Guerra Garrido, el «outsider»
Regresa con una historia de amor imposible, un libro «muy contracorriente»
Una conversación con Raúl Guerra Garrido es abrir paréntesis sobre paréntesis para acabar saliendo por un punto y aparte hacia una nueva reflexión. Es desasirse de los ingenuos brazos de Rousseau y entregarse a la descarnada dentada de Hobbes, dispuesto a que los lobos que anidan en el pensamiento devoren esperanzas hueras y dejen limpio el esqueleto del alma. Ahora, el Premio Nacional de las Letras 2006 se ha propuesto caminar por la periferia –por ese margen extraño que separa y ayuda a definir los elementos– mezclando géneros literarios e ideas en «La estrategia del outsider o la vuelta al mundo de Naraya Sola». «Cuando no se me ocurre nada escribo pensamientos y cuando no sé expresar un pensamiento recurro a las anécdotas. Este libro es parte de ese juego, un fluido de reflexiones a partir del desplazado, que sería la traducción del inglés "outsider"», explica el autor.
La científica «stripper»
Y en medio de ese torbellino de palabras, los díscolos protagonistas: una científica que se gana la vida como «stripper» y un ingeniero naval que sueña con convertirse en poeta. Por ella nunca pasa el tiempo, sobre él siempre pesan los años. «Son dos extraños que tienen una historia de amor imposible y, por tanto, eterna», subraya Guerra Garrido, quien no sólo ha desafiado el avance del reloj vital, sino que también se ha atrevido a introducir una obra de teatro dentro de la novela. «Es un libro muy a contracorriente. Me dejé llevar por las sensaciones, y la lectura también debe ser así». Eso sí, una cosa es que la pluma fluya a su antojo y otra que el autor mantenga una actitud pasiva o conformista. De hecho, a la hora de definirse respecto al título de su obra, asegura que se ve más como «outsider» que como estratega. «Siempre me he exigido la disidencia porque sin ella la disciplina se vuelve estéril: es el recurso inteligente de la razón lo que hace avanzar la naturaleza». También sabe que hay quien busca la rebeldía como impostura y advierte de que «ser singular, diferente, excepcional, no sirve de nada si no va acompañado de una actitud: seguir siendo uno mismo cuando ser uno mismo es lo que más puede perjudicarte», comenta, antes de lanzar una puya a quienes se instalan en la contracultura y la ejercen como si fuese «toreo de salón»: «Se da mucho en el arte y la política». Para Guerra Garrido, la pregunta esencial del escritor es para quién escribe –«yo lo hago para mí, si dejase de ver la literatura como un exorcismo no tendría sentido»–, y por eso sonríe cuando, ante los jóvenes y frustrados protagonistas de su novela, se le pregunta si le preocupa el futuro de las nuevas generaciones: «Soy un adicto solidario y casi el presidente del club de fans de la generación vieja actual. Los viejos son los grandes desplazados de esta sociedad de forma involuntaria, porque ya no tienen casi fuerzas», confiesa, antes de cambiar la conjugación: «Somos consumidores perennes de esfuerzo, y valemos ya para bien poco. Es verdad que queda la experiencia..., pero somos poco aprovechables. Al final, ¿qué va a quedar de mí? Pues probablemente la prótesis de aluminio que tengo en la cadera».