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Gustavo Rodríguez: «Perú busca un padre hasta en el entrenador de la selección»

El autor peruano reflexiona en su más reciente novela, "Madrugada", sobre la transformación social de su país, en el que se ha instalado una clase media que, con la mujer a la cabeza, "está haciendo trastabillar el conservadurismo que nos gobernó durante muchos años
larazonGonzalo Pérez

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“Una vez escuché en la radio que este país vive en una escalera bien jodida. El rey de España cholea a su embajador, el embajador de España cholea al pituco blanco de aquí, y el pituco blanco de aquí cholea al pituco blanco que no fue a su colegio, este pituco blanco cholea a su gerente blanquiñoso, el gerente blanquiñoso cholea a su empleado moreno...
-¿Y dónde estamos nosotras?
-Al fondo, pues, Nievecillas, o casi. ¿Dónde vamos a estar? En este país no hay nada peor que ser mestiza o zamba y, encima, ser mujer.
-¿Para qué te llamo, ah? Ya me fregaste el día.
-Sorry.
-Oye, ¿y al rey de España no lo cholea nadie?
-La reina de Inglaterra”
Este breve extracto de “Madrugada” (Alfaguara), de Gustavo Rodríguez, desvela varios elementos centrales de la más reciente novela del autor peruano: el machismo, el racismo y el clasismo -que Rodríguez describe como “hebras de una misma trenza”- y el surgimiento de una clase media que apenas se está instalando en Lima. Pero falta otro detalle importante: Trinidad, la protagonista de la novela y del diálogo arriba mencionado, está buscando a su padre. Y éste, un músico que vive del recuerdo de su (escasa) fama, a su manera, también busca al suyo.
Esa imagen de la escalera social a la que se refiere Trinidad, una mujer nacida en la selva, que perdió a su madre en la adolescencia y viajó por lo más profundo de su país hasta llegar a Lima, corresponde al sociólogo Guillermo Nugent, como afirma Rodríguez, y está representada entera -de los pitucos o pijos de clase alta hasta las mujeres indígenas- en el libro. Y aunque la historia de Trinidad es la de obstáculos crueles que la persiguen, en forma de la enfermedad, incluso cuando ha logrado establecerse como empresaria, la novela no se lee como un drama. Al contrario, la risa surge varias veces en cada capítulo.
Para el autor, el retrato de esa sociedad era, sin embargo, tangencial, pues realmente le interesaba contar “la historia de una familia disfuncional con su mayor exponente, el músico. Porque vengo de una familia así”. La experiencia personal también lo llevó a regresar a la figura del padre ausente, un tema que ya había explorado en su primera novela, “La furia de Aquiles”. Además, se trata de una metáfora de la región: “Lo más usual en América Latina es que mi generación -y quién sabe si también la actual- esté buscando siempre a un padre. Al menos en Perú ocurre así. En mi país se está buscando a un padre incluso en el actual entrenador de fútbol, el argentino Ricardo Gareca”, bromea.
Las razones de esa búsqueda no se pueden desligar de los procesos de independencia. “Históricamente, hemos tenido necesidad de caudillos, de alguien que ponga orden. Como si fuéramos niños que necesitamos tener el látigo al lado, siempre amenazante. Y eso no nos deja vivir en comunidad ni construir instituciones independientes del poder de turno. Probablemente tenga que ver con que somos países todavía adolescentes. Si hablamos metafóricamente sobre la figura de los padres -y ya que estamos ahora en España, la madre patria de muchas naciones latinoamericanas- podemos decir que Perú es una sociedad postcolonial que se independizó nominalmente, pero que todavía está buscando su identidad”.
Sobre Trinidad, su protagonista, Rodríguez afirma que “ella resume todo lo que he tenido que desaprender sobre machismo en mi país, al haberme criado en una familia machista, como las de mi generación, y al haber tenido tres hijas, lo que hace que te replantees muchas cosas”. El momento de transición en que se encuentra su país -y tantos más- con respecto al papel de la mujer en la sociedad está presente en la novela por el contraste entre dos de ellas: Trinidad, independiente, soltera, y la señora Blanca, su abuela -a la que Trinidad no conoce- que se mantiene fiel al viejo orden.
“La mujer es la columna vertebral de la sociedad peruana. Está tan claro que, en el momento en que cambia el rol de la mujer, cambia también la sociedad. En Perú está ocurriendo una transformación tremenda respecto al papel de la mujer, y eso está haciendo trastabillar el conservadurismo que nos gobernó durante muchos años”, afirma Rodríguez. Aún así, asegura también que “Perú es probablemente el país más conservador de América Latina” y al que le ha costado más conseguir ciertas conquistas sociales. “Aunque cuando tiendo a pensar que hay mucha distancia entre España y Perú en ese aspecto, me doy cuenta de que se parecen bastante, sobre todo en cuanto a los prejuicios y al machismo latente que existe. Basta con ver las últimas noticias sobre la manada para pensar: “Esto es Perú””.
Y es que los cambios sociales llevan generaciones, mientras que los países suelen mutar, en términos económicos y políticos, con mayor velocidad. Si hace unas décadas el país latinoamericano se encontraba inmerso en una crisis de inflación y terrorismo, hoy es un país pujante. “Eso quise retratar en la novela: este nuevo Perú que llena estadios en Rusia cuando va al mundial”, asegura el autor. Pero no por ello ha dejado de lado ciertos prejuicios sociales. “Solemos confundir modernidad con modernización. La última es más fácil de ver, y te engaña, porque está relacionada con lo concreto, como la infraestructura. La modernidad, en cambio, es un estado mental. Y cambiar el estado mental de una nación es mucho más difícil que cambiar su infraestructura”.

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