyectos. Lo que se me ocurre para escribir comedias... Es lo que le pasaba a Jardiel. Yo podría tener un libro que se llamase «Argumentario». No sé si tendré tiempo. No me he sentido obligado a nada en mi vida. He sido y soy libre y ni puedo ni quiero mentir.

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