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A la mejor sumiller de España le gustaría compartir vino con Don Juan Carlos

larazon

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«Compartiría el vino que él quisiera porque él ha sido siempre un amante de los buenos vinos y se lo ha transmitido a sus hijos»
Aunque en su día a día está rodeada de vino, a la reciente ganadora del Premio Nacional de Gastronomía en la categoría de Mejor Sumiller, Gemma Vela, "solo"le gusta beberlo si lo "comparte"y, puestos a elegir, hacerlo con el rey Juan Carlos I sería un "placer".
"Compartiría el vino que él quisiera porque él ha sido siempre un amante de los buenos vinos y se lo ha transmitido a sus hijos. No sé si ahora nuestro rey Felipe VI le seguirá sus pasos, espero que sí", confiesa a Efe la sumiller de Hotel Ritz que, gracias a tener el móvil "totalmente bloqueado por mensajes de felicitación"está siendo consciente de que ha conseguido "el premio más importante".
Pese a haber alcanzado cuotas muy altas en su trabajo, esta madrileña y arandina, como así se considera aunque lo de decir su edad se queda en "incógnita", no permitirá que el reconocimiento de la Real Academia Española de Gastronomía se "le suba a la cabeza"porque, como afirma con rotundidad, lo importante de un premio es que "no cambie a la persona".
Una declaración de principios que Vela remata al afirmar que seguirá con su trabajo, con su "vida normal", porque lo más importante es su "alrededor", su familia, esa que, aunque se enteró "hace poco", le incluyó el vino en su ADN. "En la zona de León, que es de donde proviene la familia de mi madre, mi familia había tenido bodega, pero lo desconocía", señala.
Eso sí, ni sus antecedentes, ni su formación en restaurantes como El Amparo (Madrid) o Martín Berasategui de Lasarte (Guipuzcoa) o sus estudios de Hostelería y Turismo en Enología, le hicieron que sus comienzos como sumiller en el Hotel Ritz, allá por 1995, fueran fáciles.
"La gente -añade- me miraba un poco raro, me hacían una preguntas de extranjis a ver si sabía algo pero, poco a poco, y menos mal, gracias al esfuerzo de la Cámara de Comercio o de los ministerios, esa imagen ya no es tabú y nos encontramos con muchas mujeres en tiendas gastronómicas, o en grandes restaurantes".
Una reflexión que concluye aseverando que la llegada tardía de la mujer a estos sectores no se ha debido a una falta de "cualidades"sino de "oportunidades", pero igual que en otros ámbitos como "la política".
Y si las mujeres sumilleres han sufrido falta de oportunidades, el mundo del vino se duele, según Vela, de necesitar que se vea de "una forma más cultural".
"La gente tiene que saber que el vino es cultura, que hay una historia detrás de cada copa de vino, que no se tiene que ver como alcohol o una bebida superficial, es salud, es un alimento, y yo creo que es una asignatura pendiente en muchas universidades o escuelas", puntualiza esta mujer llena de anécdotas con los cientos de clientes que han pasado por sus ojos.
Una mirada que se carga de "intuición"y "psicología"en cada jornada laboral porque las personas, asevera incluyéndose, "son muy complicadas y muy maniáticas". "Hay que intentar hablar con el cliente y llegar a una conversación para que, entre los dos, se elija el vino adecuado".
Aunque no siempre le toca atender mesas en las que los comensales están dispuestos a dejarse aconsejar, sino que, como relata, se ha encontrado con situaciones anecdóticas.
"Hace muchos años en el hotel (Ritz) teníamos una clienta y siempre comía de forma muy saludable, sin pan, sin grasas, todo muy a la parrilla y siempre bebía agua. Y un día me acerqué y -prosigue- le pregunté si le apetecía el vino o si es que no le gustaba. Me dijo que le gustaba mucho, pero que las calorías que tiene una copa de vino prefería comérmelas".
"¡Fíjate hasta qué extremo llegamos, es curioso, que obsesión!", recalca.
Muy diferente a esta clienta se comporta ella cuando va a cenar o a comer porque ella "siempre bebe vino". Y, más allá de lo que uno pueda pensar, a Vela no le gusta ser la que elija sino que, cuando es ella la que se sienta a disfrutar de una comida, se despoja de la sabiduría que proyecta en su día a día, y se convierte en una persona "discreta", dejando que siempre elija su acompañante.