Halloween y el satanismo moderno
Aleister Crowley, considerado el hombre más perverso del mundo y apodado «La bestia 666», celebraba por todo la alto la Noche de los Difuntos
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Aleister Crowley, considerado el hombre más perverso del mundo y apodado «La bestia 666», celebraba por todo la alto la Noche de los Difuntos
Volcado en el esoterismo perverso y sexual, Aleister Crowley se ganó a pulso ser considerado el hombre más perverso del mundo y el padre del satanismo moderno. ¿Sabían los lectores que este engendro de hombre, al que apodaban «La bestia 666», celebraba por todo lo alto la misma noche de Halloween que se festejará esta noche en multitud de hogares españoles y que tan terribles desgracias ha provocado en nuestro país, como la de las cinco jóvenes perecidas en el pabellón Madrid Arena, en 2012?
Llamado en realidad Alejandro antes de trocar su nombre por el de Aleister, según la costumbre celta, para satanizarlo después por el de Baphomet, el ídolo demoníaco al que algunos templarios rindieron culto, nació en 1875 en Leamington Spa, Inglaterra.
Crowley fue en apariencia un joven normal, especialmente dotado para el ajedrez, el alpinismo y la poesía mientras estudiaba en la Universidad de Cambridge. Pero su desmedida ambición y sus ansias de celebridad mundial le hicieron volcarse en el esoterismo sexual y en el ocultismo para conseguir sus fines. Su violenta reacción contra las costumbres puritanas de la época, plasmada en su libro «La tragedia del mundo» y, en concreto, en el capítulo titulado «Una infancia en el infierno», constituye todo un cántico a la rebelión y al placer libidinoso.
Un iluminado
Este entusiasta de la noche de Halloween acabó fundando la sección británica de la secta OTO (Orden del Templo del Oriente) y más tarde su propio convento de Satán en Cefalú (Cerdeña), donde se practicaban orgías y se inmolaban perros y gatos sobre el cuerpo desnudo de una virgen. También se consideraba todo un iluminado que ofreció nada menos que a Winston Churchill un talismán para acabar con los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial y que proclamaba a los cuatro vientos que él había ganado la contienda. Patentó luego un elixir para alargar la vida en el que mezclaba su propio semen, y llegó a masticar los excrementos de su querida durante una misa negra. Murió en 1947, aniquilado por las drogas.
El músico Charles Manson, condenado por el asesinato de la esposa de Roman Polanski, tampoco le andaba a la zaga. El caso de Manson es otro paradigma del horror. Cinco cadáveres, entre los que se encontraba en efecto el de Sharon Tate, esposa del cineasta, que para colmo estaba embarazada de ocho meses, aparecieron en una mansión de Bel Air en agosto de 1969. Por si fuera poco, dos personas más amanecieron al día siguiente degolladas cerca del lugar de la matanza.
Uno de los participantes en los crímenes acabó confesando que la carnicería había sido perpetrada por una secta denominada «La Familia», cuyo líder era precisamente Charles Manson, una especie de reencarnación del mismísimo diablo. Roman Polanski llegó a Los Ángeles poco después de la matanza, tras un viaje que le salvó seguramente la vida, pero no así la de su mujer y su hijo. Además de un «shock» para él, los asesinatos conmocionaron a todo Hollywood.
Misas negras
Añadamos que cada secta satánica suele componerse de entre 10 y 150 miembros, pudiéndose clasificar en cuatro grupos distintos, según me explicaba el padre Brendan, exorcista de origen irlandés de renombre internacional, mientras componía mi libro «Así se vence al demonio»: las dedicadas a orgías sexuales, a veces de signo satánico; los grupos de tendencia anticristiana, enemigos acérrimos del Papa y, como tales, inmersos en misas negras y profanaciones eucarísticas; los consagrados a Satán, que entregan su alma al demonio mediante la celebración de misas negras y sacrificios de niños y jóvenes; y por último, los de orientación dualista, que consideran a Satanás como el principio del mal, en contraposición a Dios como principio del bien.
A mi pregunta sobre los peligros que encierran estos grupos satánicos, el padre Brendan me respondió sin tapujos: «De entrada, la cruel manipulación mental, física y espiritual de los jóvenes que caen en sus redes. Anulada su personalidad, se les incita a realizar todo tipo de sacrificios cruentos, primero de animales y más tarde de personas. Los responsables y miembros de la secta intentan así inducir a los iniciados al mal desestructurando su personalidad para impedir que vuelvan a seguir en el futuro una conducta ética, moral o espiritual. Se trata, en definitiva, de un camino sin retorno hacia el mal, la violencia y la muerte. Una realidad repleta de comportamientos criminales». Jugar con fuego es tan peligroso, que si no se pone remedio a tiempo nadie se libra de quemarse con llamas de verdad...