Gettysburg, el día que EE UU renació
Las batallas míticas no lo son por caprichos de la Historia. Verdún, Waterloo, Lepanto, Stalingrado, Salamina...
Las batallas míticas no lo son por caprichos de la Historia. Verdún, Waterloo, Lepanto, Stalingrado, Salamina... A través de las épocas, todas comparten haber sido momentos clave en el desarrollo de sus respectivas guerras. Y en todas la tragedia se mide en cifras terribles. A esa lista pertenece por derecho propio Gettysburg. Esta semana se cumple el 150 aniversario del choque decisivo de la Guerra de Secesión, el conflicto fraticida que enfrentó a los estados de la Unión con los Confederados y del que surgió fortalecido el concepto de los modernos Estados Unidos de América que hoy conocemos. Unos 53.000 hombres se dejaron la vida en los campos de Gettysburg, una pequeña población en el estado de Virginia, en apenas tres días, entre el 30 de junio y el 3 de julio de 1853, aunque oficialmente la batalla arrancó el 1 de julio. A día de hoy, sigue siendo la más sangrienta de aquella guerra que enfrentó al sur esclavista e independentista de Jefferson Davis con el norte de Abraham Lincoln, industrial y abolicionista, aunque con matices: en algunos estados de la Unión se mantuvo la esclavitud hasta el final de la guerra. También es, aún hoy, la mayor carnicería en suelo estadounidense: las bajas supusieron una parte importante de las 800.000 víctimas que dejó en total la guerra.
Aunque, sobre todo, Gettysburg fue una batalla decisiva en el ecuador de la contienda: la rendición sudista en Appomattox aún tardaría dos años en llegar, pero la Unión salió victoriosa de aquel escenario y cambió el curso de la guerra, que hasta entonces dominaba el Sur.
En la memoria estadounidense el episodio está vivo: allí siguen enterrados miles de soldados y el lugar es objeto de peregrinación para decenas de miles de turistas cada año, en especial durante estos días, cuando se lleva a cabo una recreación teatralizada de la batalla. No todos los que acuden a verla, sin embargo, son americanos. Entre los curiosos estaba, hace dos años, un periodista español, Juan Antonio Tirado. Intrigado por la historia de la batalla, se puso a investigar y regresó un año después al lugar. El resultado de su curiosidad es «Gettysburg. 1863», la primera publicación en español sobre la batalla, un libro electrónico, coescrito junto a Rosa María Alberca, que puede adquirirse por 2,99 euros con numerosas ilustraciones, mapas y enlaces audiovisuales.
Todo por unas botas
«Gettysburg es la batalla clave de la guerra, sin duda: está en el epicentro de la guerra civil –explica Tirado–. Además, marca una diferencia porque las bajas ya empezaban a contar: la Unión no tenía problemas para nutirse de gente, pero la Confederación, sí». El periodista visitaba Pennsylvania cuando llegó casi por casualidad al lugar. «Me topé con una ciudad volcada en la batalla», recuerda el autor sobre la localidad, de unos 7.000 habitantes. Como le pasó al autor, también los soldados que protagonizaron las primeras escaramuzas se encontraron casi por azar aquel 30 de junio. Estaban, por supuesto, en uno de los dos principales «teatros» de operaciones de la guerra, el oriental, y el choque era inminente, pero lo que las dos divisiones confederadas había ido a buscar a Gettysburg fueron botas: el pueblo era conocido por sus artesanos. Allí atisbaron a una división de caballería del Norte –apenas mil hombres–, comandada por John Buford, sin sospechar que estaban ante la avanzadilla del más poderoso cuerpo de la Unión, el ejército de Potomac, en el que el militar de más fama de los enemigos, Ulysses S. Grant, tenía su cuartel general. Pero el verdadero intercambio estaba por llegar al día siguiente.
El 1 de julio fue una lucha contra el tiempo para las tropas norteñas, triplicadas en número: consiguieron resistir hasta que llegaron los refuerzos. «Por la tarde deciden retirarse de la ciudad a la zona sur de Gettysburg, más montañosa, cediendo ciudad a las tropas del Sur. Aquella primera jornada la ganaron los confederados en número de bajas y en acciones de combate, pero se quedan mal posicionados para los siguientes días», prosigue Tirado. Así, el 2 de julio, con una línea defensiva que llamaron «del anzuelo» por su forma, las tropas del general nordista Meade frenaron los ataques continuos por los flancos. En el tercer día de batalla, el general Pickett cargó de forma inútil con sus 14.000 hombres campo a través. Tuvieron que avanzar en un trecho que lleva veinte minutos recorrer, en terreno abierto, con el sol de julio sobre sus cabezas, y los rifles enemigos bien apostados enfrente. 7.000 soldados del Sur se dejaron la vida en vano sin lograr tomar la posición. La batalla de Gettysburg se había decidido.
Todo había comenzado dos años antes, en 1861, cuando once estados de la entonces joven nación norteamericana se habían proclamado independientes. «Los confederados nunca pretendieron la invasión del norte: en Gettysburg lo que buscaban era romper la línea defensiva del ejército de la Unión y llegar a Washington para obligar a Lincoln a firmar una paz condicionada», recuerda Tirado. ¿Lo habrían logrado? Quién sabe: lo cierto es que la capital del norte estaba a tan sólo 200 km de aquel campo de batalla y en los dos primeros años de la guerra el Sur había dominado la contienda con importantes victorias. En buena parte, se lo debían al talento de Robert E. Lee: «Es el general que más peso lleva: casi toda la guerra se desarrolla en el norte de Virginia y en Carolina del Norte, y buena parte de las batallas las gana el ejército Confederado: Lee es el quebradero de cabeza de Lincoln», cuenta Tirado. Paradójicamente, el veterano militar había protagonizado una situación llamativa: ambos bandos habían requerido sus servicios al estallar la guerra. El militar, que era de Virginia, se decantó por su tierra.
Españoles cara a cara
En Gettysburg, en cualquier caso, el héroe del Sur se topó con un ejército con más capacidad de rearmar sus líneas. Los generales al mando de Meade plantearon la batalla en términos defensivos mientras los de Lee no entendieron que las cargas al estilo de las guerras napoléonicas, que todos habían admirado y estudiado en la academia de West Point, estaban obsoletas. Los rifles de repetición y de retrocarga con varios disparos habían susituido a las menos prácticas armas de avancarga y la artillería era mucho más poderosa que en sus referentes inmediatos. «La mayor parte de los generales habían combatido juntos en la guerra contra México: todos sabían a qué estrategia jugaban cada uno», recuerda el autor.
De Gettysburg hay mil flancos para el lector ávido de detalles. Poco se habla, por ejemplo, de los españoles que combatieron, muchos de ellos canarios. Lo hicieron en ambos bandos. En las tropas del Sur, con el 10º Regimiento de Louisiana, estado que había sido español, pero también en las de la Unión. «Posiblemente incluso se encontraron españoles luchando frente a frente. Todos murieron en la zona de Oak Hill, entre el primer y el segundo día de batalla», aclara Tirado.